Tony Tulathimutte en una foto retocada y en otra que no fue retocada.
Foto de Tony Tulathimutte.
Salud

El retoque fotográfico es la nueva rutina de cuidado de la piel

La cara de todos se ve exactamente igual si le haces un acercamiento del 500 por ciento: curvilínea y abstracta, como un muy divertido parque skate.

Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.

Recientemente, comencé a tomar fotos de autor para mis amigos y estudiantes como una actividad extra, principalmente para que el costo de mi nueva cámara se convirtiera en un gasto comercial. Los escritores no salen con mucha frecuencia a que les de el sol, y cuando los colocas frente a una cámara, actúan como si hubieran sido golpeados por el Ojo de Sauron. Así que también he estado haciendo muchos retoques digitales y me he divertido mucho en el proceso.

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Por lo general, cuando oigo hablar del retoque fotográfico se trata de críticas en contra de la promoción de estándares de belleza poco realistas. Aplicaciones como FaceTune y Meitu han automatizado y extendido esta práctica a las selfies, y la mayoría de las cámaras de los teléfonos inteligentes más actuales realizan todo tipo de ajustes secretos a sus fotos en el momento en que las tomas, por lo que las fotos 100% naturales podrían dejar de existir en muy poco tiempo. Sin embargo, cuando yo trabajo en una foto, no tengo ningún interés en hacer que alguien se vea más pálido o más delgado. Lo que hago es algo más parecido a una rutina de cuidado digital de la piel: me esfuerzo porque los escritores se vean menos cansados.

Cuando trabajo en mis fotos, lo que más uso es la herramienta de pincel corrector en Adobe Lightroom, que te permite tomar de la imagen una parte de piel más suave y colocarla sobre otra, en un esfuerzo por hacer que no parezca que tiene la textura de una fruta: mejillas porosas, puntos negros en la nariz, irregularidades en frente y barbilla como la cáscara de un aguacate. Al hacer clic sobre una mancha, ésta se desvanece; si al hacerlo se escuchara el sonido de un pequeño y mágico chasquido sería el videojuego más adictivo conocido por Dios o el hombre. Haces clic y arrastras, y puedes quitar las bolsas debajo de los ojos. A veces, el algoritmo se confunde y trasplanta una fosa nasal a la frente, o un ojo al pómulo, pero es fácil de arreglar. Puedes neutralizar el enrojecimiento con un tinte verde de -45, un pincel de exposición de +.5, y es genial realzar los ojos aumentando un poco los reflejos y la saturación. Es posible que deje un grano si creo que tiene personalidad. El Virgo que llevo dentro ama estos delicados aspectos. No creo que haya mucha poesía detrás de esto, nada que sea demasiado simbólico, solo se trata de poner mucha atención a las espinillas, la zona T y las pequeñas imperfecciones.

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Parte de la razón de que me guste hacer retoques es que se trata de algo completamente opuesto a mí. Tengo una aversión patológica a lo artesanal, hasta el punto en que casi repruebo el segundo grado porque no había manera de que me hicieran tocar un crayón y hacer dibujos. (Lo cual fue considerado como una prueba de inmadurez emocional). No sé nada sobre encuadre o composición, ni siquiera sé lo suficiente como para notar lo malo que soy, lo cual se siente bastante bien. Tal vez, en realidad, no estoy defendiendo el retoque fotográfico y más bien defiendo el ser entusiasmadamente malo en hacer las cosas.

Es cierto que soy muy obsesivo buscando imperfecciones; si encuentro un rastro de un pelo enterrado en cualquier parte de mi cuerpo, cancelo mis planes de la tarde para pasar unas cuantas horas tratando de sacarlo con mis uñas. Entonces, de repente, me dan las 3 de la mañana y miro fijamente a un espejo de cuerpo entero en la oscuridad pensando en el momento en que mi madre me dijo que no tenía novia porque siempre me estaba tocando la cara. No sé qué tengo en contra de las imperfecciones, pero, como alguien que trabaja desde casa, ese no es mi mayor problema con el contacto personal, y hay varias maneras más en que pierdo el tiempo mirando cuerpos en mi computadora.

La manera en que percibes un retrato que estás retocando es prácticamente lo contrario a ver pornografía. Utilizas ambas manos, y no es fácil excitarse mientras ajustas la opacidad de la máscara sobre los poros de la nariz. Pasas una o dos horas examinando la misma imagen fija, no sólo la ves, sino que trabaja sobre cada pulgada de ella. La cara de todos se ve exactamente igual si le haces un acercamiento del 500 por ciento: curvilínea y abstracta, como un muy divertido parque skate.

Cuando trabajo en mi propia cara, me familiarizo con nuevos e interesantes pliegues y sombras. Reviso para ver si algunas de las marcas que me he hecho al apretar y exprimir mi cara han causado algún daño permanente, y si es así, intento desaparecerlo. Aunque no puedo decir qué efecto ha tenido esto en mi vida romántica, trato de no llevar los retoques demasiado lejos, porque no quiero hacer la versión fotográfica de escribir un fanfic de mí mismo, y porque mi cara y yo hemos tenido una larga enemistad, pero también hemos llegado a respetarnos mutuamente. No somos tan diferentes, mi yo de las fotos y yo. Cuantas más imperfecciones temporales eliminas (erupciones, manchas de grasa, pelusas de suéter), más fácil es ver a la persona engañosamente estable que está allí.