Grover López recibe una inyección de solución de dióxido de cloro el 27 de julio de 2021 en Santa Cruz, Bolivia. Foto: Jika González/VICE World News
Grover López recibe una inyección de solución de dióxido de cloro el 27 de julio de 2021 en Santa Cruz, Bolivia. Foto: Jika González/VICE World News
VICE World News

Los médicos inyectan dióxido de cloro para tratar el COVID en Bolivia

Contra cualquier evidencia científica, el uso de dióxido de cloro para tratar el COVID ha ganado legitimidad en América Latina.

SANTA CRUZ, Bolivia - Grover López se recostó en una camilla mientras la Dra. Viviana Figueroa le insertaba una vía intravenosa en el brazo. Tendrá que esperar aquí 12 horas mientras la solución gotea en su torrente sanguíneo, dijo Figueroa, agregando que la sustancia eliminaría los metales que, según ella, estaban causando estragos en su cuerpo.

A través de la vía intravenosa fue filtrada en el cuerpo de López una mezcla de dióxido de cloro, un blanqueador de uso industrial utilizado para desinfectar piscinas y pisos, y solución salina. Él llevó consigo un libro para la espera.

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“¿Cómo está usted, señor Grover?”, le preguntó Figueroa a López.

“Estoy bien. Pero deprimido”, respondió él.

“Lo vamos a solucionar”, le aseguró ella, quien no llevaba puesta una mascarilla, a pesar de un cartel en su oficina que decía que era obligatorio usar una. Eso fue solo un montaje para las autoridades, dijo ella.

Si la idea del dióxido de cloro inyectado suena vagamente familiar, probablemente se deba a que el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sugirió que la gente podía inyectarse o beber desinfectante para matar el COVID-19, lo que desencadenó un furor pasajero en el país, al igual que la indignación de los profesionales de la salud.

No obstante, en América Latina se ha popularizado ampliamente el uso de dióxido de cloro, en formas como aerosoles e infusiones intravenosas, para prevenir y tratar el COVID, e incluso para combatir los “efectos tóxicos” de las vacunas.

En ningún otro lugar este "tratamiento" ha ganado tanta legitimidad como en Bolivia, donde el año pasado el gobierno izquierdista del país legalizó la producción y venta de dióxido de cloro como tratamiento alternativo para el COVID.

Los promotores del dióxido de cloro afirman que previene y cura el COVID al matar los virus dentro del cuerpo, al igual que lo hace en las superficies. No hay ninguna evidencia científica que sustente tal afirmación. De hecho, la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) advierte que beberlo puede causar insuficiencia respiratoria letal y arritmia cardíaca, entre otras afecciones potencialmente mortales. La Organización Panamericana de la Salud dice que el consumo de productos de dióxido de cloro puede "causar efectos adversos graves" y que la comercialización de dichos productos para tratar el COVID debe ser reportada a las autoridades.

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“La gente está buscando soluciones sencillas. Es un campo fértil para que los charlatanes saquen provecho”, dijo René Soria Saucedo, epidemiólogo en Bolivia. “Tenemos suficiente tan solo con el COVID, pero ahora estamos viendo casos aun más complicados porque la gente ha consumido dióxido de cloro. Es una carga para el sistema de salud que no es manejable en este país".

Servicios de desintoxicación

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López llegó preparado con un libro para una filtración intravenosa de dióxido de cloro de 12 horas de duración. Foto: Jika González/VICE World News.

En la ciudad industrial de Santa Cruz, Grover López, un excontador de 58 años, explicó su decisión de recibir dióxido de cloro por vía intravenosa. Cuando se empezaron a desarrollar las vacunas contra el COVID, él comenzó a leer en internet que contenían óxido de grafeno, un compuesto químico que es un material conductor muy versátil.

A pesar de que ninguna de las vacunas contra el COVID contiene óxido de grafeno, los antivacunas se han aprovechado de esta falsedad para afirmar que las vacunas introducen metales al cuerpo. López dijo que estaba renuente a recibir la vacuna, pero a medida que aumentaron los casos de COVID en Santa Cruz, se asustó "y corrió a vacunarse". Alrededor del 28 por ciento de la población boliviana está completamente vacunada contra el COVID. López recibió su segunda dosis de la vacuna china Sinopharm en junio.

