Ser un sintencho es una experiencia muy dura para cualquiera que la sufra. Cuando te ocurre de joven, además, te ves obligado a madurar prematuramente.Este año, en el Reino Unido, 103 000 jóvenes menores de 25 años solicitaron ayuda a sus ayuntamientos porque se encontraban sin hogar. Un tercio de los sintecho de España tiene menos de 30 años, y en los Países Bajos, el número de jóvenes sin hogar se ha triplicado en los últimos tres años, según la Oficina Central de Estadística neerlandesa.
La organización Back Up, en la ciudad holandesa de Utrecht, ayuda a los jóvenes sin hogar. A través de ella conocí a Denice*, Sam* y Robin*, que me contaron cómo es intentar estudiar cuando no tienes un hogar.
Robin. Foto por Djanlissa Pringels
Robin*, 25 años

Publicidad
Denice. Foto por Djanlissa Pringels
Denice, 23
Publicidad
Después de cuatro noches, pude ir a un refugio para personas sin techo. Durante el día, seguía yendo al trabajo y a clase y fingiendo que todo iba bien. Las noches eran un infierno. Yo era la más joven del refugio y una de las pocas mujeres, por lo que estaba siempre en el punto de mira de los hombres. Me sentía muy insegura y me pasaba horas llorando.Estudiar en el refugio fue todo un reto, también. No es fácil concentrarse en una sala llena de hombres fumando maría y haciendo ruido. Me centré en los estudios porque me daban un motivo para seguir viviendo. Hace unas semanas, me mudé a un pisito en el que, por primera vez en muchos años, me siento segura. Además, estoy a punto de graduarme. Un asesor me está ayudando a librarme de mi deuda. Estoy feliz de poder dejar atrás esta etapa de mi vida. Espero poder volver a confiar de nuevo en la gente y ser capaz de pedir ayuda antes, la próxima vez.
Sam. Photo by Djanlissa Pringels
Sam*, 21
Publicidad
Decidí apuntarme a otro curso porque así me darían una beca de estudios. Como no encontré una habitación inmediatamente, me quedé tres meses en un centro de crisis. Luego viví en casa de los padres de mi novia, pero no podía empadronarme en su casa porque tenía una deuda tremenda y tenían miedo de que se presentara allí un cobrador.Tampoco querían que estuviera allí cada noche, así que pasé mucho tiempo dando vueltas en busca de un sitio para dormir. A veces tenía que pasar la noche en la calle. No podía dormir, ni quería, así que fumaba maría hasta que se hacía de día.Por aquel entonces estaba haciendo un curso de gestión y procuraba hacer siempre los trabajos que pedían. Pero cuando me tocaba dormir en la calle, me presentaba en clase con un colocón del quince. En esos casos, mi mentor, que conocía mi situación, me dejaba echarme una siesta en la sala de informática.Nunca me vi como un sintecho. Siempre he procurado tener dinero y no tener que pedir. Me duchaba en casa de mi novia y llevaba un cepillo de dientes conmigo. Si necesitaba comida, salía a comprarme algún plato precocinado en el súper y les pedía que me lo calentaran. He comprobado que mucha gente está dispuesta a ayudarte si no te da miedo pedirlo.Los estudios fueron mi salvación, pero no ha sido nada fácil. Cuando te quedas sin casa, el dinero es tu principal preocupación. Todo empieza a girar entorno a cómo apañártelas para llegar a fin de mes y comprar los libros de clase, que son carísimos.Todavía no me estresa demasiado la deuda que llevo acumulada. La pagaré cuando salga de la calle. Mi sueño es empezar en el mundo del hip-hop, pero primero tengo que acabar los estudios para nunca tener que volver a vivir en la calle.*Se han cambiado los nombres. Para una mayor claridad, se han editado las entrevistas.Este artículo se publicó originalmente en VICE NL.