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Pulques para no olvidar el 2 de octubre en México

Todos los años me deprimo recordando el horror del 2 de octubre de 1968. Este año me curé la depre con pulques y canciones.

Hoy 2 de octubre, fecha oscura en México para la gente que le importa la protección de derechos y de la justicia en nuestro país.

En otros años, he cubierto la marcha de los estudiantes y de los señores y las señoras del Comité del '68, los que siguen vivos, los que siguen caminando cada 2 de octubre en memoria de los compañeros de las unis y las prepas que perdieron hace 45 años en la Plaza de las Tres Culturas. (QDEP Carlota Botey, ¡presente!)

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Créanme que la convicción personal me guía como periodista en esta fecha.

LEE: El DF en 10 tragos.

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Las fotos son de Alejandro Mendoza.

La primera vez que entendí lo que ocurrió en 1968 en México —porque nunca se sabrá a fondo y con claridad— caí en una depresión de varios días, no lo creía y no lo quería creer. ¿Dónde hubiera estado si a mí me hubiera tocado caminar por estas calles en esas fechas y no en las de hoy? ¿Estuviera en Tlatelolco en esos días tensos, antes del inicio de las Olimpiadas en la Ciudad de México, cuando las clases medias del "Mexican Miracle" salieron a reclamar la apertura de un estado autoritario y corrupto?

Desde el 1 de diciembre de 2012 han ido incrementando los golpes entre la policía y manifestantes que ven tan mal su situación y sus expectativas para el futuro que deciden joder el tráfico en la ciudad, y hasta el acceso al aeropuerto cuando se les ocurre. Pobres. Los polis les pegan, y los ciudadanos les tiran duro hate. En todo caso, se siente un lento aumento en la tensión en el aire, y me preocupa lo que traerán los próximos cinco años, por lo menos para todos los que no directamente vamos a ganar bajo la gloria de la restauración del viejo régimen.

Pero… fuera con la depre.

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Los días en el inicio del otoño han estado lindos, y hoy viernes. Y como la mañana, el día, la tarde, la noche y la madrugada para mí gira alrededor de la comida, decidí marcar el 2 de octubre tomándome unos buenos pulques,

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schido'la'banda

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En la calle Aranda, atrás del triste y olvidado mercado setentero de artesanías de la calle Ayuntamiento, entre unos baños públicos y el Molinero Progreso (que huele tan rico siempre), está la pulquería Las Duelistas, muy popular en los medios mexicanos (ahora llegan turistas y cámaras casi diario). Lo hermoso de Las Duelistas es que a pesar de la atención mediática, no ha cambiado: es un lugar para los viejitos de la colonia que conocen los secretos milenarios de este regalo del maguey, y los chavos estudiantes que lo han "descubierto" de nuevo. (¿Podemos ya dejar de hablar del descubrimiento de estas generaciones al pulque? Ya pasó, ¿no? Por su attn., gracias).

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Mi amigo El Ponce me trajo a este lugar por primera vez en 2008 cuando llegué a vivir al barrio. Era cuando apenitas el amigo ponk El Xuve estaba elaborando los bellos murales del panteón de dioses mexicas que ahora decoran el lugar y lo hacen (creo yo) uno de los espacios más especiales en el Centro. El dueño Arturo Garrido siempre me ha dado la bienvenida. Sus curados, más.

LEE: El enigma del pulque.

Llegué con un amigo y empecé con un curado de betabel, uno de mis favoritos de este lugar. Como me iba a quedar a tomarme por lo menos dos tarros hoy, pedí la botana, esta vez unos frijoles con chorizo, picados con cebolla y cilantro, y unas tortitillas.

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La pulquería estaba llena ya de jóvenes y grandes. A tres cuadras de aquí, la policía de la ciudad ya tenía sus vallas metálicas cerrando el paso a la Alameda Central, a Bellas Artes y a Madero. Pero eso no se sentía adentro de Las Duelistas.

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Le pregunté a mi servidor de siempre que dónde estaba Don Arturo. Ahí anda, me dejó saber, "A ver si va a la marcha", agregó, y no entendí si hablaba en serio. En pocos minutos llegó Don Arturo, nos saludamos y sólo se quejó de que los policías hubieran tomado el Centro de nuevo.

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Me eché p'atrás el de betabel. Pedí luego un curado de apio, sin chile, sólo sal y limón. Para este entonces, ya sentía la peda de los 400 conejos. Me sentía feliz, fuerte y no quería que las madrizas que seguro venían más tarde en la calle me bajaran la buena vibra.

Los frijolitos me llenaron bien. Me acerqué a la rockola, y, como por instinto, busqué Panteón Rococó. Ahí estaban. Por unos segundos, pensé en pedir "Nada Pasó."

No, esta vez no. Qué cliché. Qué tristeza. Mejor otra… ¡Salud!

Artículo originalmente publicado en VICE México.