FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

El Che de los gays

Platiqué con este activista chileno sobre su lucha, y cuando vio mi bici pensó en hacer su propia versión de los ‘Diarios de Motocicleta’.

Viene subiendo por la estación de metro Bellas Artes, en Santiago de Chile, el día de Halloween; nos ha costado meses coincidir. Extrañamente el barrio rosa de la capital chilena celebra agitadamente el día en que el disfraz y los papeles de caramelos son la norma. Nos vigila un hombre gordo embutido en un abrigo negro, es calvo y anda ebrio. Se afirma de un niño que a penas camina y va disfrazado de Spiderman. En la otra mano lleva sujetada una lata de cerveza. Se nos acerca a increparnos, con su rostro pintado con témpera verde y roja, es un zombi. Comenzamos a caminar y grita amenazante: “¡Oye hueón de qué estai’ disfrazado! ¡Dime poh’ hueón. ¡Respóndeme, poh’ loca!” El Che dice: Camina nomás, niña”. Dejo estacionada mi bicicleta al lado de unas bolsas de basura, no hay donde más. Pide un pisco sour él, un jugo yo.

Publicidad

VICE: Víctor, antes que nada: ¿Quién es el Che de los Gays?
Víctor Hugo Robles: El Che de los Gays es una metáfora política, cultural y simbólica que nació en septiembre de 1997 cuando estudiaba periodismo en la Universidad Arcis, una universidad de izquierda, rebelde, proletaria. Un día me di cuenta que estaban todas las paredes llenas de graffitis del Che y no sabía porqué. Yo ya tenía ese gen, por así decirlo, un poco provocador, entonces se me ocurrió pintarle los labios rojos al graffiti con rouge rojo, pensando que iba a hacer revuelo o escándalo en la universidad y la verdad es que no pasó nada. Entonces dije: Bueno ¡Yo me voy a convertir en el Che de los Gays! Y me compré una boina, una estrella y justo en esos días había un acto en contra de la censura en la Discoteque Planet, dirigida al público de la diversidad. Lo organizaba Vicente Ruiz, un perfomancista bien reconocido, con la actriz Patricia Rivadeneira que en ese minuto era como la estrella del underground chileno.

Entonces llegué yo con mi boina, después de haber disfrutado de un maravilloso pito de mariguana verde y me encontré en el camino con un bidón blanco. En lavolá se me ocurrió escribirle las letras AZT que es el primer remedio que se inventó para combatir el VIH… era una metáfora bastante lúdica de lo que podría ser el sida. Cuento corto, me encontré con la Michelle, una amiga travesti y acordamos que yo le iba a tirar agua con el bidón de AZT cuando ella estuviera en su show. Estaba lleno de periodistas. Mientras llegaba la Michelle a hacer su show, aparece la Rivadeneira a hacer su discurso bastante provocador, vestida de hombre, de drag king. Decía que había que tomarse los espacios, que Chile estaba muy aburrido, que nadie hacía nada ni iba a ningún lado… que esto y que el otro, que no se cuánto… ¡Y me dio la huevá a mí! Se me ocurrió tirarle agua. ¿Para qué voy a esperar a la Michelle si ésta es más famosa? ¡Sentí como un llamado de la selva! Sentí una cosa bien rara, bien especial y dije: La voy a mojar, pero no como un gesto violento, sino como devolviendo la provocación, de provocar al provocador. La gritaba decía: “¡¡¡Hasta cuándo te desnudas!!! ¡¡¡Hasta cuándo!!!” como si yo fuese la sociedad castigadora. Ella quedó absolutamente descolocada porque nunca le habían intervenido sus propias intervenciones. Ella tenía un pico de greda [volumen de arcilla con forma de pene] en la mano y me pasó el pico a mí: fue como una especie de posta cultural. Eso yo lo encontré bonito. Entonces, tomo el pico y me presento: “Soy en Che de los Gays y me gusta el Pico”.

Publicidad

.jpg' alt='' ]
Marcha de la diversidad sexual 2004, Santiago de Chile. Foto por Javier Godoy.

¿Y qué pasó después?
Fui al baño a buscar más agua para tirarle a la Michelle ahora, pero cuando estaba ahí llegan los guardias de seguridad y me dicen: “Señor usted tiene que abandonar la discoteca”. “¡¿Pero cómo?!” les dije yo. Y caí en la realidad, porque parece que ahí se me había pasado lavolá y entendí que había hecho algo, había cruzado cierta frontera. Entonces hábilmente les dije:  “Bueno pero tengo mis cosas al lado del escenario”. Y era una mentira, porque ahí estaban todos los fotógrafos y los camarógrafos. Empezó un forcejeo y empecé a gritar: “¡Esto es censura! ¡Esto es censura!” y me echaron así, a puro grito. La gente aplaudía porque pensaba que era parte de la perfomance y felicitaba a Vicente le decía :“Oye maravillosa perfomance, pero tan realista, tan intensa” y de verdad que me expulsaron.

