¿Y si nunca llego a vivir lo mejor de mi vida?

FYI.

This story is over 5 years old.

so sad today

¿Y si nunca llego a vivir lo mejor de mi vida?

Cuando digo que “¡estoy jodida!” de manera que acepto dónde estoy (y dónde están los demás), no estoy haciendo publicidad de estar jodida ni intentando convertir a nadie. Estoy informando desde el campo de batalla.

Me invitaron a ver una película, cuyo nombre no diré, sobre una mujer que aprende a aceptar su cuerpo y después va por ahí enseñando aceptación corporal a otras mujeres. En el póster se ve una rubia guapísima, que parece la típica MILF que hace yoga (y que ha aceptado su cuerpo), sentada desnuda. Al investigar su historia, daba la impresión de que el hecho de aceptar su cuerpo le sucedió como un momento epifánico que de alguna manera se había mantenido con el paso el tiempo. Mi experiencia con los momentos epifánicos no ha sido esa, particularmente en relación con la lucha de toda una vida contra el trastorno dismórfico corporal y los trastornos alimentarios. Mis momentos de revelación son más bien del tipo autodestructivo. Si me siento dramáticamente inspirada a hacer algo, probablemente se trate de una mala idea.

Publicidad

Parece fácil aceptar tu cuerpo si estás tan buena, pensaba.

Por supuesto, no es algo general. Mi experiencia con los trastornos alimentarios nunca se ha limitado solamente a estar buena. Por supuesto, el estar buena es una especie de estrella polar que me guía hacía la inalcanzable ilusión de estar bien. Pero el barco en sí (y se podría decir que los que reman también) va de crear una ilusión de seguridad en lo que se percibe como un mundo inseguro. Dame algo dentro de mi control a pesar de todo el caos. Dame algo que sea mío de verdad, que no pueda tocar nadie más.

Después de rechazar la invitación, me comí dos magdalenas de 100 calorías como mucho, medio litro de helado light, y medio tazón medido de cereales. Eran las seis y media de la tarde. Era lo primero que había comido en todo el día, aparte de otra magdalena de 100 calorías y un yogur a la una del mediodía. Limito lo que como a lo largo del día y me permito mini "banquetes" de comida basura light al final del día. Esa misma noche, más tarde, me comí una barrita proteínica de chocolate, otro medio litro de helado light (mi costumbre del helado light supone entre 150 y 200 $ mensuales) con un tazón de cereales dentro. El día había sido complicado, pero la noche fue deliciosa. Había contado todas y cada una de las calorías.

No es la primera vez que escribo sobre mi mierda de relación/viaje continuo con la comida y la imagen corporal. Tampoco es la segunda vez. Es más, no ha cambiado mucho desde la última vez que escribí sobre ello. Sigo sin querer cambiar o sin ser capaz de ello, quizá porque no he tocado fondo todavía con estos comportamientos: el lugar en el que el dolor de los comportamientos supera de calle al bienestar.

Publicidad

Raramente comparto cosas en Twitter sobre mi trastorno alimentario porque me encuentro con mucha oposición al hacerlo, en especial si lo hago en un tono jocoso. Más que los tuits sobre ansiedad, depresión, adicción o de obsesión romántica, los tuits sobre trastornos alimentarios son los que generan la opinión más negativa. No quiero herir a nadie (ni que parezca que lo hago), así que normalmente me contengo.

Pero la verdad es que cuando tuiteo o hablo en tono humorístico sobre mi trastorno alimentario, no es que lo esté promocionando. Estoy compartiendo mi propia experiencia y usando el humor para encontrar algún punto de fuerza en una narrativa que, de otra manera, sería dolorosa. Aunque soy sincera, estoy practicando la creencia de que lo que se mantiene en la oscuridad es más peligroso de lo que se saca a la luz. Si uno tiene un trastorno alimentario, ¿por qué sufrirlo y además avergonzarse de ello? El secretismo nunca ha contribuido a la recuperación de nadie.

¿Cómo de bien tenemos que estar para poder hablar sobre algo? ¿Podemos solo hablar de ello cuando estamos seguros en el otro lado, habiendo estado allí y habiéndolo hecho? ¿Está mal hablar desde nuestra posición si es una posición imperfecta? ¿Y si abordar estos temas con sentido del humor nos ayuda tanto a nosotros como a los demás a sentirse menos solo?

"No eres un error", dice Geneen Roth en su libro Women, Food and God. "No eres un problema que hay que solucionar, pero no lo descubrirás hasta que quieras dejar de golpear con la cabeza el muro que es la vergüenza, el encerrarse en uno mismo y el tenerse miedo".

Publicidad

Cuando digo "ESTOY JODIDA" de una manera en que acepto cómo soy (y otra gente también), no estoy creando un anuncio que promocione estar jodida ni intentando convertir a nadie. Informo desde las desde el campo de batalla: es encender una luz para otros que estén aquí también para poder vernos los unos a los otros.

"Cuando se cree sin saber, crees que en el fondo estás dañada y que necesitas esconder ese daño para que alguien te quiera", afirma Roth. "Vas por ahí con vergüenza de ti misma, te conviertes en una experta en encontrar más expertos y programas, en luchar con todas tus fuerzas para cambiarte, pero este proceso solo reafirma lo que ya crees sobre ti misma, que tus necesidades y elecciones no son de fiar, y que si te dejan a tu aire estás fuera de control…"

Parece que en los círculos de bienestar existe la idea de que es posible arreglarnos y estar siempre enteros, bien y cuerdos. Siempre podemos tirar del antes y el después: estaba donde tú estabas, pero ahora ya no. Soy una persona nueva. Tú también puedes serlo. ¿Pero significa eso que, hasta que lleguemos a ese punto, si es que llegamos (suponiendo que "ese punto" existe), deberíamos estar callados? ¿Qué pasa si no lo alcanzamos jamás? ¿Y si morimos antes de acabar nuestro viaje al bienestar perfecto?

¿Y quién es esa persona que está perfectamente bien, de todas maneras? ¿Existe alguien así? Muéstrame una persona perfecta y te enseñaré una muñeca de papel. Muéstrame una persona perfecta y te mostraré a alguien a quien nunca querría conocer.