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VICE News

Niños mineros

Un grupo de jóvenes de ocho a 18 años de edad llamados la Unión de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de Bolivia (UNATSBO), ha propuesto una ley que plantea que los menores puedan trabajar legalmente. El congreso de Bolivia votará esta ley pronto.

En 1936, George Orwell visitó una mina de carbón en Grimethorpe, Inglaterra. “El lugar es como… mi interpretación del infierno”, escribió acerca de la experiencia. “Muchas de las cosas que uno se imagina del infierno están aquí —calor, ruido, confusión, oscuridad, aire contaminado y, sobre todo, es angosto”—. Orwell era un hombre delgado y alto, de 1.90 o dos metros, y yo también. Así que recordé su comparación recientemente mientras me arrastraba a través de un túnel húmedo y oscuro que parecía una alcantarilla medieval, casi medio kilometro de profundidad en una de las minas de Latinoamérica, el Cerro Rico en Potosí, Bolivia. Los pozos eran tan estrechos que no podía girar —ni regresar— si quisiera hacerlo.

Orwell no fue el primero en comparar las minas con el infierno; los mineros bolivianos saben que trabajan en el infierno. En los últimos 500 años, por lo menos cuatro millones de ellos han muerto al derrumbarse excavaciones, de hambre o enfermedad pulmonar en Cerro Rico. Y para chingarse a los españoles que montaron un comercio aquí en 1554 y esclavizaron a los indígenas quechuas, los mineros bolivianos adoran al diablo, lo que es parte de la cosmología esquizofrénica en la que Dios gobierna la tierra mientras Satanás gobierna el inframundo.

Como una ofrenda a él, los mineros sacrifican llamas y esparcen la sangre alrededor de las entradas de los 650 pozos que están por todo el cerro. Cerca de la sangre, justo dentro de la mina, un visitante puede encontrar estatuas de ojos grandes con barbas y erecciones, una caricatura chistosa de Satanás conocido como El Tío, a quienes los trabajadores le ofrecen aguardiente y cigarros a cambio de buena suerte. Antes de entrar a la montaña, yo le había ofrecido una bolsa de hojas de coca a uno de estos pequeños diablos, pidiendo una bendición por mi seguridad.

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Son mineros y menores