FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

¿El porno nos está convirtiendo en zombis sin ganas de sexo?

Los activistas en contra de la pornografía señalan que esta tiene efectos nocivos en la salud y las relaciones. ¿Pero en verdad es causante de problemas serios?

Foto: ullstein bild/Getty Images.

La guerra de Estados Unidos contra el porno realmente ha cobrado impulso este año. En marzo, el Estado de Utah fue el primero en declararlo formalmente un "peligro para la salud pública". Durante el verano, el Comité Nacional Republicano utilizó su plataforma del partido para incrementar esta retórica al declarar a la pornografía una "amenaza" y una "crisis de salud pública que está destruyendo las vidas de millones de personas".

Publicidad

The Wall Street Journal (WSJ) hizo eco de estas afirmaciones esta semana en un editorial que advertía contra el "peligro adictivo de la pornografía". Este editorial, co-escrito por el rabino Shmuley Boteach y, curiosamente, la ex modelo de Playboy Pamela Anderson, argumenta que la pornografía está destrozando los matrimonios y las familias estadounidenses, por lo tanto hay que renunciar a ella por completo. ¿Pero es realmente tan perjudicial como dicen?

Como el director del programa de psicología social de la Universidad Estatal Ball, estudio la ciencia del sexo para ganarme la vida, y puedo asegurarles que no. La investigación ha demostrado consistentemente que el porno en realidad tiene muchos más efectos positivos que negativos y, además, que sólo se vuelve problemático para una minoría de usuarios. Si los detractores de la pornografía realmente quisieran ayudar a esta minoría, dejarían de pretender que es el demonio y empezarían a prestar atención a las circunstancias limitadas en las que la pornografía puede ser problemática.


Relacionados: Chicas, dejen de meter las patas en la vida porno de sus güeyes


Los activistas en contra del porno argumentan que éste es responsable de una amplia gama de efectos nocivos para la salud. Entre otras cosas, afirman que ha creado una epidemia de disfunción eréctil en los hombres jóvenes y que está haciendo que cometan violación y abuso sexual.

Publicidad

Si nos fijamos en la investigación, estas afirmaciones sobre salud no han logrado obtener un apoyo empírico. Por ejemplo, los estudios no han encontrado que los hombres que consumen más porno tienen más dificultades para mantener una erección (entra aquí y aquí para ver los resúmenes de dos estudios recientes sobre este tema).

De igual modo, no hay evidencia de que un mayor consumo de pornografía esté contribuyendo a generar una mayor cantidad de violencia sexual. De hecho, lo que la investigación acumulada muestra es que a medida que ha aumentado el consumo de pornografía en Estados Unidos, la tasa de violaciones ha disminuido.

Otra afirmación importante sobre la salud asociada con el porno es que es destructivo para nuestras relaciones. De hecho, ese es el mensaje central del editorial de Boteach y Anderson del WSJ. Ellos argumentan que los hombres que consumen pornografía en particular tienden a tener "una vida íntima menos satisfactoria" y que su uso lleva a la gente a "deteriorar su intimidad".


Relacionados: "Teníamos más sexo por compromiso": cómo cambia tu vida sexual cuando te vas a vivir con tu pareja


Para apoyar estas afirmaciones, Boteach y Anderson hacen referencia a un resumen de la investigación publicada en la página web de la Asociación Americana de Psicología, la cual sugiere que el uso de la pornografía está ligado a una menor calidad del sexo y de las relaciones. Lo que ambos no reconocen es que los estudios no nos muestran una relación causal entre el porno y una disminución en la calidad de las relaciones, sino más bien una asociativa: No toman en cuenta la posibilidad de que las relaciones de las personas y sus vidas sexuales puedan haberse deteriorado primero, provocando un aumento en su consumo. Dicho de otro modo, estos estudios no nos dicen si el uso de la pornografía es la causa o el síntoma de los problemas en una relación.

Publicidad

Además, consideren dos estudios que surgieron este año que demuestran que la pornografía ayuda más de lo que daña a las relaciones. Un estudio de casi 40,000 hombres y mujeres casados en Estados Unidos encontró que a aquellos que vieron pornografía con sus parejas les fue más fácil mantener viva la pasión en sus relaciones. Así es, las parejas que ven porno juntas tienden a sentir más —no menos— pasión y deseo por el otro.