Para julio, las infecciones por COVID habían disminuido y López estaba preocupado. La Dra. Figueroa le dijo que la vacuna podía matarlo porque padece diabetes. Un mes después de recibir su segunda dosis de la vacuna, López ya se encontraba en el estrecho consultorio de Figueroa recibiendo la primera infusión de dióxido de cloro para su "desintoxicación".

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Una hora después de haber iniciado su tratamiento, López dijo que se sentía libre de dolor y que estaba transpirando un olor "metálico", lo que lo hizo sentirse optimista de que el tratamiento estuviera funcionando.

Figueroa, quien es cirujana médica, dijo que la cantidad de pacientes que buscan sus servicios de desintoxicación es abrumadora. Cobra alrededor de 150 dólares por un tratamiento de tres días de dióxido de cloro intravenoso. Eso es mucho dinero en Bolivia, donde la mayoría de la gente gana alrededor de 700 dólares al mes. "Estoy a mi capacidad tope", nos dijo Figueroa, y agregó que diariamente llegan a su consultorio cuatro personas vacunadas en busca de inyecciones de dióxido de cloro.

La médica se encontraba en compañía de su proveedor de dióxido de cloro, Fernando Arce, un ingeniero informático que ha estado fabricando la sustancia durante 13 años. En una conversación surrealista, ambos afirmaron que la vacuna equivalía a un "genocidio", que las personas que habían sido vacunadas contra el COVID morirían en cuestión de años y que las que no murieran, se volverían infértiles.

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Fernando Arce lleva 13 años produciendo una solución de dióxido de cloro. Foto: Jika González / VICE World News.

Arce afirmó también que el sistema de salud se niega a reconocer los supuestos poderes milagrosos del dióxido de cloro porque "nos adoctrinaron a pensar que eso no es posible". Cuando le preguntamos a quién se refería, Arce dijo, "las dinastías", y nombró a los Rockefeller, los Morgan (como en J.P. Morgan) y los Rothschild, todos los cuales, dijo, quieren “mantener sus fortunas y su control, su dominio mundial”.

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Las acusaciones de Arce no tienen ningún fundamento. Sin embargo, él y otros destacados antivacunas que promueven el dióxido de cloro moldearon la respuesta inicial de Bolivia ante la pandemia. La gente hacía filas en las farmacias para comprar el dióxido de cloro que originalmente se empleaba en la desinfección de vegetales. La mayoría de las personas con las que habló VICE World News en Bolivia había bebido la sustancia o conocía a alguien que lo había hecho.

Arce dijo que al inicio de la pandemia ganaba alrededor de 12,000 dólares al mes vendiendo su solución de dióxido de cloro, aunque ahora el negocio ha decaído debido a la competencia y el lanzamiento de las vacunas. Vimos varios letreros caseros que anunciaban la venta de dióxido de cloro y, en una de las vías más importantes de la capital boliviana, La Paz, había un enorme graffiti que decía: "No a la vacuna judía".

Oportunismo político

El idilio de Bolivia con el dióxido de cloro podría ser muy distinto si no fuera por el derrocamiento del presidente izquierdista Evo Morales, quien dimitió bajo la presión del ejército en noviembre de 2019, en medio de acusaciones de fraude electoral. En la lucha por el poder que siguió a este hecho, el dióxido de cloro se convirtió en un extraño y polémico problema.

Después de que Morales huyera del país, fue reemplazado por Jeanine Áñez, una legisladora evangélica de la oposición conservadora, quien se autoproclamó presidenta interina. Áñez inmediatamente alienó a la vasta población indígena de Bolivia al nombrar un gabinete completamente blanco y declarar que "la Biblia vuelve a entrar a Palacio [Presidencial]". El apoyo a Áñez se desplomó aun más cuando, cuatro meses después, la Organización Mundial de la Salud declaró una pandemia, y ella impuso un confinamiento estricto que, según los críticos, dejó a la gente al borde de la inanición.

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Fue por esa época que los promotores del dióxido de cloro comenzaron a vender la sustancia a las personas que estaban desesperadas por sobrevivir a la pandemia. El ministro de Salud de Áñez declaró que se trataba de un fraude y amenazó con procesar "con todo el poder de la ley" a quienes falsamente promovieran el dióxido de cloro como tratamiento contra el COVID.

