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Aun así, el estudio dibuja un panorama sombrío de cómo afecta físicamente la tristeza. Cuando los dos están sanos y aun así uno de ellos muere, el riesgo para el que sigue vivo (o algo así) aumenta en 57 por ciento. El latido irregular del corazón, o fibrilación auricular, se acelera y altera el pulso, que a su vez aumenta el riesgo de ataques cerebrovasculares y demencia, las cuales son totalmente bienvenidas cuando te despiertas cada mañana preguntándote por qué sigues vivo.¿Sabes por qué las personas que viven más son las que trabajan hasta los 70 y tantos, siguen activos y se ejercitan? Es porque tienen cosas qué hacer. Cuando la gente se jubila, sus cuerpos se dan por vencidos. Creo que es lo mismo que pasa cuando pierdes al amor de tu vida. Tu cerebro y tu cuerpo dicen "Honestamente, no sé por qué seguimos aquí. Voy a acelerar tu ritmo cardiaco para que mueras. ¿Te parece?", lo cual es lindo y aterrador al mismo tiempo.Tal vez es mejor pasar la vida solos, leyendo tweets de periodistas y yendo al lugar más solitario de la Tierra: el bar de Sanborns.