Unos millonarios chinos me invitaron a su boda

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Unos millonarios chinos me invitaron a su boda

En la China del siglo 21 una boda es un gran acontecimiento con una amalgama estética entre Oriente y Occidente.

"¡Te perdiste un montón de cosas! Acabo de ganar uno de los regalos", dice el mensaje de Jeff, que sigue disfrutando del banquete de boda en el Ritz-Carlton.

A continuación me envía una foto de su mujer sosteniendo un MacBook Air y luciendo una amplia sonrisa.

De repente, me arrepiento de haberme ido antes. Ya estoy de camino a la estación de tren, por no tener la previsión de reservar una habitación en algún hotel de la ciudad.

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Jeff me envía otra foto: una sola gamba en un plato, ligeramente aderezada con una salsa de tomate.

"La gamba es como mi puño de grande", añade. Es uno de los catorce platos que se sirven en el banquete. El estómago me ruge de envidia; sólo pude probar el primero de todos esos platos, entre los que había sopa de pepino, pato, cangrejo frito, codillo de cerdo, un pescado entero al vapor, sopa con albóndigas y langosta con queso.

Unos cuantos amigos y familiares. Todas las fotos por la autora.

En la China del siglo 21, una boda es un gran acontecimiento con una amalgama estética entre Oriente y Occidente. Si bien las novias han abandonado la tradicional prenda roja en favor del vestido blanco, en estas ceremonias todavía persisten muchas tradiciones ancestrales. Se celebra una ceremonia del té, una lucha en la que el novio debe ganarse a la novia y se entregan sobres rojos en lugar de regalar artículos de una lista de bodas. Difícilmente habrá bailoteo después del banquete o elementos religiosos en la ceremonia. Sí pueden esperarse, en cambio, discursos grandilocuentes por parte de los de más edad y comidas pantagruélicas con abundancia de mariscos.

Curiosamente, los amigos de los novios constituyen sólo una pequeña parte de la lista de invitados. La mayoría son familiares, amigos de los familiares y socios de los padres de los novios. La ostentación y el glamur no pueden faltar en cualquier evento de la élite china. Lo cierto es que los verdaderos protagonistas de una boda son los padres, que son también los que suelen financiar la celebración.

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Actualmente, una boda china suele costar unos 22.000 dólares (más o menos 73 millones de pesos), y en el 62 % de los casos, son los padres los que asumen los gastos. El mercado está creciendo a pasos agigantados, al ritmo que lo hace la clase media del país. La industria de las bodas hoy mueve 55.000 millones de dólares, entre sesiones intensivas de fotos antes del gran día, un equipo de cámaras y tratos financieros. El año pasado, las celebridades chinas Angelababy (la Kim Kardashian de China) y Huang Xiaoming se gastaron casi 30 millones de dólares en sus nupcias; es decir, más del doble de lo que invirtieron en la suya Kim y Kanye West.

Más que una celebración íntima, las bodas se convierten en una especie de espectáculo para las familias, y la boda a la que asistí no fue ninguna excepción, teniendo en cuenta que los cónyuges proceden de familias influyentes de Shanghái.

Pero yo ni siquiera conocía a los novios. De hecho, sigo sin conocerlos.

Los invitados se desplazan con una flota de Rolls-Royce.

Mi amigo Jeff, muy allegado a la familia, se enteró de que yo estaba en China y me invitó a última hora. Les dijo que era escritora y que me interesaba la cultura china, y los novios me recibieron con los brazos abiertos y me invitaron a pasar el día con ellos.

Aunque sabía que estaba invitada, cuando llegué a la suite del Hotel Peninsula de Shanghái a las 9:00 a.m. y me encontré a una novia preciosa y radiante a la que estaban peinando, rodeada sólo por sus amigas y familiares más cercanas, no dejó de sorprenderme que permitieran a una completa desconocida como yo formar parte de ese momento. Fue un gran gesto de amable hospitalidad, testamento del poder del guanxi (conexión) que existe en China.

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Enseguida se hizo evidente que ambas familias tenían mucho dinero. La novia tenía un hermano menor, lo cual significaba que, en un país en el que hasta el año pasado imperaba una política de hijo único, la familia era capaz de asumir el impuesto obligatorio que se debía pagar por tener un segundo hijo. En segundo lugar, la mayoría de los amigos de los novios, de veintitantos años, hablaban un inglés muy fluido. Muchos de ellos habían ido a la universidad en Estados Unidos, un lujo que sólo las familias más adineradas de China pueden permitirse.

