
No importa cuánto insistan en ello los cristianos devotos, no todas la criaturas del señor son agradables. Existen algunas cuantas que francamente son repulsivas. Organismos perturbadores que ponen en duda la estabilidad mental del creador y evidencian que, si es que en verdad existe, definitivamente es un tipo bien torcido.Me refiero al oscuro reino de los gusanos parásitos. El grupo taxonómico que comprende a las tenias y sus semejantes. Lombrices lyncheanas como las que aparecen en Dunas, sólo que, en lugar de enterrarse en la arena como sucede en la película, lo hacen en tu intestino. Seres planos, blancos y babosos que penetran el cuerpo como larvas o huevos, se desarrollan en tu interior y, anclándose con sus poderosos ganchos bucales al tejido, lo transforman en su placido hogar.El segundo día de la invasión que sufrió mi persona por un ente invertebrado, la roncha amaneció más grande y roja. Ahora era aproximadamente del tamaño de una moneda de quinientos pesos. También me picaba más que antes. Sin embargo, aún me autoconvencía con la teoría de que no se trataba más que de un piquete. Podría ser de un zancudo. Quizás lo que sucedía era que me había producido algún tipo de alergia.Cuando estudias biología llegas a conocer de cerca a la fauna desquiciada que, a la manera de Alien, depende de colonizar a otros seres vivos para poder existir. Cobras conciencia de que las fresas, la nariz de tu perro o la empanada de la esquina son vectores potenciales de decenas de especies de platelmintos, lombrices y protozoarios a los que les fascinaría intervenir tu intimidad visceral y compartir tu cuerpo. Observas sus contornos inquietantes flotando dentro de frascos de formol amarillento y te preguntas qué tan efectivas serán las normas de higiene bajo las que riges tus actividades cotidianas. ¿Desinfectaste la lechuga? ¿Besaste a tu gato? ¿No te lavaste las manos después de viajar en metro? ¿El panadero se rascó las nalgas mientras preparaba tu pastel de pollo?
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