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Diez minutos después recuperamos la envoltura de papel aluminio. Al abrirlo, aparece un polvo de una blancura nívea. Alberto lo deposita en una bolsita de plástico. El juego de hacer coca ya acabó, y tardamos poco menos de una hora.
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Quizá no sea tan sorprendente que los vestigios del legado de Escobar sigan ardiendo en el submundo de la cocaína colombiana incluso 22 años después de su muerte. Su nombre sigue suscitando acaloradas discusiones en todo el país y sirviendo de inspiración para las visitas más extravagantes. A muchos mochileros no les importa destilar el mito de la verdad. Quizá Alberto sí llegara a conocer a Escobar, pero también es posible que hubiera decidido adornar la verdad para atraer a más clientes.Aunque la cocaína sigue siendo un gran atractivo para muchos turistas, todavía lo es más el misterio que rodea su comercialización: los rumores, la emoción, las historias. Es como si en Colombia el poder de este polvo hubiera quedado eclipsado por la experiencia que lo envuelve.Sigue a Georgina en Twitter.*Los nombres fueron cambiados.