Pero con nuevas unas elecciones presidenciales en el horizonte, los miembros de la oposición izquierdista adoptaron el dióxido de cloro, ya sea por verdadera convicción o por un cálculo político. En julio de 2020, el Senado de Bolivia, controlado por el partido Movimiento al Socialismo de Morales, aprobó un proyecto de ley que autorizaba el suministro y uso de dióxido de cloro para la prevención y el tratamiento del COVID. El 14 de octubre, el Senado declaró ley la legislación. El Ministerio de Salud de Áñez protestó porque el Senado no tenía autoridad para promulgar la ley, pero importó muy poco. Cuatro días después, se realizaron nuevas elecciones presidenciales y ganó el candidato de izquierda.

“No había vacunas. No sabíamos cuándo iban a llegar las vacunas. No teníamos medicamentos, así que teníamos que optar por otras cosas para poder sanarnos”, le dijo a VICE World News Eva Copa, quien presidió la aprobación de la ley como presidenta del Senado, en una apasionada defensa de esa ley.

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Copa dijo que beber dióxido de cloro la curó cuando contrajo COVID en el verano de 2020, y que continúa usándolo en su cara y manos en forma de aerosol. Además, agregó que la sustancia ya se vendía clandestinamente, por lo que la ley le dio al gobierno las herramientas para regularla.

“Mi ciudad vive al día, vive del comercio informal. Día que no trabajan, día que no comen. Y en un momento de desesperación, todos consumen lo que pueden”, dijo Copa, quien ahora es alcaldesa de El Alto, una de las ciudades más grandes de Bolivia. "Es mejor que nosotros tengamos una supervisión del dióxido de cloro aquí, a que lo compren en el mercado negro".

Pero la ley hizo más que regular la sustancia. Las universidades comenzaron a producirlo y venderlo. La Escuela Militar de Ingeniería del país, que ya lo había estado "estudiando", comenzó a comercializar y vender productos de dióxido de cloro al público, incluidos aerosoles y collares de "bloqueo del virus" que supuestamente crean una nube antiviral que evita que el usuario contraiga COVID. La venta de esos aerosoles y collares está prohibida en los EE. UU.

El rector de la escuela militar, el coronel Javier Antonio Jiménez Terán, reconoció la falta de evidencia científica que demuestre que el dióxido de cloro es efectivo en el tratamiento del COVID. Sin embargo, insistió, repetidamente, en que el laboratorio de la escuela ha demostrado que la concentración de dióxido de cloro en sus productos no es tóxica. Calificó el dióxido de cloro como una alternativa y dijo que la escuela militar le brinda un servicio al pueblo boliviano al producirlo.

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Jiménez no usa el dióxido de cloro en sí mismo, pues dice tener un sistema digestivo sensible con el que debe ser cuidadoso. Al preguntarle si le recomendaría usarlo a un amigo, nos dijo: "Le recomendaría que haga lo que le dicte el corazón. Porque es un tema netamente de creencia no tener fe en un producto”.

"¿Crees que me importa?"

La fe constituye el núcleo de los esfuerzos para comercializar el dióxido de cloro como un elixir mágico. El hombre al que se le atribuye el descubrimiento de las propiedades curativas de la solución, Jim Humble, afirmó haber tenido una visión al respecto durante una expedición minera en busca de oro a Sudamérica en 1996. Cuando sus colegas contrajeron malaria, les dio gotas del purificador de agua con dióxido de cloro que había llevado. Cuatro horas después, dijo, se curaron milagrosamente.

Humble llamó a su descubrimiento “Solución mineral milagrosa” y comenzó a venderla en África y América Latina como una cura para la malaria, el cáncer y el SIDA. En 2010, fundó la Iglesia de Salud y Sanación Génesis II en Florida para ampliar su esquema de marketing y eludir a las autoridades reguladoras federales de EE. UU.

“Inmediatamente empezamos a pensar: 'Bueno, arremeterán fuertemente contra nosotros, no podemos iniciar un negocio. Creemos una iglesia’", dijo el cofundador de la iglesia Génesis II, Mark Grenon, en una entrevista de 2020 con el programa de entrevistas We Are Change. "Según la Primera Enmienda en Estados Unidos puedo hacer esto y nadie puede detenernos".