Del mismo modo, en un estudio más pequeño sobre hombres y mujeres que estaban en una relación, a quienes se les pidió escribir sobre los efectos de su uso de la pornografía, la cosa más común que dijeron los participantes fue que no sintieron "efectos negativos" en sí mismos o en sus relaciones. Entre los que dijeron que la pornografía tuvo un impacto en sus relaciones, los efectos positivos (por ejemplo, una mejor comunicación y una mayor experimentación sexual) se mencionaron con mucha más frecuencia que los efectos negativos (por ejemplo, sentimientos de inseguridad y disminución del deseo).

Basta decir que el peso de la evidencia no apoya las afirmaciones políticas sobre los efectos negativos del porno en la salud. Sin embargo, algo que es evidente a partir de la investigación es que éste no parece afectar a todos de la misma manera, y existe una pequeña minoría de personas que afirman que la pornografía tiene efectos negativos sobre ellos.


Relacionados: Ya hay un género porno que trata sobre la pobreza de los millennials

Publicidad

Por ejemplo, en una reciente encuesta nacional representativa de los australianos, el 13% de los hombres y el 10% de las mujeres estuvieron de acuerdo con la afirmación de que "la pornografía ha tenido un efecto negativo en su persona". Asimismo, el editorial de WSJ de esta semana cita un estudio estadounidense en el que el 9% de los encuestados dijeron que fracasaron en su intento de renunciar a la pornografía. Esto sugiere que quizás hasta 1 de cada 10 adultos sienten que les es perjudicial de manera personal o tienen problemas para regular su uso.

Vale la pena señalar que la investigación sugiere que para muchas de las personas que reportan los efectos negativos, el problema real no es el porno en sí; sino los complejos que genera su consumo en primer lugar. Por ejemplo, los estudios han encontrado que ser más religioso está vinculado a un sentimiento de mayor aflicción por el uso de la pornografía, así como a la sensación de que uno es "adicto".

Por cierto, la investigación en neurociencia ha encontrado que el porno no es adictivo de la misma manera que, por ejemplo, las drogas y el alcohol. De hecho, el cerebro de las personas que se consideran a sí mismas "adictas" no responde de la manera que se podría esperar si estas personas realmente tuvieran una adicción (vean aquí un resumen de la investigación). "La adicción a la pornografía", por lo tanto, no es un término científico; mucho menos un diagnóstico oficial. Las etiquetas de este tipo son problemáticas en otras maneras también. Por ejemplo, como el psicólogo David Ley argumenta en su libro El mito de la adicción al sexo (The Myth of Sex Addiction), cuando utilizamos incorrectamente la etiqueta "adicción" para los comportamientos de este tipo, absolvemos a las personas de la responsabilidad personal.

Publicidad

No trato de sugerir que la pornografía sólo puede ser problemática para las personas que sienten una culpa religiosa. Con el fin de entender realmente las circunstancias en las que el porno puede ser dañino, uno debe estar abierto a tener una discusión muy matizada sobre cómo determinados tipos de pornografía podrían afectar a tipos específicos de personas.


Relacionados: Así funciona el negocio de los castings porno


Por ejemplo, aunque los datos en Estados Unidos no establecen un vínculo entre el consumo de pornografía y la violencia sexual, hay casos concretos en los que podría predisponer a ciertos espectadores a cometer una agresión sexual, por ejemplo, cuando los hombres que ya presentan un alto riesgo de involucrarse en algún modo de violencia sexual ven pornografía demasiado extrema. De hecho, los estudios sugieren que la confluencia de ciertos rasgos de la personalidad con la pornografía realmente extrema probablemente resulte en algún problema.

En las discusiones sobre los efectos del porno en la salud, es importante reconocer que no todo es igual en éste y, por otra parte, que no todo el mundo responde de la misma manera. Entonces, declarar la guerra a la pornografía en general no es ni útil ni realista.

Numerosos estadounidenses la ven de manera ocasional, y la mayoría no quedan dañados por lo que observan. De hecho, la investigación muestra con claridad que son más propensos a experimentar el porno como algo positivo en lugar de una fuerza negativa en sus vidas. Sin embargo, una minoría de espectadores queda afectada por algunos tipos de porno, y por lo tanto merecen nuestra atención.

Si somos serios en nuestro deseo de ayudarlos, sin embargo, tenemos que dejar que nuestra guía sea la investigación, no la retórica política.

El doctor Justin Lehmiller es el director del programa de psicología social en la Universidad Estatal Ball y autor del blog Sexo y Psicología. Síguelo en Twitter.