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¿Por qué esta generación está aburrida con la vida?

Ya nada nos interesa, estamos hartos de sentir y aburridos de vivir.

Difícilmente pasa un día sin que salga una noticia en los periódicos o en la televisión sobre algo shockeante o deprimente sobre los "millennials". Somos una generación que está siendo analizada en tiempo real. Nuestro comportamiento y decisiones están siendo constantemente compilados en infografías que nos declaran como los más vegetarianos, impotentes, y abiertos en cuestión de género de toda la historia. Sin embargo, la semana pasada fueron publicados los resultados de una encuesta con una conclusión lo suficientemente alarmante como para hacerme sentar y reflexionar… por lo menos durante dos o tres minutos. Aparentemente, dos de cada tres millennials están "aburridos con la vida". El 27% está aburrido con la televisión, uno de cada seis está aburrido de las redes sociales, 25% nos aburrimos tratando de conciliar el sueño. Hemos perdido el interés en todo. Estamos hastiados de sentir. Aburridos con nuestro ser.

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Hay algo en esta frase, "aburridos con la vida", que es alarmante. Es una afirmación cortante a la cual parece que le faltaran algunas palabras. Es como una conclusión desesperada a la que se llega después de varios intentos previos por definir el problema real. Porque una cosa es estar aburrido de las matemáticas o estar cansado de los programas de televisión, pero estar aburrido con la existencia, es rechazar absolutamente todo elemento de nuestro universo conocido. Y digan lo que quieran sobre la vida, pero sin duda hay suficientes cosas para mantener a una persona ocupada entre su nacimiento y su muerte.


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Cuando evalúo mi experiencia de vida, lo que siento día a día, mi instinto me hace decir 'no', 'no estoy aburrido con la vida'. Evidentemente hay muchas cosas que están pasando. En un día común y corriente hablo con gente interesante, leo sobre los hechos que hacen sufrir al mundo, sobre política y la farándula, y veo videos de go-pro sobre osos que persiguen ciclistas. Usualmente tomo diferentes tipos de bebidas calientes, a veces me fumo uno que otro cigarrillo y después me arrepiento, como nueces y a veces una que otra porquería. En las noches me tomo una cerveza o miro episodios viejos de Catchphrase y a veces me voy a un bar, pretendiendo no estar cansado. Y eso es sólo lo que hago. Dentro de mi cabeza, también, todo es una montaña rusa. Me siento feliz cuando me veo con mi novia, triste cuando veo mi barriga, molesto cuando leo las secciones de opinión, estresado cuando intento hacer huevos poché, me río cuando estoy con mis amigos y lloro dos o tres veces al año. A veces todo es un poco agotador, pero nunca aburrido.

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Como todas los jóvenes, tengo problemas para comprometerme con una actividad. Por ejemplo, me cuesta mucho trabajo terminar un libro. En este momento mi maleta tiene dos clásicos de Penguin y una historia relativamente corta de afrofuturismo que me dieron de Navidad. Todos me gustan pero cuando leo más de tres páginas empiezo a sentir hilos invisibles que hacen que mis ojos y mi cabeza se alejen del libro y se concentren en otra cosa. Obviamente, la culpa de esto la tienen los smartphones. No es nada novedoso decir que nuestros cortos lapsos de concentración los produce la constante interacción social móvil; aunque de eso no es lo que se trata este texto. Al aburrimiento no necesariamente es sinónimo de falta de concentración. El aburrimiento es la ausencia de interés o la ausencia de cosas para estar interesado. El aburrimiento es una mirada vacía hacia el vacío.

Y esa es la pregunta: ¿cómo es posible que una generación que tiene más cosas para hacer que todas las anteriores diga que está aburrida con la vida? ¿Es posible que hayamos creado un nuevo tipo de aburrimiento? Un aburrimiento nacido de una vasta cantidad de opciones en vez de la ausencia de las mismas. Cuando pienso en lo que siento en un día normal, casi siempre hay una sensación persistente de querer hacer algo más. Quiero hacerme un café, o volver a revisar Twitter, o quiero cambiar de música. La enorme biblioteca de Netflix se ha convertido en una lista de cosas por hacer al igual que mis artículos guardados para ver después. Este aburrimiento se manifiesta entonces como una inquietud (en el sentido literal de la palabra); se trata de estar menos "aburridos con la vida" pero más ansiosos esperando a que la vida ocurra. Este aburrimiento tenso e inacabable me parece, más bien, una técnica de supervivencia. La única forma con la que podemos asumir la enorme cantidad de contenido que quiere captar todo el tiempo nuestra atención es la constante rotación de actividades a las que les dedicamos nuestro tiempo. Es un ruido blanco que hemos desarrollado para bajar el volumen de todo lo que ocurre al mismo tiempo, todo el tiempo.

via pixabay

Con todo esto en mente, podríamos decir que el aburrimiento de tipo clásico, es decir, el quedarse mirando por una ventana en un día lluvioso, es casi un regalo. En un artículo publicado por The Guardian el año pasado, Gayatri Devi, una profesora asociada al departamento de Inglés de la Universidad Lock Haven, describió el aburrimiento como "el último privilegio de las mentes libres". En sus palabras, el aburrimiento es una "experiencia intensa del tiempo intacto por la belleza, el placer, el confort y todas las demás sensaciones temporalmente saludables". Esencialmente, el aburrimiento real, el verdadero vacío, es prácticamente el único tiempo que le dedicamos a nuestros pensamientos en soledad. Es el único momento en el que nuestros pensamientos pueden andar por ahí, paseando o creciendo uno dentro de otro sin ser molestados por las drogas, el sexo o el fútbol. El estar aburrido de la vida es, claramente, una afirmación infantil y deprimente. Pero el estar aburrido en la vida de vez en cuando, puede no ser tan malo, después de todo.

Fotos vía pixabay.