FYI.

This story is over 5 years old.

no me hallo

¿Quién salvará el bosque Nixticuil?

Nos internamos al bosque de El Nixticuil, en las afueras de Guadalajara, para conocer al Comité Salvabosque Tigre II y su lucha contra los constructores que han invadido la zona.

Fotos por Héctor Jesús Hernández.

¿Has tratado de apagar un incendio forestal con tus propios recursos, sin apoyo especializado de los bomberos? Pues no es nada sencillo, y menos cuando al hacerlo te enfrentas a guardias de empresas privadas que te persiguen y hostigan para que dejes en paz el fuego. Esto es lo que se vive en el bosque de El Nixticuil, en Zapopan, municipio conurbado de Guadalajara, Jalisco.

Publicidad

Y es que los arbolitos, la fauna silvestre y los mermados cauces de agua no son negocio y los grandes inversionistas encontraron la solución: muchas casas, con cocheras para dos autos y pagadas con créditos que te atan por 20 años o más, suponiendo que los vivas. Casas sobre los árboles, los ríos y los animales, como ha sucedido en el Bosque de Chapultepec, DF; el Bosque de Niebla, Xalapa, y el Bosque de la Primavera, Guadalajara.

La gente del Comité Salvabosque Tigre II, un conjunto de 12 familias cuyos miembros van de los dos a los 60 años, han combatido 200 incendios provocados por empresas inmobiliarias, universidades privadas y bancos transnacionales en El Nixticuil, uno de los principales bosques de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Anteriormente ocupaba un espacio de 27 mil hectáreas, pero el crecimiento de la ciudad ha dejado con tan sólo mil 591 hectáreas catalogadas como Área Natural Protegida.

La defensa que estas personas emprendieron ha sido una chinga, pues trabajan por su propia cuenta y comprando sus propios instrumentos, sin la ayuda de las instituciones públicas de protección al medio ambiente o de apoyo a organizaciones civiles. ¿Por qué? Porque el dinero mueve montañas. En pos del desarrollo urbano los inversionistas pueden pasar por encima de los derechos de todos, con la anuencia y los permisos de los gobiernos en turno, pues resulta que algunos inversionistas también son políticos.

Publicidad

El fraccionamiento La Cima, de la embotelladora AGA; el Corporativo Leaño, de los dueños de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), y el fraccionamiento en construcción Mirasierra, de la constructora GyG, Tierra y Armonía y el banco BBVA Bancomer son algunos de los proyectos inmobiliarios que se desarrollan en el bosque y algunas de estas compañías lograron que los terrenos de su interés no hayan sido considerados dentro de la zona del bosque declarada Área Natural Protegida en 2007, cuando el Congreso de Jalisco aprobó dicha declaratoria.

El otro lado de la moneda

Busqué a los representantes del proyecto conocido como Mirasierra, pero que comercialmente fue rebautizado como Sendas Residencial para quitarse el estigma que ya traía el proyecto por diversos señalamientos de irregularidades.

El director general del proyecto Mirasierra, Joseph Rodrik, de la Operadora Hito, admitió que muchos de los señalamientos de afectaciones a El Nixticuil son veraces y están documentados, pero deslindó las construcciones que su grupo desarrolla de ser parte de esta problemática.

“Algunos constructores se han amparado para poder construir y otros han abusado, hay mucha vivienda irregular en la zona”, me respondió mediante un intercambio de correos electrónicos.

Actualmente, según los datos de Rodrik, hay alrededor de 600 viviendas ya habitadas, y en los próximos años se llegará a tener una población de 15 mil familias “según vayan avanzando las necesidades del mercado en cuanto a espacios habitacionales que requiera la comunidad”.

Publicidad

“El bosque es un área clave en términos físicos y conceptuales del desarrollo Mirasierra, por lo que nosotros como desarrolladores estamos comprometidos a protegerla y preservarla”, recalcó.

Pero tan sólo me hizo falta darme una vuelta para ver cómo un montón de tuberías descargan desechos de las nuevas casas directo al Río Blanco, que está en pleno bosque, sin ningún tratamiento, dándole al entorno ese aroma que mezcla mierda con productos de limpieza característico de las cañerías. Así ha sido por siglos, hasta que a algún genio se le ocurrió que debería ser una obligación tener plantas de tratamiento de aguas residuales en todos los centros de población, cosa que en México no se cumple.

