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Cultură

Visitando a un coleccionista de tripis

Los colecciona, los enmarca y los cataloga y ya tiene más de 30.000 tripis en su casa. La mayoría de ellos son ya tan viejos que nadie podría pegarse un viaje con ellos.

Mark McCloud tiene cerca de 30.000 dosis de LSD en su casa de San Francisco. Las colecciona, enmarca y cataloga, razón por la que cada dos por tres es arrestado por la DEA. La mayoría de los tripis son ya tan viejos que nadie podría pegarse un viaje con ellos, pero quedan geniales en su casa de estilo victoriano.

Allí fui para visitar a Mark y hablar sobre aficiones, la historia de los alucinógenos y los renacimientos psicodélicos —principalmente, yo me limitaba a asentir con la cabeza mientras Mark se fumaba un porro y se ponía cada vez más misterioso—. Al final ya no tenía muy claro de qué estábamos hablando, pero parecía muy, muy importante.

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VICE: Así que coleccionas ácidos como si fuera arte. ¿Por qué?

Mark McCloud: Todo empezó porque, desde pequeño, me han interesado mucho las cosas pequeñas y bien hechas. Cuando vivía en Argentina, recuerdo haber visto unos libros muy pequeños, y el que más recuerdo es uno que se titulaba “Armamento de la Segunda Guerra Mundial”. Cuando comprabas chicles, te venían unos pequeños cromos coleccionables, así que nos divertíamos pegándolos en el libro.

¿Cuántos años tenías cuando llegaste a California?

Pues me crié en Buenos Aires hasta los 12 años y luego me mandaron a un internado en Claremont. Dos semanas después, para que te hagas una idea, salió el Freak Out de Frank Zappa [o sea, que era 1966]. Me convertí en el típico estudiante americano de instituto que leía Las Puertas de la Percepción y consumía maría y luego mescalina, cuando apareció.

Y ¿qué edad tenías cuando descubriste el ácido?

Tenía 13 años. Estaba en Santa Bárbara, en un hotel muy bonito en la playa. Un amigo y yo teníamos nuestro propio apartamento y pedimos unos terrones a la Hermandad del Amor Eterno, que era el laboratorio de Owsley [Stanley]. La experiencia fue muy fuerte, aunque estaba nervioso. Me gustó el ácido por su humildad y sus efectos educativos. Estaba ciego y gracias a esto pude ver.

¿Cuándo empezaste a coleccionarlo?

Pues cuando comenzaron a salir las primeras imágenes. Al principio, el ácido era solo unas gotas sobre un trozo de papel. El primer ácido se comercializó en 1968. Venía de Nueva York y lo fabricaba un químico clandestino llamado Ghost —que en paz descanse—. Eran cinco gotas de ácido en una pequeña tarjeta del tamaño de una placa autocroma, y venía en un envoltorio de Kodak.

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¿Y cuándo aparecieron las primeras láminas ilustradas?

En la década de los 70. Durante esa época aparecieron muchísimas imágenes, normalmente impresas en láminas del tamaño de un LP, por lo que podían venderlas como si fuera un disco. Las primeras láminas tenían una única imagen, generalmente de un solo color, que se dividía en dosis. Pero pronto empezaron a hacer imágenes individuales y muy detalladas.

¿Cómo empezaste a enmarcarlas?

Esa es otra pregunta sobre mi renacimiento. Con 17 años, era un adolescente muy difícil. Hendrix acababa de morir, así que pillé 300 microgramos de Orange Sunshine. Básicamente, el tejido en el que habitaba cambió. Vibré hasta desaparecer de este mundo, y a partir de ese momento empecé a coleccionar. Primero lo guardaba en la nevera, lo cual era un problema porque no paraba de comerlo. Luego apareció el ácido de Albert Hofmann y pensé, “Joder, voy a enmarcarlo”. Entonces me di cuenta: “Oye, si intento tragarme esto, me atragantaré con el marco”.

¿Cómo se convirtió un tipo con la nevera llena de ácido en un historiador del LSD?

Formaba parte del consejo del Instituto de Arte de San Francisco, y para celebrar el 20 aniversario del Verano del Amor propuse que organizáramos un evento sobre el ácido en San Francisco. Montamos un gran evento artístico en el que expusimos toda la colección. Como en 1987 todavía eran permisivos, después del evento hubo una gran fiesta de ácido.

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¿Cómo evitas que te arresten, con todo lo que tienes aquí metido?

No lo evito. Me han pillado unas cuantas veces, siempre por lo mismo: conspiración para fabricar y distribuir narcóticos. En el año 2000, la DEA pilló a un grupo de chavales en un instituto de Kansas City, lo que les llevó a un grupo de distribuidores de Nueva Orleans y, finalmente, a mí. Querían condenarme a perpetua, pero no pudieron porque los tripis eran muy viejos y ya no tenían efecto. Al final salí y tuvieron que devolver todas las pruebas: un par de carpetas de la colección fotocopiada. Que les jodan. Alguien tiene que decir, “ya está bien, capullos de mierda”.

Supongo que conoces a los químicos, ¿no?

Esa es una pregunta difícil, porque admitirlo implica correr un gran riesgo. Digamos que a veces puedo adivinar quién lo ha hecho por el sabor. Algunos de mis favoritos son holandeses. En los Países bajos hacen muy buen ácido.

¿Cuántos viajes has tenido en tu vida?

Medio. El viaje completo lo tienes cuando estás feliz en el Cielo tocando el arpa y ya lo tienes todo hecho. Ese es el viaje completo.

¿Todo el mundo debería tomar ácido?

No, porque para tomarlo tienes que hacer la pregunta adecuada. ¿Quieres un cara a cara con tu creador?

¿Qué pasa si la respuesta es sí, incluso cuando tienes una enfermedad mental?

Bueno, existe una correlación entre el ácido y la curación de enfermedades mentales. Después de mi hermoso renacimiento accidental, me di cuenta de que lo que solemos llamar psicología es realmente arte.

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Usas un montón de metáforas complicadas.

No, solo uso la verdad.

Vale, bien. ¿Qué le dirías a alguien que es reacio a tomar ácido?

Le diría que siguiera así y que no lo tomara hasta que quisiera hacerlo. La voluntad es muy importante. Si quieres tomar ácido, asegúrate de hacerlo con sensatez, rodeado de las cosas y la gente que te gustan. Y simplemente espera a que se obre el milagro.

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