Un grupo de cámaras se colaba en la suite del Peninsula para una sesión de fotos glamurosas. Los niños correteaban por la sala. Una niña muy pequeña vestida de rojo me tiró de la chaqueta y me sonrió. Había una cesta con mandarinas —fruto que simboliza la fortuna y la suerte— sobre la mesa.

Las damas de honor conocen a los padrinos

El novio y los padrinos anunciaron su presencia con unos golpes en la puerta. Las nueve damas de honor (número de la buena suerte) gritaron nerviosas y comenzaron a pedir dinero. La novia siguió escondida tras la puerta del dormitorio. De pronto, se coló un sobre por debajo de la puerta y a continuación las chicas dejaron pasar a los padrinos.

Esta tradición se llama chuangmen, una especie de juego que se debe representar antes de que el novio pueda ver a su futura esposa. Las chicas habían planeado una serie de retos para los chicos, y durante el transcurso del juego, estos debían ir entregando decenas de sobres rojos llenos de dinero: el precio que tendría que pagar el novio para casarse con la novia.

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Depilación por amor

"Primero tendrás que saltar descalzo sobre esta colchoneta", anunció una dama de honor señalando una esterilla de acupuntura repleta de pinchos afilados. (Poco antes esa mañana vi a una de ellas probarlo por curiosidad. "Esto va a doler", concluyó.)

Los chicos intercambiaron miradas de horror. Finalmente, uno de ellos le dio una palmada en la espalda al novio y decidió sacrificarse por el clan.

Uno de los padrinos salta sobre una esterilla llena de pinchos

La sala entera prorrumpió en carcajadas ante los alaridos de dolor del pobre padrino, que rogaba que lo liberaran de ese tormento. Las chicas exigían más dinero. Él cedió y le entregó un sobre rojo a cada una.

Cazando M&Ms en un plato lleno de harina

"Ahora tienes que buscar el M&Ms rojo en este plato de harina sólo con la boca", anunciaron las chicas.

Continuaron las pruebas. Uno de los padrinos tuvo que depilarse las piernas; otros, que pintarse los labios mutuamente sosteniendo el colorete con la boca y llevando los ojos vendados. Luego los obligaron a comerse unas tostadas untadas con wasabi.

Tostadas con wasabi

Los más ancianos lo observaban todo con una mezcla de diversión y aprobación. Todo es parte del ritual; el novio y sus amigos se tienen que ganar el derecho a casarse. Al fin y al cabo, la familia está renunciando a una hija.

Finalmente, las chicas abrieron la puerta y permitieron al novio ver a la novia. Él le dedicó una sonrisa a ella y le apretó la mano mientras sus amigos proseguían con los juegos.

Momento pintalabios

Por último, las damas de honor se pusieron en línea junto a la cama y una de ellas anunció el último reto: "Debes encontrar el zapato de la novia. Una de nosotras lo tiene".

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"¿Lo llevas escondido entre los pechos?", bromeó un padrino. Ella le lanzó una mirada divertida.

La búsqueda del zapato continuó entre peleas y gritos, hasta que por fin lo encontraron —un Louboutin— pegado con cinta al muslo de una de las damas de honor.

La novia se puso el zapato y todo el mundo salió de la habitación. En la recepción del hotel, se nos indicó que subiéramos a cualquier carro que tuviera un lazo azul atado a la manija de la puerta. Los vehículos resultaron ser una flota de Rolls-Royce y Mercedes.

Un plato de langosta del banquete

Nos llevaron a un restaurante para lo que me dijeron sería una comida rápida, aunque realmente fue un banquete en toda regla, con platos fríos, langosta y pepinos de mar, todos manjares de la buena suerte para una boda. El grupo era relativamente reducido, de unas 50 personas, todas por parte de la familia de la novia. Al cabo de una hora, se pidió al grupo de la novia que regresara a los carros. Los demás se quedaron y siguieron comiendo. La comida es una constante en una boda china. La gente casi nunca se lleva las sobras a casa; que sobre comida siempre es positivo.

Llegamos a un conjunto de apartamentos de estilo palladiano que parecía un hotel de cinco estrellas. En la parte frontal había dos grandes pilares; la recepción estaba revestida con suelos de mármol y toques dorados. Era la residencia de los novios. Todo el mundo se apiñaba frente a la puerta y lanzaba confeti cuando el novio llevaba en brazos a la novia al interior, como manda la tradición. La pareja subió en el ascensor a su nueva casa, donde la familia del novio los esperaba.

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Los novios

Esto es típico de las bodas chinas: como regalo de bodas, los padres compran a sus hijos una casa o un apartamento.