El argumento que utiliza Mirasierra es que no están construyendo dentro del Área Natural Protegida, que cuentan con los permisos de construcción del ayuntamiento y con la validación de la Manifestación de Impacto Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

Pero la banda del Comité Salvabosque, que conoce los niveles de corrupción que hay en este país —somos el último lugar en corrupción de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos —no toma esto como algo del todo respetable, pues afirman que la validación de Semarnat se dio de forma irregular, rechazando una y haciendo inspecciones que no demostraron que hubo incendios en la zona, así como que el ayuntamiento no contempla los daños que se generan al bosque, aunque no se construya dentro de la zona protegida.

Publicidad

Así, han metido denuncias ante todas las instancias posibles, pero siempre se topan con pared, por lo que no les ha quedado más que proteger la tierra con sus manos y recursos. Hacen reforestaciones, combate de incendios y zanjas para retener agua de lluvia y evitar la erosión.

Por su parte, el ayuntamiento se escuda en el mismo argumento de los empresarios: las nuevas viviendas no están dentro del polígono autorizado por los diputados para protección, y de los incendios, cada que sucede uno nuevo promete investigar y tomar cartas en el asunto, pero no lo hace.

Los cambios en El Nixticuil nos chingan a todos

Acompañé al Comité Salvabosque Tigre II un fin de semana al bosque, y ver las casas nuevas, los estragos que han dejado los incendios y los guardias privados. Al centro nos topamos con un muro que dividía un predio llamado Los Guayabos, el cual quedó fuera del Área Natural Protegida, dimos vuelta y encontramos un arroyo totalmente seco, ése, me dicen es “el más grande” de la cuenca del Río Blanco.

Doblamos y ahí estaban un chingo de casas separadas del bosque por una malla ciclónica. Volvimos hacia la camioneta y nos dirigimos hacia el lado poniente del bosque. Ahí se ve el Río Blanco, contaminado con decenas de descargas de agua residual del nuevo fraccionamiento.

¿En qué diferencia el impacto de una colonia como El Tigre II, en donde viven los miembros del Comité Salvabosque y un proyecto para albergar a casi cien mil personas? Tan sólo un ejemplo, los primeros no tienen pavimento, por lo que no afectan los mantos acuíferos, y no tuvieron que incendiar terrenos para poder vivir ahí; los segundos han cambiado miles de árboles por palmeras, y los incendios son cada semana.

Publicidad

El clima fresco que antes sentíamos en El Nixticuil, característico de los bosques de pino que se extienden por todo México, ha disminuido. Ahora sólo en verano podemos ver el pasto verde.

Veo al bosque y pienso en la extensión que antes tenía, en qué chinga le han puesto los constructores en estos últimos años, y entiendo la razón por la cual en la ciudad el calor ha incrementado hasta en tres grados centígrados en los últimos años, según datos de la Universidad de Guadalajara. El Instituto del Medio Ambiente y Comunidades Humanas ha informado que hace 20 años la temperatura promedio era de entre una mínima de 19 y una máxima de 26; ahora está en un mínimo de 22 grados y se han alcanzado temperaturas superiores a los 40 grados.

“Todos los días vemos que asesinan gente por andar haciendo lo que hacemos nosotros”, dice Sofía, una joven de 28 años que forma parte del Comité Salvabosque desde el nacimiento de su lucha, en 2005, año en que maquinaria pesada del ayuntamiento de Zapopan —encabezado en ese entonces por el actual secretario de gobierno de Jalisco, Arturo Jiménez— llegó en la madrugada a talar cientos de pinos y robles. La intención del gobierno municipal en ese tiempo era llevar a cientos de familias a vivir ahí.

Un grupo de madres de familia, al escuchar la tala de árboles, salió a detener con su cuerpo al personal del ayuntamiento. Al día siguiente, el gobierno local “sembró” los troncos talados en la tierra para afirmar que no había sucedido nada, lo que enfureció a los vecinos y los obligó a ponerse alerta.

