TRANS: Gina: “Esta vida es complicada, si no te das a respetar, abusan de ti”

FYI.

This story is over 5 years old.

LGBTodxs

TRANS: Gina: “Esta vida es complicada, si no te das a respetar, abusan de ti”

"Me gustan los niños y siempre ha sido así", soltó Gina, en ese entonces Jorge, cuando tomó coraje y enfrentó a su mamá.

Fotos por María Fernanda Molins.

"Me gustan los niños y siempre ha sido así", soltó Gina, en ese entonces Jorge, cuando tomó coraje y enfrentó a su mamá. Dice que jamás olvidará aquel episodio de su infancia en que estaba aterrada y segura de que no saldría favorecida tras la confesión.

Lo suyo iba a más allá de un "mamá, soy gay". Tenía que ver con una contradicción: toda la vida le dijeron que era un varón y ella estaba convencida de que no era cierto. Pero, como no sabía explicarlo, se limitó a esperar la respuesta de su mamá:

Publicidad

"Mira, lo que quiero es que seas lo que tú decidas. Si no puedes ser el mejor, por lo menos quiérete y respétate tú, para que te ganes el respeto de la gente. Siempre lucha por tus ideales. Yo te voy apoyar".

Hoy, Gina recuerda el veredicto de su mamá en el pequeño camerino del restaurante-bar Bremen, en la zona norte de Plaza Garibaldi, a menos de media hora de comenzar la interpretación del personaje con que se le identifica desde hace años en el ambiente LGBTTTQI. Esta noche de viernes de finales de septiembre, como todos los fines de semana, Gina está caracterizada de Paquita la del Barrio: misma silueta amplia y corpulenta, el copete dorado, un vestido azul de lentejuelas ceñido al cuerpo y delineador y maquillaje pronunciados que logran una Paquita drag queen que no parece muy sonriente.

"Antes me ponía rellenos en el cuerpo, pero… la buena vida y las hormonas…", se carcajea la mujer trans. Segundos después de concluida la transformación, nos dirigimos a la entrada del bar porque es imposible sostener una conversación con el alto volumen de las cumbias. Al Bremen acuden, principalmente, familias y personas heterosexuales. Quieren ver en vivo a Paquita. Las similitudes atraen a los curiosos.

"Tenía 12 años cuando hablé con mi mamá", retoma la mujer trans oriunda de Hermosillo, Sonora, y recuerda dos cosas: siempre la sedujeron los atuendos femeninos y en la secundaria se enamoró de un compañero, lo cual le dio valor para contar su secreto. "¡Ay! Siempre jugaba con mis primas, nos poníamos pelucas y turbantes. Odiaba que mis primos me invitaran a practicar futbol. Yo era una niña y mi mamá nomás esperaba a que yo lo revelara. Me sorprendió mucho su respuesta solidaria".

Publicidad

A los 12 años Gina se despidió de Jorge y unos siete años después comenzó su transición: tratamiento médico hormonal y terapia psicológica, pues la decisión no era un paso sencillo. Quería estar segura de que no estaba equivocada. "El especialista me orientó y mi mamá nunca me dejó sola", reitera sobre el papel fundamental de su madre en sus decisiones. El apoyo familiar estuvo ahí y Gina está consciente de su fortuna pues, en los últimos años, ha conocida historias de chicas trans que no tuvieron la misma suerte cuando sus familiares las echaron de sus vidas.

Cuando Gina llegó a los 20 años, vivió una vida desenfadada en la que predominaban los festejos nocturnos y visitas a bares de Hermosillo, lo que la enfrentó a la discriminación y transfobia. Gina lo recuerda así: "varios tipos se pasaron de listos porque me veían amanerada. Incluso me quisieron robar, pero yo nunca me dejé y nos agarrábamos a golpes. 'O me da o le doy', pensaba. Siempre he visto que insultan y golpean a trans. Esta vida es complicada. Si no te das a respetar, abusan de ti".

Su papá era guardia presidencial en el sexenio de Luis Echeverría y su mamá, enfermera, aunque no ejercía. El primero, una persona altamente estricta, la obligaba a convivir con otros niños. "Eres un hombrecito, no puedes ser delicado, vete a jugar con tus primos", exigía todos los días. Gina no podía contradecirlo. Le temía y agachaba la cabeza. Cuando su papá se fue a hacer su vida a otro lado, Gina tenía nueve años y por primera vez pudo ser ella misma, dejó de fingir.

