Calçots y salsa agridulce: así son los estudiantes chinos que vienen a Barcelona

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Calçots y salsa agridulce: así son los estudiantes chinos que vienen a Barcelona

Quedamos con nueve jóvenes chinos que han venido a estudiar a Barcelona para saber como se adaptan ellos a las diferencias entre los dos países y como viven este tiempo lejos de su hogar.

El número de universitarios chinos que vienen a Barcelona para continuar sus estudios crece cada año. De hecho, en los dos últimos años este número se ha duplicado: en el curso pasado fueron 1.267 alumnos del gigante asiático los que eligieron venir a estudiar a la capital catalana. A menudo, como cualquier otro grupo de jóvenes, contactan entre ellos a través de grupos y páginas de Facebook y aunque muchos de ellos vienen a cursar carreras relacionadas con el turismo, los negocios y la traducción, no faltan tampoco aquellos que se deciden por carreras técnicas.

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Pero esto es algo a lo que puede llegar cualquiera echándole un ojo a los primeros resultados que arroja una búsqueda rápida de Google.

Por eso, quedé con algunos de ellos para ir a tomar algo y a cenar y así de paso, aprovechar para saber como se adaptan ellos a las diferencias entre los dos países, como viven ellos este tiempo lejos de su hogar y que piensan de todo lo que sucede tanto aquí como en China.

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Noche de viernes. Xuefei Yang ha quedado con sus amigos Haolin Chen, Yin Gao, Limin Lin y otros de la universidad en el restaurante chino Zi Zhun Lin de Barcelona. Hoy toca comida china tradicional. Hot pot, una sopa que se acompaña con carne, pescado, tofu, verduras y marisco en un gran cazo que desprende una humareda constante. Entre vasos de agua y cervezas QingDao, también originarias de China, Haolin y Yin explican que en Barcelona las noches de fiesta son distintas a las de su país.

Aquí es más común quedar con los amigos e ir a la discoteca, locales que allí no hay excepto en las grandes ciudades como Shanghái, Beijing y Hong Kong, aunque la mayor parte están hechos para turistas. Allí lo más habitual es reunirse para cenar, tomar algo e ir al karaoke. Sin embargo, tras dos años estudiando un Máster en Ingeniería de Materiales en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial de Barcelona (ETSEIB), Haolin, procedente de Shanghái, admite haberse adaptado muy bien a la vida nocturna de la ciudad.

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Xuefei llegó a Barcelona un año atrás para estudiar Ingeniería Ambiental en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). Además de la necesidad de aprender español, eligió Barcelona por su mar, su clima, su comida y su gente y asegura que tras este período sus expectativas se han cumplido.

Reconoce también que hay algunos aspectos de la vida diaria que son distintos a cómo son en su país. Uno de los más significativos es que "en Barcelona, puedo andar sola por la calle a las tres de la mañana y me siento segura porque hay más gente y suelen ser personas normales. En la ciudad de la que vengo, Lanzhou, [situada en el centro del gigante asiático] no es así. A esas horas casi no se ve a nadie y si los hay no son normales, suelen ser personas peligrosas que pueden robarte".

En Barcelona puedo andar sola por la calle a las tres de la mañana y me siento segura porque hay más gente y suelen ser personas normales

Aunque, por otro lado, opina que no hay muchas diferencias entre la universidad de China y la de Barcelona. Si destaca alguna, es la forma en la que los alumnos se dirigen al profesor, "un día le hablé de usted y me dijo que no era tan mayor como para dirigirme a él de esta forma", recuerda a carcajadas.

Otra historia es la de Baohan Zhang, originaria de Quingdao —al noreste del país—. Estudia un Máster en Comunicación Cultural en la Facultat de Comunicació Blanquerna, Ramon Llull (URL) y lleva un año viviendo la capital catalana. En 2014 viajó a varios países de Europa y decidió venir aquí porque considera que España es el mejor de los 26 que visitó. "Una de las cosas que más me gustan es que la gente no me pregunta porque soy morena de piel. En China no es común tener un color de piel oscuro y la gente siempre me cuestiona porque soy así. Allí más blanco significa más bonito, por lo que hay gente que se aplica cremas para serlo más", indica sentada en la terraza de un bar de El Raval situado en un patio interior.

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Una de las cosas que más me gustan de aquí es que la gente no me pregunta porque soy morena de piel

Es la hora de desayunar. El camarero le trae pan con tomate y mientras se come la primera tostada subraya que uno de las muchos rasgos distintivos es la estética de las personas, ya que en su hogar no es común llevar tatuajes ni peinados no convencionales. Como tampoco lo es fumar.

Coge una segunda tostada y asegura que otra distinción es que "los españoles no se someten a tanta cirugía plástica como se hace en China", donde es de lo más común. De hecho, asegura que muchas chicas se retocan los huesos de la mandíbula para tener la cara más alargada o se hacen los ojos más grandes porque se entiende como más bonitos.