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Las autoridades reguladoras federales en EE. UU. emitieron la primera de muchas advertencias públicas sobre la "Solución mineral milagrosa" en 2010. Consumirla es "lo mismo que beber lejía", advirtió la FDA nuevamente en 2019. "Las instrucciones del producto instruyen a los consumidores a mezclar la solución de clorito de sodio con ácido cítrico, como jugo de limón o lima... antes de beberla", dijo la agencia. "Cuando se agrega el ácido, la mezcla se convierte en dióxido de cloro, un potente agente blanqueador".

Sin inmutarse, los promotores de la “Solución mineral milagrosa” se dirigieron a los padres de niños autistas a través de grupos privados de Facebook y canales de redes sociales. Alientan a los padres a dar a sus hijos autistas la solución de dióxido de cloro de forma oral, a través de enemas y en baños para "curarlos". (El autismo no es una condición que se pueda curar).

"Destruyen la vida de los niños", dijo Amanda Seigler, quien dirige un grupo de apoyo para padres de niños autistas en EE. UU. Después del diagnóstico de su hijo, ella buscó ayuda en línea y encontró sitios que alegaban que el autismo es causado por un parásito que el dióxido de cloro podía matar. “Gracias a las redes sociales y el internet, estas personas pueden llegar a todos, de todas las clases sociales”, dijo Seigler.

La pandemia ofreció a los promotores del dióxido de cloro una nueva audiencia entre quienes estaban desesperadas por sobrevivir.

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El rostro de este movimiento en América Latina es Andreas Kalcker, un alemán autoproclamado investigador de biofísica, quien fue nombrado “arzobispo” de la Iglesia Génesis II en 2013. Con un gran dominio del inglés y el español, Kalcker es un orador carismático que promueve el poder “terapéutico” de la solución de dióxido de cloro. Cobra 575 dólares por persona para asistir al "Instituto Kalcker" y aprender sobre la "terapia oxidativa", y ofrece consultas en línea de 15 minutos por 50 dólares. En 2020, fue invitado de honor en la Escuela Militar de Ingeniería de Bolivia.

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La Paz, capital de Bolivia. En octubre de 2020, Bolivia legalizó la producción y venta de dióxido de cloro para fines medicinales. Foto: Jika González/VICE World News.

Aunque Kalcker se promociona a sí mismo como doctor, su supuesto doctorado le fue otorgado por la Open University of Advanced Sciences [Universidad Abierta de Ciencias Avanzadas], una empresa de Florida que no tiene acreditación académica y anuncia clases sobre temas sobrenaturales como hipnosis, sueños lúcidos y técnicas para el superaprendizaje. (No está claro cómo inscribirse a las clases). Después de que la empresa publicara una carta en su sitio web en la que se desmarcaba de la Iglesia Génesis II, Kalcker eliminó de su sitio web las referencias a la Open University of Advanced Sciences. En su lugar, ahora anuncia tener un título honorífico de una escuela en línea en México.

Cuando lo contactamos por video, Kalcker vestía una bata médica blanca y tenía equipo de laboratorio en el fondo. La conversación comenzó de manera amistosa, pero rápidamente nos acusó de estar en su contra cuando comenzamos a interrogarlo sobre sus acreditaciones. Dijo que su título de la Open University of Advanced Sciences no es "relevante", que el dióxido de cloro ha salvado miles de vidas y que VICE World News es culpable de "causar la muerte de mucha gente". Kalcker también insiste en que él recomienda usar dosis pequeñas que no dañarían a nadie.

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“Intentaron cazarme durante 14 años, pero ¿crees que me importa? No hice nada malo, pero tú sí lo harás", dijo Kalcker, antes de colgarnos.

"Nos quieren esterilizar"

El movimiento a favor del dióxido de cloro ha ganado mucho terreno en América Latina. En Argentina, un popular presentador de televisión bebió dióxido de cloro en televisión en vivo, y un juez ordenó que un hospital administrara dióxido de cloro vía intravenosa a un paciente con COVID; aun así el paciente murió. En Colombia, una conocida modelo/DJ lo promocionó en Instagram. Beber dióxido de cloro se convirtió en una moda pasajera entre la gente adinerada de México, y los alcaldes de México y Ecuador comenzaron a distribuirlo. En mayo, el Congreso de Perú votó para investigar si beber o inyectarse dióxido de cloro podría curar el COVID.

