Peter Paul, 2008, Chicle, 220x130x100 cm, 44.500 euros, Colección privada, Lisboa, Portugal. Imágenes cortesía de la Galería Emmanuel Fremin
Dos asistentes tratan de ablandar los kilos de chicle rosa que el escultor Maurizio Savini luego convierte en elefantes, bisontes y empresarios que desafían a la gravedad, por suerte para ellos, este proceso no implica que tengan que masticarlos. Savini cree que el chicle "es un material más versátil que aquellos que se utilizan en el arte 'tradicional', como la pintura". El trabajo de los asistentes consiste en fundir ladrillos de chicle hasta convertirlos en láminas maleables utilizando una especie de secador de pelo, para que luego Savini los talle con un bisturí muy afilado y acabe presentando unos comentarios sobre el consumismo a través de sus figuras rosas.
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"Nuestra vida se caracteriza por un diálogo constante entre nuestro yo y el 'consumo'. El consumo como residuo biológico de nosotros mismos y de los demás, pero también como la destrucción trivial de los productos", explica Savini. Originalmente, sus esculturas se consumían a ellas mismas cuando el azúcar del chicle iba degradando el yeso que tiene por debajo. Por el contrario, ahora el artista preserva las obras con una mezcla de antibióticos y formaldehido en una práctica que le distancia de las tendencias de otros artistas que trabajan con chicle, como Dan Colen, que aprovecha la carencia de estructura del medio y utiliza piezas que ya han sido masticadas.
I Like America, 2007, 225x300x 150 cm, chicle, fibra de vidrio, 53.500 euros, Colección privada, Brescia, Italia
Elefante, 2015, fibra de cristal, chicle, madera, 43x39 x36 cm, 5.351 euros
Breakfast, 2015, fibra de cristal, chicle plexiglás, madera, 43x39x16 cm, 5.351 euros
Turtle, 2015, fibra de cristal, chicle, madera, 43x39x22 cm, 5.351 euros
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