Baohan tampoco cree que haya cambios muy significativos entre ambas facultades, aunque destaca que en su país hay mucha más seguridad en los campus, "todos los estudiantes han de pasar con una tarjeta que les identifique como alumnos del centro, sino las puertas no se abren. Aquí todos entran y salen como quieren y cuando quieren". Vuelve la vista al plato y ya está vacío. El desayuno ha terminado. Se levanta de la mesa, camina dirección al metro y antes de despedirse hace un último apunte: "Tengo 27 años. En Barcelona soy joven pero en China sería muy mayor, tendría que estar casada y con hijos".

Tengo 27 años. En Barcelona soy joven pero en China sería muy mayor, tendría que estar casada y con hijos

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La cena continua en el restaurante Zi Zhun Lin, algunos platos se terminan pero rápidamente llegan otros para sustituirlos. Al tiempo que se sirven el caldo, los chicos comentan que, a diferencia de España, hay algunos temas aún tabús en su país. Uno de ellos es la homosexualidad. Reconocen que hay personas homosexuales pero aún no está aceptado socialmente, no está bien visto por toda la población, por lo que se practica en la privacidad. Aunque, como más pasan los años, la sociedad aprende a mirarlo con unos ojos más tolerantes.

En cuanto a la política, Haolin enfatiza en que en España se puede hablar con más libertad. En cambio, en el país oriental, si el Gobierno cree que alguien puede representar un peligro o que es activamente contrario a sus ideas por ser crítico con sus actuaciones, puede ser arrestado. "Es común decir: "Vigila con tus palabras que vendrán a revisar el contador de agua", cita Haolin. A esto su amigo Limin, procedente de Fujian – al sudeste de China- y estudiante de Ingeniería de Edificación en la UPC, añade que es lo que se dice en esas ocasiones. Cuando se refieren a que alguien de la policía puede presentarse en casa con cualquier excusa, como medir el gasto de agua o luz, y que las consecuencias pueden ser imprevisibles. No se sabe qué ocurre.

La policía puede presentarse en casa con cualquier excusa, como medir el gasto de agua o luz, y que las consecuencias pueden ser imprevisibles

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Continúan sirviéndose más caldo y aprovechan para hablar del Internet no libre de China, en el que Google no es Google, ni Facebook es Facebook, sino que tienen su versión china: Baidu y Weibu, respectivamente. "Esto es debido a la oposición del gobierno chino de dejar el tránsito de los contenidos de Internet en manos de las empresas americanas, ya que significaría renunciar al control absoluto de nuestros datos", sostiene Limin desde el otro lado de la mesa camuflado entre la humareda.

En la terraza de un bar cercano al campus Nord de la UPC, Fenobu Zhang, He Lu, Langjing Shi y Peng Xn toman un café. Ya están preparando los exámenes pero se permiten unos minutos para charlar fuera de la biblioteca. Todos ellos estudian Ingeniería Civil, algunos llevan un año en Barcelona y otros menos, pero coinciden en que les gusta salir con los amigos por el centro, ver partidos del Barça, tomar café, ir de tapas y comer una paella o fideuá en la playa.

Por ahora, yo también vivo el momento, pero cuando vuelva a casa todo será distinto. Volveré a la rutina de siempre

Peng Xn, originario de Hunan —al sudeste del país—, admite que en cuanto a la sexualidad la gente es más abierta en España. En su lugar de origen los jóvenes hacen el amor con su pareja antes del matrimonio pero es mejor que no se sepa porque para algunos sigue siendo inmoral. Sin embargo, subraya que cada vez está más aceptado ya que en las nuevas generaciones se ve una forma distinta. "No se les explica a los padres pero se lo suponen", sentencia Fenobu Zhang.

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Por su parte, Langjing Shi, de Jiamgsu —a pocos kilómetros de Shanghái— reconoce que en China viven con mucha presión por el futuro. Siempre trabajando mucho e intensamente. En cambio, considera que aquí la gente es más flexible, sigue a su corazón y disfruta del momento. "Por ahora, yo también vivo el momento, pero cuando vuelva a casa todo será distinto. Volveré a la rutina de siempre" asegura con el café aún caliente en la mano.

La cena aún no ha terminado. Algunos ya han parado de comer pero otros lo siguen haciendolo hasta que se acaben los últimos platos. Yin, también originaria de Fujian y alumna de ETSEIB, aprovecha para destacar este restaurante es mejor que muchos otros de la ciudad, "la mayoría no sirve la comida que comemos en nuestro país, sino que son platos adaptados a los europeos". Hace una pausa e insiste de nuevo en el tema: "¿A la gente de aquí le gusta eso? ¿De verdad?"

Xuefei, Yin, Haolin, y Limin ya han terminado de comer. Ahora esperan al resto para ir a tomar una copa a otro bar y mientras Limin habla de la situación política en China. Opina que al pueblo chino le gustaría vivir en democracia, tener derecho a voto y elegir a sus gobernantes, pero como ahora no viven mal no protestan por ello. Sin embargo, asegura que el día en el que no estén bien, el día que la privación de estas libertades afecte a su calidad de vida y a la existencia de aquellos a los que quieren, habrá una revolución. La revolución, el último y desesperado intento, como dijo Ryszard Kapuscinski en El Sha o la desmesura del poder: "Las revoluciones nunca durarán mucho tiempo. Son el último cartucho, y cuando un pueblo decide echar mano de él es porque una larga experiencia le ha enseñado que no le queda ninguna otra salida".