Peligroso pero sabroso: la vida de los garnacheros en la CDMX
Flama en un local de comida que atiende un profesionista en relaciones exteriores por el Barrio de la Lagunilla. Según el informe Humannos D.F.,  sobre el comercio informal en la Ciudad, el 16% de los trabajadores del rubro cuentan con un título profesional.

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Peligroso pero sabroso: la vida de los garnacheros en la CDMX

Entre la informalidad y el cobro de cuotas, los garnacheros del centro de la Ciudad de México se las arreglan para alimentar a sus comesales.

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Si aceptamos que garnacha es toda aquella forma del maíz frito en el comal, debemos aceptar que lo que completa su sentido es su carácter callejero, más precisamente, lo ambulante de su compra y venta. En el centro de la ciudad, desde los bordes del Zócalo para allá, inundando las calles del centro histórico la orden de flautas y las quesadillas siguen costando diez pesos en el tianguis de Argentina, o quince una gordita generosa de salsa picosa en los puestos frente a Santo Domingo. Son la garantía de que uno en esta ciudad nunca morirá de hambre.

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Según datos de la Secretaría de Trabajo difundidos por la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad, más de la mitad de la población del país sobrevive trabajando en el comercio informal. Un 46 por ciento de la población de la ciudad de México también. Y todos los de alrededor parecen querer una parte de ese negocio que ocupa a miles: las cámaras patronales del comercio los culpan de sus magras ventas y bregan por su formalización —y depuración, claro—, la policía los corretea y los desaloja, las delegaciones los miran con desconfianza y buena parte de la prensa los acusa de ser causantes de mugre e inseguridad.

En el fondo, es un trabajo que se hace sin garantías, viviendo al día, con un margen muy chico de movimiento e inversión. La Comisión de Derechos Humanos del ciudad publicó que durante los años 2013 y 2014 —que son los que recogen para un informe que elaboraron este año— tienen registro de más de 300 violaciones a los derechos de algún trabajador callejero.

Uno de los comerciantes muestra un video que tomó con su celular cuando se le pregunta que es lo más difícil de trabajar en la calle: es el desalojo de comerciantes de la calle Apartado, a pocas cuadras de dónde conversamos, en que un grupo de mujeres le grita a los granaderos que si quieren se lleven los puestos pero que no se roben la mercadería. El operativo fue alrededor de las once de la noche, el viernes 4 de agosto. En esos días también retiraron puestos de la calle Argentina, comenta el entrevistado que prefiere que no se haga referencia a su nombre o características de su puesto.

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Lo más difícil, dice, es que los comerciantes y los vecinos hace ya buen tiempo vienen denunciando que hay una organización criminal que —al menos desde el 2015 y puede que desde antes— se dedica a la extorsión, al secuestro y al cobro de cuotas a los comerciantes del centro, Tepito y las colonias Guerrero y Morelos. Todos conocen a alguno, porque el crecimiento de esta forma mafiosa es un secreto a voces. Dice que han indicado distintas cuotas a cada puesto y que usan la violencia contra quienes se niegan a hacerlo.

Mujer se ve atreves de un puesto en los alrededores de Tepito. Según el informe El trabajo informal en el espacio público de la Ciudad de México en el 2013 y 2014 el 44% de los trabajadores del comercio informal no descansa y el 28 % solo descansa un día.

Sobre el Eje 1 Norte, la banqueta está levantada porque las veredas están en obra. Algunos trabajadores pintan unas estructuras destinadas para algunos ambulantes. El espacio va albergar a menos vendedores que antes y sólo acceden quienes tengan el dinero para adquirir uno de los puestos.

Según fue publicado en la web de comunicación de la Secretaría de Gobierno de la ciudad en febrero de este año, el gobierno capitalino anunció una inversión de 25 millones de pesos para rehabilitar ese kilómetro y medio sobre el Eje 1 norte que va desde las avenidas Reforma a Circunvalación. Y agregan el dato de que, para comenzar las obras, retiraron 438 puestos semifijos que se ubicaban en la calle que va entre Reforma y Allende, para tener una dimensión de la densidad del comercio de la zona.

Una de las vendedoras en estos nuevos puestos de material, inaugurados hace quince o veinte días, a metros de la entrada del tianguis de la Lagunilla de la calle Comonfort, dice que el diseño de los nuevos lugares de trabajo está muy mal hecho. Antes, relata, tenían un techo entero que los cubría mejor de las inclemencias del clima. Ahora, la nueva obra es una estructura que, como tiene un hueco entre las dos hileras de puestos, por ahí se les cuela el agua de la lluvia y humedece cualquier mercadería. Señala que ahora el piso es de material y antes era de loseta. Además, el agua se les encharca bajo los pies.

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Comerciante desalojado del metro Insurgentes como parte del operativo Subterráneo dirigido a erradicar el comercio informal en el STC Metro . El 46% de las 333 quejas que se analizaron durante en 2013 y 2014 ante la CDHDF son de acoso policial y discriminación.

Comerciantes de la delegación Cuauhtémoc encapsulados durante la manifestación por el desalojo permanente de sus locales. En el 2013 y 2014 la CDHDF analizó 333 quejas que evidencian las violaciones a los trabajadores informales en la Ciudad, 115 son de la delegación Cuauhtémoc.

Sobre una de las calles laterales, encontramos un universitario trabajando en un puesto de comida. Dice que lo hace para completar el ingreso. Se suma los fines de semana al puesto familiar, que atiende una hermana que a sus espaldas mueve con destreza los alimentos que cocina. Dice que en el centro hay dos tipos de comerciantes: los que son del barrio y los que llegan allí a trabajar. Ellos viven en frente, y arman y desarman el puesto a diario. Mientras lo entrevistamos uno de los clientes quiere recalcar antes de irse que allí la comida es muy rica, que es todo muy limpiecito, que son bien amables ellos.

Para este puestero ad hoc, lo más difícil es lidiar con el clima, algo que sólo tiene que batallar quien no está establecido. Que en el comercio ambulante es muy difícil poder invertir o evitar, por ejemplo, que te desplacen o te muevan de sitio. Dice que su padre se dedicó toda la vida al comercio y que él entiende que es la respuesta a una necesidad de empleo que supera una oferta pobre. La gente se vuelca al comercio porque necesita conseguir alguna fuente digna de ingresos, dice el universitario, mientras cierra el paquete y cobra el pedido.

El oficial Ríos (a la Izquierda) y sus compañeros parados en lo que forma parte del reacomodo de 1.6 km sobre el Eje 1 Norte. Varios comerciantes señalan que los policías caminantes forman parte de las extorsiones como el "cobro de piso" que pequeños grupos delincuenciales recaudan diariamente.

Dos personas caminan en la primera etapa del reacomodo de 1.6 km sobre el Eje 1 Norte. En el 2013 y 2014 la CDHDF analizó 333 quejas que evidencian las violaciones a los trabajadores informales en la Ciudad en las que destaca la negación de la autoridades para renovar o acreditar licencias, también refiere la violencia física y sicológica.

Mujer camina entre las estructuras casi finalizadas de los nuevos puestos en 1.6 km sobre el Eje 1 Norte. Según el testimonio de varios locatarios, los recibos de luz y la renta elevada que tendrán pagar los comerciantes informales, no les asegura su estancia permanente en el local.

Hombre coloca bolsas entre los techos de los nuevos locales en la Plaza Naranja. El reacomodo de 1.6 km en el Eje 1 Norte no cumple con las necesidades para poder trabajar, una de ellas son los techos que no protegen la mercancía del agua pluvial.