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Comida

Las marcas le están poniendo etiquetas "libres de transgénicos" a productos que ni siquiera tienen genes

Ante la preocupación de consumir alimentos genéticamente modificados (transgénicos), las marcas han comenzado a etiquetar sus productos, aunque ni siquiera lo necesitan. Ah, la psicología del consumidor.

Ahora puedes comprar una sal "libre de transgénicos" en el súper. ¿Que qué tiene de interesante? Que esto es una falacia absoluta, pues para que algo transgénico, es decir, genéticamente modificado, tiene que tener genes.

Y la sal no tiene genes. Es básicamente una roca.

Sabemos que la idea de comida diseñada genéticamente en un laboratorio, algo como "comida Frankesteiniana", puede parecer aterradora; sin embargo, aún no hay evidencia sólida que demuestre que los transgénicos sean perjudiciales para la salud humana —todo, hasta ahora, está en suposiciones—. La polémica está más en boga que nunca. Algunos argumentan que los alimentos genéticamente modificados en realidad son una solución sustentable a la preocupante demanda de alimentos en este mundo de recursos finitos y creciente población.

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Por otro lado, muchísima gente está en contra de la comida ganéticamente alterada y, con información o sin ella, están demandando productos libres de GMO's. Por eso, como el Wall Street Journal informa, muchas empresas están optando por incluir la certificación "libre de transgénicos" a sus productos, pues les preocupa mantener contentos a sus clientes. Al igual que como ocurrió con las certificaciones de "orgánico" y "libre pastoreo", el etiquetado "libre de transgénicos" se ha convertido ya en una herramienta de venta que funciona muy bien con los consumidores bombardeados con información sobre cómo las corporaciones "malvadas" están llenándonos con productos químicos nocivos mientras perjudican a los campesinos.

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El problema es que el etiquetado "libre de transgénicos" solo tiene sentido si se aplica a un alimento que en verdad tiene genes que puedan ser modificados.

Bajo la regulación actual muy pocos cultivos son modificados genéticamente, y solo ocho están disponibles comercialmente: maíz, soya, alfalfa, papaya, calabaza de verano, remolacha azucarera, algodón y canola. Además de eso, la mayoría de estos productos ni siquiera terminan en bocas humanas, y en su lugar se utilizan para aceites vegetales y alimentos para animales.

Y, por supuesto, hay dinero de por medio. Si una empresa quiere hacer alarde de su dedicación en la lucha contra los alimentos modificados genéticamente, obtienen un pago de una organización llamada Non-GMO Project, que está comprometida a "preservar y construir el suministro de alimentos no modificados genéticamente, educar a los consumidores, y proporcionar una alternativa verificada a los alimentos modificados genéticamente". A cambio, el Non-GMO Project los etiquetará como "libres de transgénicos" o alimentos modificados genéticamente de "alto riesgo/bajo riesgo".

Puesto que es la única que funciona como verificación por terceros y la única en etiquetar alimentos no transgénicos en América del Norte, está empuñando más y más poder. Esto se debe en gran parte a que los consumidores parecen tomarse esta etiqueta muy en serio, pues las ventas anuales de productos etiquetados como "libre de transgénicos" ha crecido en un 30 por ciento a $ 1.1 mil millones de dólares en el último año.

Como señala el WSJ, incluso las empresas con productos para los que no existen variables transgénicas –como las semillas y la sal– tiene que unirse por temor a que los consumidores favorezcan a los competidores con la etiqueta "libre de transgénicos".

Si bien puede haber un sano escepticismo que rodea a la seguridad de los alimentos modificados genéticamente, el juicio de los consumidores podría estar dañando a los productores que no tienen ni siquiera la posibilidad de usarlos.