Publicidad

La escuela ayudó mucho. Estudió secundaria y preparatoria en un colegio administrado por monjas y la población de alumnos estaba conformada por niñas y pocos niños, casi todos gays. Nunca hubo discriminación o cualquier otro tipo de violencia en su contra. Más tarde eligió estudiar enfermería en el IPN de Hermosillo y estaba segura de que a eso se dedicaría para siempre, pero un show travesti, un espectáculo que descubrió con amigos de la universidad en el entonces único bar gay de Hermosillo, de corte clandestino, lo cambió todo.

"Allá la gente es muy cerrada. Los hombres andas en los jaripeos. Este bar se mantenía discreto, reservado, para no llamar la atención y posibles problemas", recuerda Gina-Paquita. Ese día, un grupo de travestis interpretaron a la vedette mexicana Lila Deneken, de moda entonces, a la cantante italiana Rafaela Carra y a la española Rocío Dúrcal. Sin entender aún por qué, Gina concluyó esa noche: "algún día quiero hacer algo así".


Mira también Trans: La doble condena


Al poco tiempo se fue a trabajar a Monterrey y ahí descubrió el show travesti Peinetas, conformado por trans que reafirmaron su idea de aspirar a ser transformista, aunque en ese momento parecía imposible una vida así para una enfermera. Hace una par de décadas, con más de 30 años, se instaló en la Ciudad de México de manera definitiva para ejercer enfermería en un hospital.

"La ciudad es más open, te encarrila hacia lo que decides. Aquí viví mi transición decisiva. Aunque no había problema en mi casa, disimulaba un poco mi vestimenta por miedo a las agresiones. Llegar a la capital significó una liberación, pude ser yo al 100, por fin", celebra la chica trans, y agrega: "en Hermosillo, ser mujer abiertamente hubiera implicado hacerme de más enemigos. Como dije, nunca me he dejado y soy buena para los golpes. Un día lo pensé: 'si no pueden conmigo, se van a ir contra mi mamá y hermana'. Allá, los hombres son muy cerrados y cabrones. Nos insultaban a mí y a mis amigos, pero siempre nos defendí". Las pruebas de las agresiones son las tres marcas de balazos en su cuerpo.

Publicidad

—Parece que eres de armas tomar—, comento.

—Amigos no hay muchos. Hay que cuidarlos. A mí me molesta mucho que me falten al respeto. Yo no lo hago. También me enoja la discriminación y la hipocresía. A estas alturas de la vida, quienes critican es gente descerebrada y de doble moral. Hombres casados con mujeres e hijos me han dicho: "te quiero conocer y tener una experiencia". ¿Quién es peor? ¿Una persona definida, que lucha por una buena vida y divierte al público, o alguien que miente?

Al llegar a la Ciudad de México, Gina se convirtió en clienta del bar El Don, en la colonia Roma, y al poco tiempo surgió una amistad con el personal, sobre todo con transformistas a quienes, de broma, dijo un día: "daré un show alguna vez". Semanas después, en su aniversario de cumpleaños, Gina estaba en el establecimiento y le avisaron que interpretaría a Angélica María. "¡Imagínate! Acepté de inmediato".

Pero esa no fue la primera experiencia transformista de Gina. Desde que era veinteañera practicaba en casa, y, cuando podía, improvisaba en festejos de amigos y familiares, "tíos que viven en esta ciudad, de mente abierta", especifica. Presentarse frente a decenas de desconocidos fue diferente, aunque el resultado fue favorecedor. Y a partir de ahí no paró: Paquita se convirtió en personaje de cajón y agregó al reportorio a Margarita La Diosa de la Cumbia, Lupita D'Alessio e incluso a Divine, la drag queen que murió a finales de los 80 e inspiró a las siguientes generaciones de transformistas y todos sus derivados.

