Así éramos en Tuenti
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Marca España

En Tuenti éramos nosotros mismos, no quienes fingíamos ser

Salvo algunos espabilaos, crecimos creyendo que las redes sociales no eran más que un diario de vida digital.

El otro día le pregunté a un adolescente con 100 k en Instagram qué estaba haciendo mal para no tener tantos seguidores como él. Me respondió que el problema era que los nacidos en los 80 y principios de los 90 utilizamos Instagram "como si fuese Tuenti cuando los móviles no tenían cámara delantera". Y tiene toda la razón.

Salvo algunos espabilaos, crecimos creyendo que las redes sociales no eran más que eran un diario de vida digital. Nadie nos dijo que podían ser -que eran- un escaparate para nuestra "marca personal". Ni siquiera nos comentaron que éramos o teníamos que ser una "marca personal" en lugar de una persona.

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Fuimos la primera generación que tuvo que aprender a relacionarse con pantallas de por medio y a construirse una identidad digital y lo hicimos lo mejor que pudimos. Nuestra escuela fue "el Tuenti". Y digo el Tuenti porque era "el" Tuenti, con artículo delante.

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El Tuenti cerró como red social en agosto de 2017 —sobrevivió como compañía telefónica, qué paradoja—, y eliminó todas las fotos que estaban alojadas en su dominio. Pero, antes de mandar definitivamente a la mierda nuestra adolescencia, nos dio la oportunidad de descargar las imágenes. Y, como la tendencia a la nostalgia aumenta exponencialmente con los años y ya vamos teniendo algunos, algunos de esos "nacidos en los 80 y principios de los 90 que usamos Instagram como si fuera Tuenti cuando los móviles no tenían cámara delantera" lo hicimos.

Tuenti molaba porque no tenía filtros. En ningún sentido. Era costumbrismo puro y todavía no le temíamos a la huella digital

Volvimos entonces al teenager que fuimos. Al flipe que supuso la existencia de una página web que nos conectaba con el mundo cuando salíamos del instituto y mezclaba lo mejor de todas las redes sociales y herramientas de comunicación existentes hasta entonces: el chat de MSN, las fotos y estados de Fotolog y los likes de Puntuamicuerpo.com…

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Repasando las 10.000 fotos que contenía el ZIP de Tuenti, nos dimos cuenta de que salimos abrazando a gente a la que ahora evitamos saludar por la calle. Y que quedábamos con los amigos que conservamos de entonces en lugar de poner excusas baratas para quedarnos en casa haciendo scroll en Instagram y viendo a esos mismos amigos pero a través de una pantalla.

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Tuenti no tenía filtros. En ningún sentido. Era costumbrismo puro y todavía no le temíamos a la huella digital, así que subíamos fotos bebiendo, fotos fumando, fotos bebiendo y fumando y fotos bebiendo o fumando en bares porque aún se podía fumar en los bares. En Tuenti no parecíamos, como en Instagram: en Tuenti éramos.

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Y éramos muy jóvenes y vestíamos muy raro. Llevábamos leggins y manoletinas y gorras trucker. Salíamos siempre de fiesta con una cámara compacta que generalmente sólo poseía un miembro de nuestro grupo, que la mañana siguiente a la noche de farra recibía mensajes privados metiéndole prisa para pasar las fotos al ordenador y subirlas. Porque en los tiempos de Tuenti había que pasar las fotos al ordenador para subirlas, previa edición en Picasa si eras muy pro, y muy pro significaba hacer virguerías como éstas.

En Tuenti no parecíamos, como en Instagram: en Tuenti éramos

Como todo era nuevo, funcionábamos a base de prueba error y nos convertimos en los primeros analistas de social media. Llevábamos un control exhaustivo de cuánto nos subían las visitas al perfil después de colgar fotos de fiesta, etiquetábamos a nuestros colegas en imágenes para aparecer en más perfiles y que nos subieran los likes, comprobábamos si tenían más engagement los estados con canciones de los Strokes o con temas de Quique González sin saber lo que era el engagement… Teníamos intacta nuestra inocencia digital.

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Si repasamos las fotos de entonces comprobaremos también que nuestro ego ha ido creciendo a la par que se ha ido desarrollando la tecnología. La mejor prueba de ello es que nos hacíamos fotos en grupo. Todo el rato. La red social de la Polaroid o nuestra manera de interaccionar en ella ha fomentado el egocentrismo. ¿Quién se hace fotos en grupo y las cuelga en Instagram?

Como todo era nuevo, funcionábamos a base de prueba error y nos convertimos en los primeros analistas de social media

En nuestra maldita "marca personal" no tiene cabida nadie más que nosotros mismos, si acaso Tailandia, los desayunos chulos o los vinilos que nunca hemos escuchado pero quedan de puta madre en la estantería. En los tiempos de Tuenti nadie decía "postureo", y es bonito creer que era porque no existía. Benditos 2000 y pico.

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Después llegaron Facebook y Twitter y lo mandaron todo a la mierda. Nos hicimos una cuenta de Gmail porque nos daban vergüenza las barras bajas y los números de la que teníamos en Hotmail, que a su vez era la que estaba asociada a Tuenti. Y olvidamos la contraseña de esa cuenta, olvidamos Tuenti y olvidamos al adolescente que fuimos, como Andy en Toy Story 3.

En algún momento dejamos de hacernos fotos en los botellones e incluso de hacer botellones. Dejamos también de hacernos fotos en grupo, y de hecho el grupo empezó a ser cada vez más pequeño. Empezamos a creer que no solo teníamos que tener una opinión sobre todo, sino que teníamos que hacérsela saber a nuestros colegas en las redes sociales.

Lo que obviamos es que nunca vamos a molar tanto como en los tiempos de Tuenti. Y que las fotos de botellón, copa en mano y rodeados de colegas, son la mejor marca personal que uno puede forjarse

Cambiamos los collages del Picasa por fotogramas de series o pelis de culto. Las canciones de los Strokes por vídeos de Rufián o TED Talks. Todo sea por demostrarle al mundo que molamos más de lo legalmente permitido.

Lo que obviamos es que nunca vamos a molar tanto como en los tiempos de Tuenti. Y que las fotos de botellón, copa en mano y rodeados de colegas, son la mejor marca personal que uno puede forjarse. La mejor huella digital.