En este momento ya casi todos saben que la Suprema Corte de Estados Unidos decidió que las parejas del mismo sexo tenían derecho a casarse en ese país. Menos personas saben que hace más de una semana nuestra propia Suprema Corte declaró el matrimonio igualitario como constitucional en todo México.Con esos antecedentes para celebrar, uno podría pensar que la Marcha del Orgullo LGBTTTI de la Ciudad de México se descarrilaría en el gozo y terminaría como un carnaval apoteósico sin control. Y no. O sí. Más bien: la marcha no se volvió loca porque siempre lo ha sido.
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Había organizaciones políticas, pero también carrozas de antros. Fueron los leathers, los osos, las drag queen y las moles de músculos, lesbianas, trans, cristianos, charros, vaqueros, ancianos, queers, cisgéneros, madres, niños, perros, curiosos y el profeta apocalíptico que nunca falta.Por supuesto, salieron los churros de mota en la calle, las carreolas de bebés para disfrazar expendios de cerveza, los orines en público y la gente que habría decretado un nuevo genocidio sólo para evitar el tráfico.