Según su página de inicio, Facebook es una aplicación que nos permite conectarnos con las personas que nos rodean: nuestros viejos amigos del colegio, la vieja bonita de la clase, el primo al que solo vemos cada veinticuatro de diciembre. Y un largo etcétera. Al menos para eso se lo inventó Zuckerberg. Pero ¿no te parece un desperdicio tener una herramienta que nos permite dar un vistazo a las vidas de 1.5 billones de personas en el mundo y utilizarla únicamente para andar chismoseando al vecino? ¿Qué pasa cuando nos arriesgamos a mirar quién está usando este venenoso juguete blanquiazul fuera de nuestro círculo social más cercano?Es entonces cuando nos encontramos con la verdadera esencia de Facebook: grupos que reúnen a completos desconocidos en torno a intereses en común. Son tan diversos que permiten ubicar a un taxista gay que haga carreras a cambio de sexo; averiguar qué piensan los desconocidos de su cuerpo; comprar un tarro de ketamina o simplemente evitar una mancha de aceite que puede hacerlo caer de la moto mientras regresa a casa.
Aquí les presentamos cuatro valiosas lecciones que hemos aprendido tras largas horas scrolleando en los nichos más curiosos de Facebook.
Publicidad