Publicidad

En Gina, Divine fue clave. Antes de mudarse a la Ciudad de México permanentemente, cuando podía visitaba bares y antros, entre ellos el Patrick Miller, entonces en Filometo Mata, en el primer cuadro de la CDMX. Cierta noche pasaron el video de Divine interpretando su exitazo "Shake It Up" y Gina quedó cautivada. "Hoy existe el drag queen, pero en aquel tiempo ella era la única, y, cuando la vi, juré a una amiga que un día la iba a imitar".

La idea no salió de su cabeza hasta que aprovechó su noviazgo con un ingeniero de audio del Patrick y familiar del dueño. "Quiero cantar unas canciones de Divine, me voy a caracterizar como ella", solicitó. La respuesta fue positiva y, como el día de su presentación, Gina se propuso divertirse en vez de lograr una imitación exacta, los asistentes la aplaudieron eufóricos y llamó la atención de los fundadores de Polymarchs, la discoteca de luz y sonido móvil.

El resto lo cuenta Gina: "Poly y Mar me informaron que Divine venía al entonces Hotel de México, ahora World Trade Center, y que le habían enseñado el video donde la imitaba. ¡Me quería ver! Aquella vez, Divine y yo salimos a actuar con el mismo vestuario. ¡Ella era tremenda, pero le encanté, le encanté! Fue increíble. Ella me comentó que era difícil que alguien quisiera imitarla, por su gordura. De ahí me enfoqué más al show, fue un incentivo",

Amigos gays la llevaron a conocer El Don, el bar donde comenzaron sus presentaciones. Al poco tiempo su cartera de clientes se amplió, sobre todo cuando su personaje de Paquita la del Barrio comenzó a popularizarse entre el público.

Publicidad

Gina hizo a un lado la enfermería para dedicarse al transformismo. Eso quiso y no se arrepiente. "Además gano más dinero y ahora trabajo en Spartacus, Wawis, Teatro Garibaldi y otros". Va a donde le llamen. Haber estudiado canto, pasarela, maquillaje y personalidad, hablar inglés y francés, ha facilitado el camino difícil que recorre toda trans que se dedica a la imitación. Gina lo sabe. "Ser trans es lograr que la gente te acepte como eres. Eso me ha costado mucho trabajo. Es difícil convencer de lo que vales. Una es imagen. Lo primero que ven es si pareces una mujer. Como te ven, te tratan".

—¿Aún en el panorama actual, supuestamente más solidario?—, pregunto.

—Hay mucha diversidad y chicas trans confunden su posición ante la sociedad. Yo no me espanto de nada, he probado de todo. Es un camino que tienes que seguir. Pero debo criticar que algunas se metan en broncas de drogas. De por sí como trans llamas mucho la atención. Yo, así como me ves, gorda, tengo mucho pegue. Y no soy enojona, sólo tengo la cara. Hay que poner cierta barrera. Si no, imagínate.

—¿Qué lado de las trans desconocemos?

—El del ser humano con sentimientos, necesidades y carencias. La mayoría juzga. Y yo, aunque con suerte en muchos sentidos, he tenido sufrimientos y decepciones. Me he enamorado y no me ha ido bien, para eso si soy malísima.

Todo mundo saluda a Paquita en el Bremen, Wawis o cualquier otro lugar donde se presente, pero al llegar a casa, afirma la persona que la interpreta, "la peor amistad es la soledad. Al principio me deprimía por estar sola. Cuando murió mi madre tuve una crisis porque aunque me gusta tener pareja, me revienta la gente celosa. Me ha tocado que no quieren que socialice con el público. ¡Imagínate!".

Publicidad

—En general, tampoco se conoce la faceta política de las trans.

—Cierto. Yo conozco a muchas que promueven y defienden los derechos de trans y gays. Yo he apoyado con shows. Debe existir una labor. Olvidémonos de estereotipos: heterosexual, gay, lesbiana, hombre, mujer. Somos una sociedad y algo no anda bien con nosotros. Eso se ve reflejado en las noticias sobre cómo está el país.

—¿Cuál es tu mensaje para las chicas trans?

—A las que van empezando, quiero decirles que se quieran mucho y cuiden. Que nos apoyemos, que no nos tiremos tanta tierra unas a otras. Recuerden que son un ser humano y que valen por lo que hacen.

@riveravazg

<p>Please enable Javascript to watch this video</p>