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Pablo Iglesias toma Barcelona

Una crónica del primer mitin del líder de Podemos en la capital catalana.

"Nena, yo quiero uno de esos pañuelos", dice una señora de cuarenta y tantos años que hace cola a solo unos metros ya de la entrada del Centro Polideportivo de la Vall d'Hebron donde está a punto de empezar el primer mitin de Pablo Iglesias en Barcelona.

La tal "nena" es una chica rubia que forma parte de un grupo de varios voluntarios de Podemos que se pasean vendiendo pañuelos morados con el famoso círculo del partido político revelación de los últimos tiempos. En la cola ya esperan miles de personas.

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"¿Cuánto cuesta?", dice un tío a su lado que parece su marido, una especie de rocker desgastado por los años que luce un tupé impecable pero quizá ya demasiado poco poblado.

"Son cinco euros", le responde la voluntaria.

"Mmm… No sé, igual si fuera un poco más abrigado te pillaría uno para ir en la moto…"

Esta costumbrista conversación se ve interrumpida por los gritos de un chaval pelirrojo con una parca verde que viene desde el inicio de la cola. "No perdáis el tiempo, que está lleno y no nos van a dejar entrar. Yo me voy a mi puta casa", viene diciendo con cara de cabreado. La gente no se mueve. Un hombre a mi lado (aficionado a la conspiranoia como se verá) comenta si no será algún infiltrado del PP que solo quiere que la gente se pire y reventar un poco el acto. Este supuesto nuevo pequeño Nicolás pelirrojo, lo tiene bien jodido, porque en realidad tiene razón. El pabellón ya está lleno hace un buen rato y el rocker, su esposa y toda la gente que me rodea, se van a tener que ir a casa sin presenciar un momento histórico para ellos. El primer discurso público oficial del líder de su partido en su ciudad.

Más de 2.500 personas se quedan fuera del acto de Pablo Iglesias en Barcelona — Europa Press (@europapress)diciembre 21, 2014

La pequeña pista de tenis cubierta construida para los Juegos Olímpicos de Barcelona, se le ha quedado pequeñísima a Iglesias. Ante la aglomeración tengo que abandonar mis planes de entrar como uno más entre los simpatizantes de Podemos, anotando mentalmente sus conversaciones para darle color a este artículo, y acogerme a los pequeños privilegios de la clase periodística, entrando por la puerta dedicada a los medios de comunicación.

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Ya me temía que iba a pasar algo así. Vine hasta aquí en metro y los vagones iban completamente petados. Cualquiera que viva o conozca Barcelona sabrá que si coge la línea verde del metro un domingo por la mañana y continúa más allá de Gracia hasta la parada de Vall d'Hebron, no encontrará a mucha gente. Quizá solo se encuentre con trabajadores del enorme hospital que comparte nombre con el barrio y taciturnos familiares de pacientes allí internados. Hoy era bien diferente, predominaba el color morado y la gente estaba animadísima.

Antes de pasar el control de periodistas todavía consigo pillar una perla más.

"¿Qué pasa hoy aquí?", pregunta una señora con abrigo de pieles que pasea un perrete a un abuelo que merodea por la zona.

"Que va a hablar el Pablo Iglesias", le contesta el señor con cerrado acento andaluz.

"Ah, pues vaya", dice la señora desapareciendo más rápido que el Correcaminos.

Entrar en el pabellón impresiona bastante. Salgo directamente a la pista y en las gradas no hay ni un solo hueco. La energía es brutal. Son casi las 12 de la mañana, la hora prevista para que empiece el acto, y todas las miradas se dirigen a una pequeña puerta tras el escenario por la que se supone que saldrá el tío que todos estamos esperando.

La gente se entretiene como antes de un partido de fútbol, cantando himnos, aunque un poco diferentes. En lugar de "Tot el camp, es un clam", las peñas de hoy (que se hacen llamar "círculos") cantan "Sí se puede", "Luego diréis que somos 5 o 6" y otros hits del momento tan jodido que nos está tocando vivir.

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Los asistentes al acto son de todo tipo, tal y como ya os contamos aquí en un artículo anterior. Son tu vecina buenorra de abajo, el quiosquero canoso (aunque hoy no ha podido venir que es día de mucho curro) o tu hermano pequeño. Pero todos están igual de excitados cuando a las doce y unos minutos, rodeado por más de veinte o treinta cámaras, el líder de Podemos sale por la puertecilla. Todo sonrisas y achuchones, selfies y pisotones, Iglesias avanza un metro por minuto. Uno hace valer un poco su metro noventa y cinco y entre la vorágine periodística y groupie, consigo tomar las deficientes fotos que aparecen más abajo.

