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Cultură

¿Por qué la Feria del Libro se puso a hablar de género?

Hablamos con los organizadores y varias panelistas de la feria para saber por qué era importante hablar de género y mujeres en la FILBo, y sí el público realmente está preparado para enfrentarse a estos temas.
Ilustración por Eleanor Doughty

Este año, la Feria del Libro decidió ponerse a hablar de construcción de paz: el acto mismo que la sociedad tiene que ponerse a pensar y a materializar una vez la paz esté firmada en el papel. No sólo fue un enfoque desde la literatura ––que lo hubo, y de sobra––, sino también desde el diseño, el periodismo o el dibujo. Y en gran parte, también desde las voces de las mujeres.

Youtuber a un lado, la Feria puso a la cabeza de su cartel a Svetlana Alexiévich, la Nobel de literatura bielorrusa, y a Jody Williams, la Nobel de paz estadounidense. La primera, una periodista que cuenta las historias del ser humano bajo "la utopía" de la Unión Soviética: las mujeres en la guerra, las generaciones que crecieron en el ocaso de la URSS, los testimonios de un Chérnobil que partió en dos la historia mundial; la segunda, una "hippie" autoproclamada que a punta de activismo logró que Naciones Unidas firmara la Convención sobre la prohibición de las minas antipersonales. Además de las dos Nobel, la FILBo invitó a otras figuras como Marta Sanz, ganadora del Premio Herrante; Nanette Blitz, sobreviviente del Holocausto; Laura Restrepo, ganadora del Premio Alfaguara; y a los editores de Elena Ferrante, una escritora italiana anónima que se ha hecho famosa alrededor del mundo.

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La cantidad de autoras invitadas a la Feria está en comunión ––como me explicaba la editora independiente Carolina Venegas Klein–– con un creciente interés de las editoriales por publicar obras de escritoras. De mujeres. Pero es claro que el fenómeno también responde a un protagonismo en aumento que, ahora más que nunca, estamos reclamando en distintos aspectos de la cultura, la política y la comunicación en el mundo. Eso es innegable.

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Más allá de lo que usted pueda entender cuando escucha o lee la palabra feminismo, seguro que es un término con el que ya está familiarizado. Y la situación no podría ser la misma hace 15 años: todo gracias a una creciente toma de conciencia de actos discriminatorios hacia las mujeres que pasan desapercibidos, a una reflexión en torno a estereotipos que parecen positivos, y al aumento de activistas que de formas cada vez más creativas y multimediales reflexionan sobre el papel de la mujer en la actualidad.

Esos caminos de reflexión que las mujeres en todo el mundo han abierto con los codos tuvieron presencia en varias conferencias en la Feria del Libro 2016: charlas sobre las violencias contra la mujer con Jineth Bedoya, Natalia Ponce de León y Florence Thomas; la forma en que el catolicismo ha construido la imagen de mujer, con Carolina Sanín, Julián Herbert y Tommy Wieringa; la complejidad de la amistad entre mujeres en la obra de Elena Ferrante; el feminismo desde la caricatura y el cómic con Maitena y Vladdo; los testimonios de las mujeres (y de la autora misma) en la compleja obra de Svetlana Alexiévich.

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Además de estas charlas, la Feria puso un gran énfasis en el papel de la mujer como figura central en el conflicto armado y en la construcción de paz en Colombia. Mujeres: narrativas de la guerra, fue una serie de cinco charlas en las que, con el apoyo de ONU Mujeres, varias activistas contaron sus experiencias de construcción de memoria con comunidades en medio del conflicto. Entre las varias panelistas presentes en esta sección estuvo Jineth Bedoya, una periodista, que tras haber sido violada por un grupo paramilitar, se volvió vocera de la lucha contra la violencia sexual. Para ella, hablar de mujeres y conflicto en el marco de la Feria resulta fundamental en el proceso de construcción de memoria en el país.

