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Cultură

Este tipo limpiará tu casa cuando mueras

Todos amamos las tiendas de segunda mano, pero, ¿has pensado que todo eso pertenecía a gente que ya murió?

Foto vía Flickr

Este texto fue publicado originalmente en VICE Alps.

A todos nos gustan las tiendas de segunda mano. Ya sea que no tengas ni un peso y quieras amueblar tu departamento o que simplemente te gusten las cosas raras y kitsch, es fácil pasar horas viendo las cosas extrañas que puedes encontrar en estos pasillos polvosos. ¿Pero alguna vez te has preguntado de dónde vienen esas mesitas tan chic, los sacos con hombreras ochenteras y aquellas pinturas con manchas de humo?

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Claro que algunas fueron donadas, pero muchas otras salieron de casas de muertos o de personas en bancarrota gracias a liquidadores inmobiliarios. Ser liquidador no es nada divertido. Los departamentos de los muertos son mucho más que lugares llenos de cosas vintage y comida caduca. De vez en cuando también tienes que lidiar con cosas asquerosas.

Platiqué con un liquidador inmobiliario profesional (que quiso mantenerse anónimo) para entender algunos de los problemas que enfrentan él y sus colegas.


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Foto de un excusado que está un poco más limpio que algunos que nuestro liquidador ha visto. Foto vía Flickr.

EXCREMENTO DE RATA

A menudo tenemos que lidiar con acumuladores y sus asquerosos departamentos. Esta pobre gente generalmente es muy solitaria y no tiene a nadie que se quede con sus cosas, así que hay algunas personas —como yo— que limpian sus propiedades terrenales. Recuerdo un departamento al que nadie quería ir mas que la compañía para la que trabajo. Tenía cuatro habitaciones y estaba en el tercer piso. Normalmente, mi jefe visita cada propiedad antes para ver cuánto tiempo y esfuerzo necesitará para limpiarse y luego nos manda a hacer el trabajo. Cuando regresó nos dijo: "Hagan lo que hagan, no entren al baño".

El departamento estaba muy, muy descuidado. Todo el piso estaba cubierto con una capa de basura de 20 centímetros de ancho. Mi jefe pidió que llevaran un contenedor al jardín para que pudiéramos echar toda la basura. Empezamos a echar la mugre en bolsas de plástico con ayuda de palas y las lanzamos por el balcón para no tener que subir y bajar escaleras.

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En el cuarto había una montaña de cobijas y colchones, tantos que era imposible decir dónde terminaba uno y dónde empezaba otro. Cuando mi colega empezaba a separarlos, escuchamos rasguños y chirridos. De repente cerca de 40 ratones salieron corriendo por todos lados. Hasta este día seguimos sin saber si fue el acumulador quien los llevó allá o no.

Por supuesto, ignoré las instrucciones de mi jefe y decidí entrar al baño. Por suerte fui lo suficientemente rápido para quitarme la máscara de polvo antes de vomitarla. El acumulador llevaba años sin jalarle al excusado. Había una pila de caca en la taza, que era el doble de alto que el mismo asiento. Azoté la puerta y me alejé con escalofríos. Créanme: mi vómito era sólo una pequeña gota en el mar de desperdicios humanos de aquel cuarto.

PRUEBA DE CAMAS

Esto más bien le pasó a mi jefe. Y le creo, no es el tipo de gente que inventa cosas. Además tiene sentido dada su apariencia: es una especie de fisicoculturista/gigoló con un coche extravagante que más o menos encarna su personalidad.

Un día fue a ver el departamento de alguien que acababa de morir. La esposa e hija del fallecido estaban ahí para mostrarle el lugar. Cuando llegaron al cuarto para ver si podrían vender la cama, la esposa preguntó: "¿Por qué no nos metemos los tres? Así será más fácil saber si vale la pena venderla". Según mi jefe, las dos comenzaron a tocarlo y a querer rodearlo con las piernas. Me dijo que incluso tuvo que usar la fuerza para salir del cuarto y alejarse de ellas.

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Foto vía, Flickr, del usuario Alan Stanton.

EL GRANJERO VIOLENTO

Alguna otra vez nos llamó una viejita del campo. Dijo que su casa estaba en un área que extrañamente también pertenecía a un granjero, quien supuestamente la maldijo porque quería la propiedad para él mismo. Ella nos contó que la amenazó diciéndole que si regresaba, no viviría por mucho tiempo. Como no iba seguido y había un granjero que quería matarla, decidió vender la casa.

Mi jefe y yo fuimos a ver el lugar. Aunque la mujer se veía perturbada, no había forma de saber si su historia era totalmente cierta.

En cuanto llegamos vimos al granjero en su tractor. Iba a toda velocidad hacia nosotros y obviamente no le interesaba frenar. No había forma de que nos hiciéramos a un lado —o nuestro coche se habría caído al barranco—, así que lo puse en reversa y arranqué lo más rápido que pude. Mi jefe abrió la puerta del copiloto y salió volando porque estaba convencido de que moriríamos.


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Por suerte el granjero se detuvo muy cerca de nosotros. Estaba echando humo y gritándonos de cosas, así que le contesté. Al final nos dejó pasar.

Después de que vimos el lugar y tomamos lo que podíamos vender, nos dirigimos a casa. Estábamos apenas a medio kilómetro cuando el coche se atoró en el lodo. Tuvimos que llamar al granjero para que nos ayudara.

Llegó, pero en lugar de ayudarnos, se paró a unos metros y comenzó a reírse. Empecé a gritarle de cosas y vi que no entendía, hasta que le dije "pendejo", cosa que no le hizo nada de gracia.

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Mi jefe intentó razonar con él preguntándole qué podíamos hacer para que nos ayudara. Dijo que yo debía disculparme. Le pedí perdón a regañadientes.

Foto vía Flickr, del usuario Alan Stanton.

LA VENTANA

La compañía para la que trabajo es dueña de una tienda de segunda mano localizada en un edificio industrial que parece un garaje. La fachada no es exactamente una pared: es una enorme puerta hecha de aluminio con paneles de plexiglás. Una vez estaba escombrando la tienda y vi por la ventana de plexiglás un coche acercándose. No me dio miedo, ya que hay un estacionamiento al lado, por lo que siempre hay coches acercándose al edificio. Sólo que éste no se detenía. No me di cuenta de lo que estaba pasando hasta que escuché un horrible choque y sólo entendí la situación hasta que vi que el coche se me acercaba en cámara lenta.

Era como de película: la tienda explotó. El coche hizo que todas las cosas cayeran a mis pies. No me moví ni un centímetro; simplemente me quedé viendo todo. Cuando el auto al fin se detuvo, un viejito y su esposa salieron tropezándose. Estaban confundidos y se disculparon mucho. Resultó que habían confundido el acelerador con el freno.