Yo me enfurecí porque encontraba que era tan contradictorio que los padres de la provocación, en un acto contra la censura me censuraran. Pero como soy periodista, cité a conferencia de prensa. Para qué te digo el escándalo que hice afuera, terminé lavándome el poto con la misma agua que le había tirado a la Patricia.

Después de eso enloquecí un poco porque sentí el nacimiento mediático del personaje, sentí esa potencia. Entonces fui uniendo todas las piezas del puzzle, cachando que era interesante cruzar las luchas del movimiento homosexual con las luchas políticas de la izquierda. Siempre he sido un homosexual de izquierda y todo se fue dando de modo natural, como un río que corre por su propio torrente.

Publicidad

Marcha de la diversidad sexual 2010, Santiago de Chile. Foto por Lukas Berredo.

¿Y qué pasaba a tu alrededor?
La gente comenzó a pensar en el personaje, a pensar en las fotos del personaje; como periodistas, fotógrafos, antropólogos. Una de las claves más bonitas que me han dado fue de Gabriel Gajardo, quien fue a dar una conferencia Estados Unidos por el personaje, imagínate… en vez de invitarme a mí, invitan al antropólogo. Él descubrió algo que yo no sabía y es que el cuerpo del Che estuvo desaparecido luego de matarlo, lo ocultaron durante más de 20 años y no sabían dónde estaba el cuerpo del Che junto con los de otros guerrilleros. Sin embargo, un día 28 de junio del año 1997 habían descubierto su cuerpo bajo una pista aérea, lo sacaron y trasladaron hasta Cuba. Le iban a hacer una tremenda ceremonia y dejarlo como monumento en su mausoleo. Por eso que estaban todos las paredes rayadas de la Universidad. El punto es el 28 de junio es el día de la dignidad gay, entonces siento que —en el fondo— como que el Che me buscó a mí y no yo a él.

En ese sentido ¿qué sobrevive del Che en ti?
Yo diría que esa locura de querer transformar el mundo, a veces, sin medir las consecuencias. Esa soledad también, porque su lucha fue bastante solitaria. Sus compañeros lo dejaron solo, los comunistas en Bolivia lo dejaron solo. El sentir también que el mundo nos pertenece, que no pertenecemos a un sólo lugar. Porque él era argentino, recorrió América Latina, después se hizo cubano. Intentó exportar la revolución cubana a muchos lugares. De hecho murió haciendo eso. Yo también tengo eso, no me siento chileno. Eso sí, me siento profundamente latinoamericano. ¡Pero no su belleza y su masculinidad! porque comprenderás que me encuentro media fea y una mujer bastante… loca jajaja. Me encanta que el Che tenga esa estética tan masculina, me encanta ver todas sus fotos. Él es muy arquetípico de lo que era el hombre guerrillero de los años sesentas y setentas. Incluso hay antecedentes históricos de que él habría sido muy homofóbico y siento que eso le da mucho más sentido a mi personaje; porque lo que yo intento hacer es provocar al Che, violar su imagen sacrosanta de líder guerrillero como una provocación también al icono tradicional de la izquierda. Este es un Che marica, un Che puto, un Che VIH, un Che travesti, es un Che que no tiene nada de lo que el Che tuvo. Es un Che nuevo que le da otra vida, otra oportunidad y otra proyección al Che. Ha sido polémico claro. Cuando fui a Cuba a presentar mi documental la gente no entendía. Pensaba que, no sé poh’, que yo era argentino. Hasta los taxistas me decían: “Oye, pero chico, que el Che no era maricón” ellos creían que mi tesis era plantear que el Che era homosexual. Ahora… nunca vamos a saber lo que pasaba en la selva de Bolivia ¡con tanto guerrillero!

Publicidad

Víctor Hugo Robles junto a Pedro Lemebel durante la marcha del orgullo gay en Santiago de Chile, 1995. Foto por Álvaro Hoppe.