Su nueva vivienda tenía ventanales del suelo al techo con unas vistas impresionantes de Shanghái, una habitación para invitados, una cocina completamente equipada y un vestidor enorme. En una pared del salón colgaba una foto enmarcada de los novios. Parecía tomada en un estudio de cine.

Tangyuan con huevo

Se sirvieron los postres: cuencos de sopa de tangyuan (bolas de arroz glutinoso dulce) con un huevo hervido. El tangyuan es un postre típico que puede encontrarse en cualquier lugar de la ciudad, pero nunca lo había visto servido con un huevo dentro.

"La redondez del huevo simboliza la unidad de la familia", me dijo una dama de honor. El plato lleva asociado el dicho "Tuan tuan yuan yuan", que en chino significa "unión". También se sirvió té en hojas sueltas con una cantidad considerable de azúcar. Esto, por supuesto, también tiene un significado: las cosas dulces se asocian al dicho "Tian tian mi mi" (dulce como la miel), un deseo para la nueva vida que están a punto de emprender los recién casados.

Vino, entonces, la parte más emblemática de una boda tradicional china: la ceremonia del té. Los padres se sentaron en el sofá y los novios se acercaron a ellos, cada uno sosteniendo una gai wan (taza de té) de un rojo llamativo, con semillas de loto y dátiles rojos.

La ceremonia del té

Los chinos creen que el loto y los dátiles mejoran la fertilidad de los recién casados para que puedan tener hijos pronto. En mandarín, la palabra "dátil" se pronuncia igual que "pronto", y "loto" suena muy parecido a "descendencia masculina".

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La pareja se arrodilló y entregó el té. Los padres les entregaron paquetes rojos con dinero. Una tormenta de flashes inundó la sala. Esta ceremonia simbolizaba el final de la transacción entre las dos familias.

Llegó la hora de festejar y todo el mundo se puso en marcha para acudir al banquete en el Ritz Carlton.

Vino y Moutai, uno de los licores destilados más caros de China

Ya había oscurecido y todo se volvió un poco borroso. Sucedían tantas cosas a mi alrededor que me costaba procesarlas. Había un total de 53 mesas, cada una con dos botellas de vino y una caja de Moutai, uno de los destilados más caros de China. En la zona de espera, los niños se entretenían comiendo palomitas recién hechas por una máquina y servidas por unos asistentes. Una pequeña orquesta de violinistas empezó a tocar. En el centro de la sala de banquetes había un escenario gigantesco en forma de T y por todas partes había luces de discoteca y decoración galáctica. Los novios estaban de pie delante de un fondo y comenzó la sesión de fotos con los invitados. Los retratos se proyectaban sobre las paredes junto con las siluetas de los signos del zodiaco chino de los recién casados.

Un puesto de palomitas para los niños

Empecé a charlar con algunos de los amigos de los novios; todos estudiaron en Estados Unidos y regresaron a China para trabajar. Me contaron que, pese a que esta era una boda de bastante nivel, no era de las más impresionantes que habían visto.

"En algunas bodas incluso hay salones privados para los invitados más prestigiosos, como representantes del gobierno que no quieren ser vistos en público. En cada sala se emite la celebración en directo en una pantalla", me contó una chica. Me hablaron de bodas con hasta 800 invitados, actuaciones de estrellas del pop internacionales o helicópteros. A esta boda sólo habían acudido celebridades de Shanghái. Lo normal, según supe.

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El novio subió al escenario. Sus temblores delataban claramente su nerviosismo.

"Por favor, ¡demos la bienvenida a la mujer más guapa y encantadora de la noche!", anunció.

La novia sube al escenario

Las luces se atenuaron y la música dramática fue in crescendo. Se abrieron unas puertas y apareció la novia, sonriente, luciendo un velo y una corona, acompañada por su padre y un foco de luz. Parecía tranquila y caminaba con elegancia. El público le dedicó un aplauso.

Se produjo el intercambio de anillos y, por primera vez en todo el día, los novios se besaron. Un representante del gobierno pronunció un emotivo discurso y los novios recibieron piezas de papel con caligrafía como regalo. Se sirvió vino y una serie de platos fríos en las mesas: pato, pescado y medusa. Eran sólo las entradas.

Miré el reloj: tenía que irme, mi tren salía en una hora.

Me despedí de los comensales de mi mesa y salí corriendo del Ritz a la lluviosa y fría noche de Shanghái.

La parejita feliz

Después de pasar todo el día desplazándome en un carro con asientos de cuero y chofer, en el tren me siento como en la calabaza del cuento de hadas del que salí.

Mi teléfono vibra otra vez. Más noticias de Jeff, enmarcadas entre signos de exclamación.

"¡Están regalando iPhones como churros!".

Debí haberme quedado.