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La red antivacunas y de desinformación que promueve el dióxido de cloro, COMUSAV, que Kalcker ayudó a fundar al inicio de la pandemia, ha ganado más de 200.000 seguidores en sus canales de redes sociales, desde Facebook hasta Telegram, y ha abierto filiales en 21 países. COMUSAV difunde una variedad de teorías de conspiración en las redes sociales, desde la vacuna “genocida” hasta los peligros de la red 5G. Los evangelistas del grupo, muchos de los cuales anuncian sus consultas personales, son una colección de "sanadores" homeópatas, activistas de extrema derecha y médicos auténticos.

Su narrativa conspirativa acerca de que el sistema de salud está ocultando algo a propósito con su condena al dióxido de cloro encontró gran resonancia particularmente en Bolivia. La desconfianza en la medicina occidental, dijo Soria, el epidemiólogo boliviano, se remonta a una campaña estadounidense de la década de 1960 para distribuir anticonceptivos en las zonas rurales indígenas de Bolivia. La idea era reducir la tasa de natalidad y, con ello, abordar las altas tasas de mortalidad materna e infantil. Los lugareños no lo vieron de esa manera.

“La percepción de la gente fue: 'Nos quieren esterilizar. Quieren tomar nuestro país”, dijo Soria. “Esa lógica empezó a crecer y crecer, y la resistencia contra el sistema de salud sigue latente”.

El ingenioso mensaje de que el dióxido de cloro está fuera del sistema lo ha ayudado a evitar ser percibido como un medicamento occidental, a pesar de su naturaleza química y que sus raíces están en Florida, dijo Soria. En lugar de eso, se ha anunciado como una medicina alternativa, más en línea con las hierbas indígenas, la hoja de coca y el eucalipto, que durante siglos se han utilizado en Bolivia con fines medicinales.

El coronel Enrique Bustamante, quien supervisa la investigación y producción de dióxido de cloro de la Escuela Militar de Ingeniería, incluso describió el dióxido de cloro como una "medicina natural" que es similar a beber té.

Muchos no estarían de acuerdo.

Un tóxico muy irritante

En abril, un gran jurado federal en Miami acusó a Grenon, cofundador y "arzobispo" de la iglesia Génesis II, y a sus tres hijos por "vender dióxido de cloro tóxico como una cura ‘milagrosa’ falsa para el Covid-19", citando los reportes de “personas que requirieron hospitalizaciones, desarrollaron afecciones potencialmente mortales e incluso murieron” después de beber su solución. Grenon aún no ha comparecido por los cargos que le imputan, pero en una carta inicial a la corte dijo que ellos "obedecen a Dios y no a los hombres".

En Argentina, las autoridades están investigando a Kalcker por vender una sustancia venenosa, luego de la muerte de un niño de 5 años cuyos padres le dieron dióxido de cloro. Kalcker le dijo a VICE World News que no ha hecho nada malo y que no le importa si le levantan cargos.

La desinformación en internet con respecto al COVID sigue fuera de control. Facebook tomó medidas drásticas contra COMUSAV este año, después de que el grupo publicara durante meses con toda libertad. Desde entonces, el colectivo ha migrado al servicio de mensajería Telegram, que no tiene una política de desinformación. Hasta el día de hoy, los videos de quienes promueven el dióxido de cloro proliferan en Facebook e Instagram.

El Dr. Antonio Viruez, que trabaja en la unidad de cuidados intensivos para COVID en el Hospital del Norte de Bolivia, dijo que el COVID es bastante difícil de manejar sin la carga adicional de la intoxicación por dióxido de cloro.

“El dióxido de cloro es un tóxico muy irritante. Es como la gasolina”, nos dijo Viruez. "Cuando se administra el dióxido de cloro por forma intravenosa, comienza a sangrar el paciente por los ojos, comienza a sangrar por la zona para orinar".

De los cinco pacientes con COVID que ha tratado y que consumieron dióxido de cloro, los cinco murieron, dijo.

Cuando VICE World News lo visitó, Viruez estaba tratando a un hombre que había bebido un litro y medio de dióxido de cloro antes de ingresar a la UCI. Nos dijo que el paciente había retrasado su ingreso al hospital debido a la creencia de que el dióxido de cloro lo salvaría, lo que empeoró su condición. El hombre murió dos días después.

"Nos sentimos cansados. No puedo negar eso”, dijo Viruez. "La medicina es cuestión de ciencia, no de mitos".