Publicidad

Desde entonces, se forjó una postura muy clara en el Comité Salvabosque: la relación con el gobierno es confrontativa. No puede ser de otra forma, dicen, pues tanto el ayuntamiento como los gobiernos estatal y federal han autorizado y avalado la disminución de este importante bosque.

“Nosotros no queremos nada con el gobierno, somos autónomos, autogestivos”, dice Adrián, de 28 años, estudiante de una maestría en ciencias sociales y quien es hijo de una de las iniciadoras del movimiento.

Historias de la banda

Sofía y Adrián tenían 19 años cuando el movimiento comenzó. Ellos veían al bosque como un lugar bonito al cual ir a pasear cerca de sus casas. Cuando las madres de familia de la colonia decidieron combatir la tala y la invasión en El Nixticuil, todo cambió en su percepción y la de la generaciones más jóvenes.

“El hecho de ir a hacer trabajo ahí le dio un cambio a la apreciación que los morros tenían del bosque, pues sí era su lugar de juegos y ahí cotorreaban pero ahora también es un espacio propio y ellos lo han entendido muy bien, nosotros mismos hemos aprendido a verlo como un territorio propio, no como el bosque que al principio veíamos que estaba muy bonito, ahora ha adquirido ese sentido político más fuerte de arraigo”, señala Sofía.

A lo largo de nueve años, todos los miembros del Comité Salvabosque han aprendido a apagar incendios, ¿pero cómo se hace cuándo llamar a los bomberos no es una opción? Pues con tutoriales de YouTube, copiando guías, comprando sus propias herramientas que financian a través de ahorros, venta de artesanías, rifas, colectas y fiestas solidarias, pues éstas cuestan entre los 100 hasta los 700 dólares. En estos tiempos, en México a veces resulta más caro matar al fuego que a un humano.

Publicidad

Los incendios son uno de los métodos más utilizados por las empresas constructoras para obligar a las autoridades a otorgar permisos de construcción, pues cuando se quema un bosque prácticamente deja de serlo y se puede cambiar su uso de suelo.

Al principio, me cuentan entre risas, entraban al bosque en sandalias y apagaban las llamas con sus camisetas; algo poco funcional y bastante arriesgado. Ahora cuentan con una motobomba, una camioneta, mochilas aspersoras de 20 litros de agua, una manguera especial y rastrillos para abrir brechas. Pero entre tanto, olvidaron comprar equipo para protegerse a ellos mismos; así, este año juntan para comprar camisolas de algodón —porque las profesionales, de tela nomex, son muy caras—, y mascarillas de protección, porque como dice Sofía,“sin el combatiente de qué chingados nos sirve la herramienta”.

Pero estos chicos no sólo arriesgan sus vidas al apagar incendios provocados, sino que sufren de amenazas y hostigamiento tanto de los policías municipales como de algunos desarrolladores, pues su trabajo para proteger el bosque es contrario al de construir casas para gente rica.

Cada que se internan en el bosque para reforestar, los policías los acosan y les piden identificaciones; incluso cuando han organizado protestas contra las construcciones que atentan contra El Nixticuil, han intentado llevárselos presos, algo que lograron documentar en video en una ocasión.

Publicidad

También me dicen que las llamadas de amenaza no han sido pocas. En una ocasión, en la Semarnat les dijeron “Ya párenle porque se están metiendo en algo grande”.

“Nos queda claro que estamos afectando intereses de gente poderosa. Entonces frente a ese cierto temor que puede causar el sentirte vigilado, a veces pensamos que aquí le paramos, pero no, ni madres. Vámonos pero con cuidado, tomando las precauciones que sean necesarias para correr el menor riesgo que se pueda”, relata Sofía.

“El bosque es nuestra casa, y cuando nos dicen que nos estamos metiendo en propiedad privada les decimos, ‘El suelo podrá ser de tu propiedad pero los árboles son propiedad pública y el bosque es lo que defendemos’”, explica Adriana, una de las iniciadoras del movimiento.

Para los del comité la lucha continuará por mucho tiempo, ya han aprendido a vivir con lo que nadie debería acostumbrarse: amenazas, intimidación, invasiones; pero esperan lograr algo.

Sigue a Alejandro en Twitter:

@abragelonne