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Ese día, en el set, nuestra escena era muy simple: nueve de nosotros "los siete arios, Angelo y yo" teníamos que correr hacia la cámara son una sonrisa de oreja a oreja. Tuvimos que repetirla por casi dos horas para que el director estuviera contento. Cuando lo logramos, hubo un aplauso y un cheque por 550 dólares. ¡Felicidades!Cuando terminó la grabación, Angelo me preguntó si tenía planes para esa noche.—Probablemente pelear con mi novia —dije.—Qué flojera —dijo Angelo— mejor ven a una sesión conmigo.—¿Una sesión de qué?—Terapia de sicodrama. Tomé un curso en línea la semana pasada. Seguro te puede servir.Angelo me explicó que la terapia de sicodrama era un proceso en el que actuabas experiencias que podrías tener o recreabas las que ya tuviste para ensayar en caso de una pelea o para reescribir tu propia historia. La técnica la inventó un hombre llamado Jacob L. Moreno. Según él, si una persona recrea situaciones de su vida, es posible que cuando tenga otro problema lo solucione de una forma creativa y espontánea.Fui a terapia cuando mi papá estuvo en rehabilitación pero después de eso nunca me volví a acercar a la sicología. La gente no va a terapia, prefiere beber, fumar mota y no dormir. Pero como ya estaba desesperado por la situación son Sara, le dije a Angelo que lo iba a intentar.Cada que Angelo mencionaba a Sara, se me salía algo sobre ansiedad, dolor o que esa mujer estaba arruinando mi vida.
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Verano — lagos
Sara — estrés
Hogar — mi mamá
Cerveza — diversión
Sara — dolor de estómagoSeguimos con ese juego un rato más y cada que Angelo mencionaba a Sara, se me salía algo sobre ansiedad, dolor o que esa mujer estaba arruinando mi vida.Después, mientras Angelo salía de la habitación, me ordenó que cerrara los ojos y que no los abriera hasta que él me avisara. Escuché que arrastró algo por el piso y que lo ensambló. En ese momento dijo: —Ok, ya puedes abrir los ojos.Lo primero que vi fue que Angelo se había quitado la playera. Tenía lonjas y perforaciones en los pezones. Traía un bate de plástico en cada mano. Frente a él había un burro para planchar con un diseño floral y patas color rosa.—Espero que no te moleste que me haya quitado la playera —dijo Angelo—. Así es mejor. Es más honesto.Me pasó uno de los bates. Por un momento creí que íbamos a pelear pero no. Dijo que tenía que canalizar toda la ira que sentía hacia mi novia y descargarla en el burro de planchar. Me sentía ridículo pero de todas le di un golpe al burro. —Más fuerte —gritó Angelo y lo obedecí—. Más fuerte. Así —dijo y acto seguido saltó para impulsarse y pegarle al burro con toda su fuerza.
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Angelo me ordenó que cerrara los ojos y que imaginara que era un animal. E imaginé un zorro. Me pidió que describiera mi vida como zorro. Le conté sobre mi madriguera que yo mismo cavé, sobre mi esposa, mis bebés zorros y cómo nos gustaba ir a la pradera en verano a jugar junto al río.A medida que hablaba, me adentraba cada vez más en la vida del zorro, tanto que podía sentir el pelo en mi espalda, los colmillos afilados en mi boca y mi diminuto pene de zorro rozando entre mis patitas peludas. Me gustaba ser zorro. Los zorros tienen la mejor vida. Me la pasaba retozando todo el día. Y cuando regresaba a la madriguera, sentía como me lamían un montón de lengüitas de zorro.—¿Hay algo que le preocupe, señor zorro? —preguntó Angelo.Pensé un rato y me di cuenta que aparte de toda la diversión, la vida de zorro es muy estresante. —Sí —respondí. —Me preocupa que si no llevo suficientes gallinas en la noche, mi esposa me deje y se lleve a mis zorritos.
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Miré al cojín. No daba miedo. No parecía capaz de ir a media noche a gritar y golpear mi puerta hasta despertar a los vecinos. Aún con navajas y fuego, ese pequeño cojín no podía verse tan aterrador como era Sara para mí. Así que empecé con mi discurso.'Lo siento pero ya no puedo más', le dije al cojín. El cojín se quedó callado.
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