"En Colombia, los colectivos de mujeres en las regiones son los que realmente han podido construir memoria y apoyar a sus comunidades, a través del relato, para la no repetición. El trabajo de las mujeres en el país ha ayudado a lograr procesos súper significativos de transformación, y uno de esos procesos tiene que ser la palabra", me dijo Jineth, señalándome que ese espacio de compra y venta de libros es fundamental para acoger esos procesos de palabra.

Por su parte, para la escritora Carolina Sanín, el hecho de que la Feria haya decidido reflexionar sobre el rol específico de las mujeres como necesidad para pensar la construcción de paz, es un indicador de que las cosas van por buen camino. Así me lo expresó en una respuesta que me pidió no editar y que transcribo aquí mismo:

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"Me da esperanza pensar que, en medio de la revisión de nuestras violencias por el proceso de paz, nos estamos dando cuenta de la opresión de la mitad de nuestra población: en la supuesta paz y en la guerra, en todos los ámbitos, los hombres no están compartiendo el mundo con las mujeres y no se está dando igual importancia a una interpretación del mundo desde el punto de vista femenino como desde el punto de vista masculino. Creo que cada vez somos más conscientes de que el último no basta ni para entender el mundo ni para hacer el mundo que queremos".

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Pero, ¿cuál era la idea específica de los organizadores en darle protagonismo al rollo del género y de las mujeres? ¿Tenían en la cabeza lo que Jineth Bedoya y Carolina Sanín me dijeron? Giuseppe Caputo, director cultural del evento, y quien se encargó de curar todo el contenido de las conferencias, me explicó que el interés por darle un espacio propio a las mujeres en la FILBo parte de la necesidad de tener una polifonía de voces en un escenario de posconflicto. "Cuando el Gobierno y las Farc anunciaron de una manera tan concreta la firma de la paz, la Feria Internacional del Libro de Bogotá decidió hablarle a esa posibilidad de un nuevo país. Para ello, pensamos que es necesario, primordial, incorporar nuevas voces a nuestra narrativa como país. Nuevas voces, todas las voces". Por eso, según me explicó, la feria decidió hablar no sólo de mujeres, sino de sexualidades disidentes, de raza y de clases sociales.

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Aparte de las charlas que ya mencioné, y siguiendo con el tema de género, la Feria del Libro ofreció también conferencias en las que se habló del papel de los gays, lesbianas, bisexuales y transgénero en Colombia. El invitado estrella de esta serie de charlas fue Maxim Februari, un filósofo transgénero holandés, quien se sentó en una ocasión con Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt, para hablar de cómo cada uno ha resignificado su cuerpo en función de su género; y en otra ocasión con Marcela Sánchez, directora de la ONG Colombia Diversa, para discutir cómo Colombia y Holanda han reconocido los derechos de las personas con sexualidades diversas.

Para Maxim, quien además durante su estadía en el país visitó colegios y universidades bogotanas como parte de un proyecto de la Embajada de Holanda y de Colombia Diversa, este tipo de charlas permite que las discusiones salgan de la vida académica en la que, él asegura, todos están de acuerdo. "Es un poco peligroso seguir yendo en círculos en discusiones académicas. Es muy importante salir e ir a otras comunidades a hablar en otro nivel. Simplemente hablar sobre tu vida, mostrarles cómo vives, cómo eres, de una forma muy sencilla. Así, la gente, que de otra manera no podría conocer a un hombre trans, conoce la vida de las personas gays y de las personas transgénero".

Ahora bien, una cosa es cómo se piensan estos temas desde su organización y desde sus intenciones iniciales, y otra cosa es cómo los recibe el público. A pesar de que, como asegura Jineth Bedoya, el público ha llenado auditorios enteros, otras situaciones parecerían mostrar cierta resistencia. En una conferencia que tuvo lugar la semana pasada sobre los tabús en el periodismo, cuando Carolina Sanín hablaba de cómo la desigualdad de las mujeres era un tema censurado en los medios, un asistente la interrumpió dos veces calificando su discurso en la segunda ocasión como "feminismo trasnochado".

