Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Singapur es uno de los países más pequeños del planeta. Pero lo que le falta de tamaño, lo compensa en edificios opulentos y masivos que transmiten la riqueza del país, atraen a turistas de todo el mundo y dan a la pequeña nación más superlativos que un anuario de secundaria. Aunque presumen de su puente de doble hélice y de tener albercas en lugares exhorbitantes, la verdadera joya de Singapur es sin duda su enorme aeropuerto, Changi.
Nombrado como el mejor aeropuerto del mundo durante seis años consecutivos por Skytrax –la organización líder en clasificación de aeropuertos– Changi cuenta con servicios, restaurantes y tiendas que van más con un resort de lujo o un elegante centro comercial al aire libre que con un aeropuerto. Incluso apareció en la película Crazy Rich Asians, donde Constance Wu elogió su jardín de mariposas y su cine. Dependiendo de tu perspectiva y de tu cuenta bancaria, este aeropuerto es el pináculo del esplendor o un infierno consumista donde las brillantes distracciones simplemente están ahí para mantenerte ahí y gastar más dinero de lo que tenías contemplado. Durante un viaje reciente a Singapur, intenté probar todo lo que Changi tiene para ofrecer dentro de un tiempo limitado de cinco horas.
Foto del autor
Para ayudarme a emprender mi misión y superar todas las molestas barreras de seguridad, el equipo de prensa del aeropuerto me proporcionó una guía. Llegué una hora antes de nuestra hora programada de reunión para poder almorzar tranquilamente en el centro de vendedores ambulantes de la réplica de la terminal antes de ponerme en modo compulsivo con todas las amenidades. También aproveché la oportunidad para visitar la zona de diversión temática de Mr. Bean y el pop-up de temporada de Harry Potter. Con la panza llena, caminé para encontrarme con Kris Mok, la guía que me acompañaría durante las próximas horas. Kris y yo hicimos nuestra primera parada en un cine gratuito que proyectaba Mission: Impossible - Fallout. Como ya había visto la película y quería apresurarme, solo asomé la cabeza por un segundo para ver a Tom Cruise colgando de una roca, como de costumbre, antes de seguir. Después, paseamos por el jardín de mariposas antes mencionado, donde fui el único que no logró que uno de los insectos posara sobre mí.
Después de una parada rápida en un estanque koi cercano y una estación de muestra de whisky que ofrece micro-shots, llevamos la fiesta a un bar llamado Long Bar, donde me sirvieron un trago de Singapur que me ayudaría con el siguiente paso en el itinerario.
Fachadas que despliegan una romántica escena de balcón con proyecciones. Foto del autor.
Changi ya se promociona como un destino para disfrutar, pero ni siquiera está listo. Más allá de tener una quinta terminal en construcción, se está llevando a cabo un gigantesco "destino de estilo de vida" llamado Jewel que intersectará tres de las terminales de Changi y estará abierta al público que no vaya de viaje en algún momento en 2019. Ante la insistencia de Kris, pasé media hora viendo una presentación sobre Jewel llena de modelos arquitectónicos móviles y estadísticas sobre la capacidad de la estructura del estacionamiento. Estoy bastante seguro de que escuché el discurso que generalmente le dan a los posibles inversionistas y traté de hacerme el sorprendido de manera convincente mientras el presentador explicaba cuántos dólares de turismo más se esperaba que generara Jewel. Sin embargo, internamente, estaba lidiando con los horrores del capitalismo tardío y cómo Jewel jugaría con ellos, mientras que al mismo tiempo pensaba que sus trampolines se veían increíbles y me desanimé un poco ya que no me daría tiempo de usarlos. Nos dirigimos a la segunda terminal. La batería de mi teléfono todavía estaba razonablemente llena, pero no obstante, la enchufé a una estación de carga que utilizaba una bicicleta que vimos y le di algunas vueltas a los pedales. Probablemente solo generé suficiente energía como para tomar algunas fotos en nuestra siguiente parada, el jardín de cactus en la azotea.
Kris me dirigió a una estación fotográfica de "árbol social" donde los viajeros pueden tomarse fotos para que se muestren públicamente en una pantalla gigante de arriba, y las pueden "recuperar" durante visitas posteriores al aeropuerto. No tengo idea de por qué alguien querría hacer esto, pero aún así me tomé una foto con Kris para el recuerdo.
Si lo hubiera planeado mejor, me hubiera vestido mejor para nuestra próxima parada, la piscina del aeropuerto. Sin embargo, las reglas autoimpuestas del día exigían que me diera un chapuzón, así que después de que Kris me aclarara que me podía meter en calzones, me desvestí y me eché un clavado. Me sequé todo lo que pude y pasé a la siguiente terminal con la ropa interior ligeramente húmeda y la esperanza de que mi acto impulsivo valiera la pena.
Foto de Kris Mok
Después de un paseo por un jardín de flores de fibra óptica, le pedí a Kris que me tomara una foto en un gimnasio de la jungla. Intentó convencerme de que el vidrio del piso al techo que había detrás era una "galería de observación", pero la felicité por su ingenioso intento de cambiarle el nombre a las "ventanas".
Foto de Kris Mok
El resto del tour fue un torbellino de actividades que incluyó trotar rápidamente en una caminadora, una ronda de jugar Pac Man, dibujar con crayones en una estación de dibujo, más alcohol, un museo sobre la cultura local de Peranakan, una película estilo Romeo y Julieta proyectada en fachadas de casas, y una siesta de un minuto en la zona dedicada a la siesta en el aeropuerto. A pesar de todo, Kris me tomó fotos alegremente y me llevó a donde quise. Cerramos co broche de oro comiendo un montón de galletas, dulces y muestras de la comida de las tiendas de alimentos tradicionales alrededor de la terminal.
Foto de Kris Mok
Mientras terminaba nuestro tiempo juntos, obligué a Kris a verme cantar en una cabina de karaoke. No me sabía la letra, pero hice todo lo posible por seguir las palabras en la pantalla y pronunciar el más sincero agradecimiento a mi compañera. Mientras cantaba, me di cuenta de que, a pesar de mis ideales zurdos y mis dudas al principio, me la había pasado genial.
Foto del autor.
Al igual que Winston Smith al final de la novela de 1984, mi resistencia finalmente fue derribada y el aeropuerto se abrió camino hasta mi corazón. Independientemente de lo siniestro que me parecen este y todos los demás monumentos al consumismo, estoy seguro de que extrañaré Changi la próxima vez que esté sentado en el piso de otro aeropuerto, comiendo algo común mientras intento cargar mi teléfono en una estación de carga rota y desgastada.
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