¿Qué te motiva para salir a las marchas?
Mira, al principio me gustaba llamar la atención y lo lograba. Y recibía mucha crítica de parte de la comunidad gay: que lo único que yo era es un florero de mesa. Pero el punto es que sí poh’, que este es un florero de mesa, pero un florero que tiene flores: que tiene ideas políticas y mensajes que entregar. Siempre salgo con la idea de suvertir los signos, de provocar un cambio estético. Siempre salgo con alguna provocación, como pintarme los labios de rojo para trasgredir y travestir mi propia masculinidad. Es un travestirme sin usar vestidos. Como una especie de travestismo pop, como un neo travestismo pero con la boina del Che. Con el tiempo he ido perfeccionando mis performances, las pienso y las estudio un poquito más, porque también los periodistas te conocen, te persiguen y te exigen más.

¿Cuál es el proceso de tus instalaciones?
Primero me fijo en el contexto, de qué se trata la marcha, cuál es la convocatoria y después busco algo, un símbolo que cruce esa convocatoria con una perspectiva de género, con una perspectiva trans.

Entonces ¿eres artista, activista o quizá un híbrido?
Mis cosas no nacen con un sentido artístico, sino que con un deseo espontáneo de provocar. Como activista gay siempre me ha motivado salir a la calle con un mensaje político. Es cierto, yo reconozco que uso elementos estéticos como el cuadro, las patitas de chancho, ahora último estuve usando el escudo de las escuelas públicas, para después derivar en la pizarrita escolar donde voy escribiendo distintas cosas como “Educación sexual gratuita” y haciendo el guiño a la educación gratuita que piden los estudiantes.  Yo digo que no soy artista, porque no lo soy; yo soy periodista, activista, apóstata y siento que el catalogarte de artista anula esa potencialidad política.

Publicidad

Marcha por la igualdad, octubre de 2011. Foto por Cristóbal Olivares.

¿Y cuáles serían los riesgos de esa escena?
Los riesgos de ese escenario son a veces, el riesgo de quedar atrapado en el personaje. El riesgo de repetirte y decir siempre lo mismo. El riesgo de no impactar, de no llamar la atención. De pasar inadvertido, el riesgo —a veces— de sentir que tu manifestación es más importante que lo que convoca. Por ejemplo, en las manifestaciones del pueblo mapuche yo me cuido, de que mi instalación no vaya en desmedro de la instalación de ellos, porque puede ser leído como un gesto colonialista, de silenciamiento. También me cuido en las marchas de derechos humanos. Alguna vez me aparecí con San Sebastián en una figura de yeso… tú sabes que San Sebastian es el santo de los gays. Entonces al principio algunas de las señoras de las agrupaciones me miraban así, con recelo y desconfianza. Cosa que yo comprendo porque yo llamaba la atención, los periodistas me enfocaban, me sacaban fotos y ellas no comprendían. Hasta que un día llegó una abogada a pedirme que yo me pusiera más atrás de la marcha. Uno corre el riesgo de que la trasgresión moleste a las personas con las cuales tú quieres hacer complicidad.

En tu documental te defines como maricón, anarquista, comunista y revolucionario…
Es una ensalada bastante difícil ésa, bien compleja. Pero son definiciones, que se logran viviendo donde vivo. Yo sigo viviendo en una población popular, en El Cortijo una comuna pobre proletaria. Yo veo la pobreza, yo veo la delincuencia, la droga como problemática. Vivo la vida obrera y soy obrera también, trabajo en una universidad y soy periodista, pero no tengo lujo y me comprometo con causas sociales. Intento marcar una resistencia política, yo no diría que fuera del sistema, porque nadie está fuera del sistema, pero crear estos micro-poderes como diría Foucault, esas micro resistencias y complicitar con micro-lugares como con el feminismo autónomo. Y así ir poniéndole alguna distancia, algún limite a la sociedad capitalista neoliberal que impone y que aplaude el machismo, que aplaude el consumo, que valora los estereotipos. Ocupo un lugar de crítica permanente, incluso dentro del movimiento homosexual, donde han surgido grupos homo-normativos, es decir que intentan instalar homosexuales normales, iguales. Y esos grupos, de algún modo retroceden todo lo que nosotros hemos avanzado desde los años noventa respecto de la instalación de temas de la lucha de la diversidad sexual, como por ejemplo el derecho a la diferencia. Es cierto que nosotros luchamos por la igualdad ante la ley, pero éticamente nuestra lucha es por el derecho a ser distintos, a ser distintos estéticamente, a amar de modo diverso.