Hace unos cuantos años vi tocar en este mismo lugar a Marilyn Manson (lo sé, pero estaba acompañando a mi novia de entonces, ¿vale?) y creo que sus fans no le metieron tanta caña cuando saltó del escenario como a este tipo de Vallecas. Esta comparación es un poco topicazo, pero es que es imposible que esta entrada no te recuerde a la de una estrella del rock. Hay mucha emoción en el ambiente y la verdad es que habría que tener el corazón de gelatina para que no se te contagie un poco del entusiasmo.

Las cámaras continúan sacando fotos y vídeos durante varios minutos más, Pablo posa con algunos miembros catalanes de su formación. Ni Monedero, ni Errejón, ni Echenique… Ninguna de las otras estrellas del partido ha venido hoy por aquí. Solo se ve a un lado y ya sentado a Carlos Jiménez Villarejo que habla con algunas señoras que se le acercan de vez en cuando. Pero la sesión de fotos se alarga demasiado y al final los foteros reciben una pitada impresionante del público y optan por retirarse.

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Tras la introducción de Gemma Ubasart, la Responsable de la Secretaría de Plurinacionalidad y Políticas Públicas para el Cambio de Podemos, Iglesias toma la palabra y suelta un "Comença el canvi. Bon día Barcelona", con el que se mete a la gente un poco más profundamente en el bolsillo. Después, ya va a saco: "No he venido a Catalunya a prometer nada a cambio de votos o de favores". La grada estalla.

Da unos cuantos titulares más. Pide a los asistentes que vayan a la manifestación del día 31 de enero en Madrid con la que el partido quiere marcar músculo. "La casta no tiene más patria que su dinero", "El derecho a decidir debe ampliarse, abriendo en proceso constituyente para decidir todo" y "Mientras unos quieren levantar muros, nosotros queremos tender puentes".

Es curioso cómo es imposible separar al político del tertuliano de la tele. Durante todo el discurso, que prosigue dando datos sobre la situación económica de Catalunya y de la ciudad de Barcelona, las alusiones a Eduardo Inda, Alfonso Rojo y compañía son constantes. "Los caniches de los poderosos", los llama Iglesias.

La verdad es que no había estado antes en muchos mítines pero me parece bastante curioso que continuamente los asistentes aprovechen el mínimo silencio en el discurso para gritar cualquier cosa que se les ocurre. Desde "guapo" a "viva la república", pasando por "viva Gamonal", el felipista y con fuerte tufillo retrógrado "queremos un hijo tuyo" o "presidente". Pero Podemos es un partido participativo y no pasa nada. Incluso Iglesias contesta a algunos de estos comentarios con una sonrisa. Todo controlado.

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Al final, el discurso acaba con un "Gràcies Barcelona" y se produce una invasión del escenario a nivel de la ceremonia de clausura de Barcelona 92, mientras suena L'Estaca de Lluis Llach. Pablo se la sabe de arriba abajo. Suelen ponerla al final de todos sus mítines y sonó en la clausura de la asamblea constituyente de Podemos. Y entonces me da por pensar que es posible que el tío que tengo delante cantando puede ser el próximo presidente del gobierno de mi país. Evidentemente no se parece a ninguno de los que hemos tenido hasta ahora y eso me gusta. La gente está ilusionada y eso me gusta. Este tío tiene cabreadísimos y acojonadísimos a mucha gente importante y eso me gusta. Eso son muchos "me gusta".

¿Un tío de Vallecas puede ser el próximo presidente? Joder, eso me encanta.

Quitan la canción antes de hora con un fade-out y entonces empieza la pelea por hacerse una foto con el hombre del día. Lo sacan en volandas por otra puertecilla lateral mientras choca la mano con todo el que se le acerca. Un tío se da la vuelta y dice "no me voy a volver a lavar la mano". Una señora argentina grita "eres pequeño, pero muy grande". Unas chicas se hacen fotos en el estrado que acaba de quedar libre y un jevi le dice a su colega "No me vuelvo a lavar la cara" (yo tampoco lo entiendo).

Ya fuera, intentando mientras camino darle forma a todo esto que os acabo de contar, dos parejas se encuentran. Como diría mi madre, dos matrimonios. Uno de los hombres pregunta "¿Habéis podido entrar?" "Sí", le contestan los otros con un orgullo que se nota. "Vaya, ¡qué suerte!", dice el primero y realmente creo que lo dice de verdad.

Mejor a partir del minuto 31.