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Alimentación

Por qué debes omitir el cerebro si te comes a tus amigos

Sólo para que sepas, probablemente sabe a cerdo.
Getty Images

El canibalismo casi siempre se relaciona con la ciencia ficción sangrienta y post-apocalíptica. Es un elemento básico de programas como The Walking Dead y The Santa Clarita Diet y de películas como Mad Max y The Bad Batch. Pero, obviamente, no es algo de lo que tengamos que preocuparnos en la vida real, y a menos que seas un sociópata, probablemente puedas estar de acuerdo en que eso es algo muy bueno.

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James Cole, arqueólogo y académico de la Universidad de Brighton en Inglaterra, lo expresa de un modo un poco más elegante: "Estamos en un punto en el que nuestra influencia cultural occidental está muy extendida y dentro de nuestra práctica cultural no es algo que se considere adecuado", dice. "Es un alivio, francamente".

Y sin embargo, especialmente para aquellos de nosotros que todavía estamos al pendiente de Rick y compañía en la temporada 7, es difícil no considerar al menos este pensamiento fugaz: ¿Qué pasaría si realmente tuviéramos que depender de los difuntos para nuestro sustento?

Después de todo, las poblaciones del género Homo comieron a miembros de su propia especie de una manera u otra durante al menos un millón de años, señala Cole. De hecho, fósiles de hace 800,000 años muestran evidencia de canibalismo entre nuestros antepasados Homo. El pueblo Fore en Papua Nueva Guinea comía partes de sus muertos hasta por lo menos 1960.


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Sin embargo, eso no quiere decir que en el pasado nos la pasábamos comiendo gente como parte regular de nuestra dieta. Por una parte, no habría sido una manera eficiente de alimentar a un grupo de 25 personas, el tamaño ideal para un grupo nómada de cazadores-recolectores en la era del Paleolítico, explica Cole.

En un artículo publicado en Scientific Reports este año, Cole analizó y registró el contenido calórico de un macho adulto promedio y comparó los datos con otra fauna. El músculo esquelético del cuerpo de un hombre contiene 32,376 calorías, suficiente para alimentar a una tribu nómada de 25 miembros por sólo medio día. En otras palabras, el cuerpo humano era un mero aperitivo en comparación con otras opciones del menú de la época, como el mamut: con 3.6 millones de calorías, su cuerpo podría alimentar al mismo grupo hasta por dos meses.

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"Cuando nos comparamos con el ciervo, el mamut o el rinoceronte lanudo, en realidad somos un animal muy pequeño", dice Cole. "No puedo pensar en ningún beneficio nutricional."

Entonces, ¿por qué lo hacíamos? Investigadores como Cole piensan que pudo haber un beneficio social en la práctica: es posible que algunas culturas honraran a los muertos al comer un bocado de su carne para permitir que su alma siguiera su camino; una clave para mantener la cohesión social. Actos funerarios como éstos eran comunes en la tribu Wari' de la Amazonía brasileña hasta alrededor de la mitad del siglo XX, cuando los misioneros cristianos los convirtieron brevemente.

Comer cerebros humanos, por ejemplo, puede causar una condición neurodegenerativa llamada kuru, que se ha comparado con la enfermedad de las vacas locas.

Los investigadores también encontraron restos humanos de hace 14,700 años en la cueva de Gough, en Reino Unido, que mostraban señales de canibalismo ritual, según un estudio publicado en 2015 en el Journal of Human Evolution. Entre otras cosas, descubrieron "marcas de dientes dejadas por mordeduras humanas", marcas de herramientas de piedra utilizadas para desollar y cortar restos humanos, y cráneos convertidos en tazas, dice Silvia Bello, una investigadora del departamento de ciencias de la tierra del Museo de Historia Natural de Londres y autora principal del estudio.

Las partes del cuerpo no sólo se usaban como recipientes para beber, sino que también eran consideradas una forma de medicina. "La gente trituraba los huesos y los tomaba para padecimientos como el reumatismo. Los epilépticos hacían fila en las ejecuciones para recolectar sangre para tratar sus ataques", comenta Bill Schutt, autor de Cannibalism: A Perfectly Natural History. (Schutt añade que una vez se comió la placenta de una mujer para su investigación: el marido de la mujer, un chef, la preparó estilo osso bucco. Schutt acompañó el platillo con un vino tinto italiano).

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Si esa escena te asusta, es en parte porque tu reacción al canibalismo ha sido moldeada por la cultura occidental y los valores sociales que depositas en las personas que te rodean. Pero si en verdad le dieras un mordisco a otro humano hoy en día, lo más probable es que tu cuerpo no detecte nada fuera de lo común.


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"Nuestros tractos digestivos no tendrían que someterse a ningún tipo de adaptación o evolución para poder comer carne humana", señala Schutt. Por lo general, no hay ningún peligro en la carne humana. En todo caso, nuestra carne es comparable a la de un cerdo: ambas especies son omnívoras y tienen dietas similares, afirma Cole.

Dicho esto, no todas las partes del cuerpo son creadas iguales. Comer cerebros humanos, por ejemplo, puede causar una condición neurodegenerativa llamada kuru, que se ha comparado con la enfermedad de las vacas locas. Las personas con kuru experimentan una pérdida creciente del control motriz: tienen dificultad para caminar, hablar y eventualmente tragar. Se cree que un brote de kuru causó la muerte de alrededor de 1,000 personas en la década de los años 50. "Si consumes el cerebro o la carne de alguien que tiene kuru, es cien por ciento letal", añade Schutt.

Obviamente, también sería una mala idea comerse a alguien con una enfermedad transmitida por la sangre como la hepatitis o el VIH. Como mínimo, no querrías pedirlos poco cocidos: "De hecho introducirías [las enfermedades] en tu propio sistema de la misma manera que con el intercambio de fluidos corporales", dice Cole. ¿y si este no es el caso? Probablemente haya muy poco a lo que se opongan tu tracto digestivo o tu sistema inmunológico.

"Al final del día", dice Cole, "sólo somos carne, grasa y proteína, como cualquier otro animal".