Publicidad

¿Crees que te ha jugado en contra el personaje?
Mira, hace más de 20 años que no he tenido una pareja. Aunque yo soy bien crítico también con mis parejas. Pero mira… lo que pasa es que mi pareja es mi abuelita [risas]. Vivimos juntos, almuerzo con ella, somos como un matrimonio. Somos pareja, sin sexo ¡por supuesto! Pero el personaje mismo no me ha permitido desarrollar mi afectividad con otros hombres. Entonces yo tengo algo ahí que resolver porque tengo mis sospechas, mis dudas sobre las parejas gays. No me gusta esa escena de la loca paseando el perro y justo por aquí, en Bellas Artes ¡ay no! ¡El perro tiene que salir! Si. Pero tengo una crítica a la vida burguesa del gay. Aunque debe ser también el resentimiento social que asumo, valoro y lo enarbolo… porque también una es pobre. Yo no tengo computador en mi casa, yo no tengo televisión cable. Tengo que combatir eso y superar todas mis limitaciones a la par, que otros gays si tienen todas esas ventajas y no luchan por transformar el sistema, sino que se instalan a vivir su mundo de consumo. Sin embargo, el personaje también me ha jugado en contra de mi profesión de periodista. Es como un debe que tengo, porque no me ha permitido ejercer el lugar donde me gustaría trabajar. Por ejemplo, en la televisión. Me gustaría ser editor ¡o ser animador! Pero estamos en un país donde a los homosexuales sólo le dan espacio para ser el peluquero, el comentarista, al que hace farándula, pero no a los homosexuales políticos puntudos que dicen cosas terribles. Me encantaría ser animadora de un programa de televisión ¡de un talk show! ¡Pero de un talk show con alta sintonía! ¡Y en el canal público! Tal y como ocurre en otros países del mundo, como en Argentina.

Publicidad

Manifestación contra Augusto Pinochet, noviembre 1998. Foto por Álvaro Hoppe.

¿Qué te parece la Ley Antidiscriminación recién promulgada, la Ley Zamudio?
O sea, instala el tema como una preocupación. Y es bien raro que se llame Ley Zamudio también, porque es como que los homosexuales hiciéramos invisibles otras discriminaciones como que fuéramos los principales discriminados y no, poh’. La verdad es que los homosexuales hombres tienen bastante privilegio, uno los ve en la tele, uno los ve de dirigentes políticos. A Rolando Jiménez, a Pablo Simonetti yo no los veo discriminados. Lo que yo no veo son a lesbianas en lo público, no veo a dirigentas trans, no veo a las personas viviendo con VIH… Estamos en medio de un gobierno de derecha que ha utilizado a la diversidad sexual para hacerse pasar como progresista, libertarios, como preocupados de los derechos de la diversidad, pero han aniquilado y ocultado otras urgencias sociales y sanitarias como el VIH que afectan directamente la vida y las prácticas sexuales. Y no me gusta que se llame Ley Zamudio porque son muchas las comunidades que son discriminadas: la comunidad mapuche, los pueblos originarios, las discriminaciones por origen social, étnico, económico. Además es una mala ley, es una ley que castiga, es represora. La verdad es que uno tiene que educar, por eso es que siento que es mala la ley, porque la ley solo busca castigar el golpe. Lo que tenemos que hacer es una ley que se anticipe al castigo y al golpe, a la travesti asesinada. No hay ninguna posibilidad de transformar el mundo sin una transformación cultural y de los medios de comunicación junto a los colegios. ¿Qué vamos a hacer con todas las trans que llegan a los colegios?, por ejemplo. Por eso es que terminan trabajando en el comercio sexual, porque hay encuestas en Chile y afuera de que señalan que mas del 95% de las chicas trans abandonan el colegio en la enseñanza básica, ni siquiera llegan a octavo. Y es que claro, en séptimo y octavo ya se empiezan a pintar y comienza todo su desarrollo de identidad de género… y el entorno no está preparado. Nadie les dijo nada, nadie les enseñó. Tampoco hay profesores o directora de colegio trans. O ministras trans o presidenta trans. Hoy en día yo me siento como una escolara más, como una pingüina… pero una pingüina vieja ya, de esas que tienen huevos que ya no dan hijos [risas]. Ahora tengo un jumper más largo. Estoy contento de vivir este tiempo de grandes manifestaciones.

[Luego de grabar, sostiene mi bicicleta, la que vigiló durante toda la grabación.]

Hace tantos años que no ando en bici. Si yo me subiera a esto sería parte de mis propios “Diarios de bicicleta” [risas], porque no hay moto y una, por supuesto, haría la versión marica de la película.