La quinceañera se sienta en una silla en medio de los invitados. Su padre se acerca, se arrodilla frente a ella y ante la mirada de todos, le cambia los zapatos por unos tacones. Se abre la pista y la festejada baila un vals con padrinos y chambelanes. Después se escucha la música a cargo de un DJ y los vasos se llenan de whisky y aguardiente. La fiesta comienza.***En 2014, la fotógrafa Delphine Blast dejó París y se mudó a Colombia en busca de una aventura. Había escuchado historias de capos de la droga y las FARC, pero sabía que había más que contar del país. Una tarde, mientras caminaba por las calles de Bogotá, se encontró con una serie de tiendas que vendían vestidos de quinceañeras. Era la primera vez que veía algo así. “'¿Qué es esto?', pensé inmediatamente, 'Quiero conocer más'”, cuenta Delphine. Ese fue el inicio de Quinceañeras, serie fotográfica que documenta la celebración de los quince años en países como México, Colombia, Bolivia y Perú.
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La quinceañera, fiesta de quince o XV años, es una tradición celebrada en el mundo latino-hispano para marcar la transición de la niñez a la mujer adulta. Se trata de un verdadero fenómeno social en varios países de Latinoamérica.De acuerdo con Delphine, en el continente la familia es lo más importante. “En Europa es distinto, existe una relación, pero desde los diecisiete años nos salimos de casa de nuestros padres”, asegura. Además, en Europa, no hay nada parecido a las fiestas de quince años. “Creo que en ninguna parte del mundo pasa algo así”. La tradición, además de ser un fuerte símbolo social, es un evento clave en la vida de las jóvenes latinas.Delphine visitó varias tiendas para que le ayudaran a contactar a las familias de las quinceañeras, pero no tuvo éxito, hasta que conoció a Doña Fabiola en el sur de Bogotá, dueña de una tienda pequeña y modesta.“Me interesa esta tradición y quiero saber más“, le dijo Delphine, explicando su interés por esta celebración que nunca había visto. Su intención era encontrar familias y retratar a las festejadas. “Para agradecerles, puedo regalarles fotos a las familias y a usted para su negocio”, le ofreció.Doña Fabiola, aceptó: “Todos los jueves vienen chicas con sus madres a probarse vestidos. Ven esos días”. El trato estaba cerrado.Cada semana, Delphine visitaba la tienda y conocía quinceañeras que buscaban rentar un vestido para su fiesta. “También iban otras chicas a regresar los vestidos rentados”, recuerda. “Fui tantas semanas, que al final Doña Fabiola salía a comer y yo me quedaba atendiendo a la gente”. Le preguntaban precios y Delphine sabía cuánto costaba cada uno. Con el paso de las semanas, su amistad con Doña Fabiola creció y comenzó a contactar a las familias de las quinceañeras.
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“Delphine, necesito tu ayuda”, le dijo una tarde Doña Fabiola, que además de rentar vestidos, ofrecía todo el paquete para la fiesta: comida, meseros, la decoración, fotos y videos. “Tengo un evento y no tengo fotógrafos. Ayúdame y te pago”, le propuso. “No me pagues, pero sigamos con el intercambio: tú me ayudas a encontrar a las chicas y yo con mucho gusto te ayudo”, respondió. “Fui a tomar fotos a la casa de la niña, aún cuando se estaba arreglando”, cuenta Delphine.La celebración en todos los países cuenta con los mismos elementos. Comienza con una misa. La fiesta se lleva a cabo en un salón de eventos, un jardín o en la casa de la quinceañera. “Muchas familias, especialmente aquellas que viven en las condiciones sociales más modestas, no dudan en gastar sumas muy grandes, que pueden exceder el equivalente de 30.000 dólares y endeudarse durante años para ofrecer a su hija la fiesta de sus sueños”, cuenta Delphine.En la fiesta a la que la invitó Doña Fabiola fotografió también a los chambelanes, los mariachis y la ceremonia del cambio de zapatos. Vio a la quinceañera bailar el vals y a los padres tomar mucho whisky y aguardiente, mientras sonaba la música del DJ y los músicos en vivo. Estuvo ahí hasta las dos de la mañana y cuando terminó el evento no pudo tomar un taxi. “Ven a dormir a mi casa”, le ofreció Doña Fabiola. Esa noche durmió entre vestidos de quinceañeras.***“En México —a diferencia de otros países— hacen fiestas abiertas, a las que todo el mundo puede llegar, no hay una lista de invitados”, cuenta Delphine. Ese fue el caso de la fiesta de Rubí en 2016. Los padres de la quinceañera publicaron un video en Facebook invitando a la gente su comunidad, La Joya, en San Luis Potosí. El evento se viralizó rápidamente en la red social y más de un millón de personas confirmaron su asistencia.
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Tras el fenómeno viral se creó el hashtag #LosXVdeRubi. La celebración recibió apoyo del gobierno municipal de La Joya, y distintos medios y marcas se sumaron a la tendencia. El día del evento se registraron 2500 asistentes, según Protección Civil, y un hombre de 66 años murió durante una carrera de caballos. Otro más, de 34 años, resultó herido durante la misma.“He trabajado con cincuenta o sesenta quinceañeras alrededor de Latinoamérica”, cuenta Delphine. Para algunas familias, la celebración es importante, a veces más que el dinero y la salud. “Creo que ahora esto se está perdiendo, el mundo está cambiando, como muchas tradiciones o lenguas que con el tiempo desaparecen”, reflexiona Delphine.Los quince años representan un orgullo para los padres. Según los fotógrafos, “entre más grande sea la fiesta, entre más compartan, más orgullo”.Para las familias esta celebración es un sacrificio y un verdadero ritual. “Cada familia me recibió con un corazón gigante”.
Alexandra, Perú
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Cuando sea mayor, Alexandra quiere ser doctora.
María, México
Stefanía, México
Zaida, Perú
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Cuando sea mayor, Berenice quiere convertirse en contadora.
Ariani, Bolivia
Michelle, Bolivia
Juliza, Colombia
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Cuando sea mayor, Juliza quiere ser azafata.
Mayra, Colombia
Conoce más del trabajo de Delphine Blast:delphineblast.comInstagram.com/delphine_blastSigue a Alejandro en Twitter:@soyalemendoza