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Una de las primeras preguntas que surgen es si hubiera pasado lo mismo si la persona que estaba hablando hubiese sido un hombre. Según los locutores del programa radial 'La Luciérnaga', quienes hablaron del incidente, todo se dio porque la escritora estaba acaparando la palabra. En ese sentido, sí, hubiera pasado lo mismo si no hubiera sido una mujer sino un hombre el panelista en cuestión. Sin embargo, no es gratuito que después de decir "Qué pase la palabra", y de pedir que volvieran al tema del que estaba hablando otro de los panelistas, la tercera intervención del asistente fuera que nadie había dicho que el tema iba a ser el "feminismo trasnochado" de Carolina.

Y aunque para Enrique Patiño, jefe de prensa de la Feria, el incidente fue una anécdota al margen, la situación, en realidad, no es ninguna anécdota al margen, sino el reflejo de una resistencia que perdura cuando se habla de desigualdad y de discriminación de género. Basta ver los comentarios que califican de "feminazi" o "exagerada" a cualquiera que se pone a denunciar actos de machismo o a hablar de feminismo, o escuchar los frecuentes "por qué" después de que alguien dice que es feminista. Y tal vez lo más angustiante es que esa resistencia no viene sólo de un asistente en una conferencia, o de un comentario en Facebook, sino incluso de gente dedicada a informar al país, como lo señaló Yolanda Reyes en una columna publicada en El Tiempo. En su columna, la periodista resaltó cómo los periodistas de 'La Luciérnaga' se refirieron a Sanín, hablando del incidente, como "una 'niña' conflictiva y no una líder de opinión que develaba esa discriminación fundacional frente a las mujeres".

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Sin embargo, en medio de la polémica que desató el incidente, y de las varias columnas dedicadas a lo sucedido, lo valioso, según Patiño, es que el debate puso el tema sobre la mesa, y puso el país a hablar de feminismo. Y tiene razón. Independientemente de si a usted le parece que Carolina Sanín es una peleona o no, o de si se declara feminista o no, ya en este punto está al tanto de que hay un debate en el aire, y que tiene que ver con feminismo. Es más, para Giuseppe Caputo, desde el primer momento en que se piensan las conversaciones de la FILBo se apunta a "tener un diálogo afectivo con el mundo, a veces tranquilo, a veces desafiante, que da pie para repensarnos y repensar nuestro lugar en él". Y para Carolina Sanín, quien después de que el asistente la interrumpiera aprovechó para agradecerle por haberla ayudado a demostrar su punto, la cosa funciona más o menos igual. Me lo explicó de la siguiente manera:

"Si bien todavía tengo la sensación de que muchas veces nos dirigimos a un público predispuesto favorablemente, creo que a fuerza de repetir el discurso, y de explicarlo y enunciarlo en distintos ambientes, y aplicándolo a casos concretos, se puede llegar a más personas y, si no a cambiar el pensamiento de los sectores más recalcitrantes, al menos a exponer la invalidez de la actitud excluyente y violenta de esos sectores, y a poner en evidencia su carencia de argumentos".

En últimas, más allá de si el público está de acuerdo o preparado para empezar a hablar del papel de las mujeres en el conflicto, de las identidades de los transgénero, de las violencias de género, o de los derechos de gays, lesbianas y bisexuales, lo importante es que hubo discusión, que se formaron debates, que la realidad, no como hace 15 años, es interpretada desde perspectivas distintas. Que algunas de estas conversaciones de la Feria del Libro hayan generado incomodidad y que las protagonistas de las revistas de cultura hayan sido mujeres (hay que ver el despliegue que le dieron los medios colombianos) es un indicador de que un camino nuevo se está abriendo.

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Si quiere seguir hablando de feminismo puede hacerlo con Tania por acá.