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Pizza, drones y el Mundo de Beakman: cinco días en Jalisco Campus Party

Robots, drones, realidad virtual, spinners y torres de pizza.

Los ojos me arden y estoy cansado de caminar. Los drones siguen volando y las consolas de videojuegos continúan encendidas, los microondas colocados a un costado de los baños han hecho un trabajo digno de un reconocimiento, y aunque ya guardaron los robots, miles de personas aún rodean el escenario principal para el evento estelar de este carnaval de innovación y tecnología. Son las doce del mediodía del domingo cuando Steve Wozniak —cofundador de Apple— hace su aparición para cerrar la octava edición de Campus Party en México; y la gente lo recibe como a un auténtico mesías.

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La mañana del miércoles cinco de julio —aunque parece que ha pasado más de un mes— dio inicio CPMX8, que por cuarta vez consecutiva se llevó a cabo en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Desde antes de abrir sus puertas, el edificio ya se encontraba rodeado por decenas de camiones y cientos de personas listas para instalarse por los próximos cinco días. Cargaban cobijas, mochilas, computadoras, disfraces, guitarras, comida, bebidas energéticas y todo lo necesario para una fiesta maratónica de internet y tecnología. El beneficio de la prensa es no hacer esta fila; la maldición, tener que ver todo cuanto sea posible para intentar explicar lo que pasa en este lugar tan alejado de la realidad y tan cercano a nuestros sueños de un futuro supersónico.

Con 25,000 asistentes (12,000 de los cuáles duermen en casas de campar dentro del recinto), 1,500 horas de contenido, y más de 40 talleres y activaciones, CPMX8 se presenta como el evento de innovación y tecnología más grande de Latinoamérica. Durante los cinco días que dura, sus puertas no cierran y cualquiera puede entrar o salir a cualquier hora. Las entradas, como en un concierto de rock, están permanentemente custodiadas por guardias de la policía municipal que se aseguran que nadie con alcohol, drogas o armas tenga acceso a este cerebro de pureza virtual.

Una vez adentro, mientras Raúl Martín Porcel, su director general, daba un solemne recorrido al gobernador del estado, los campuseros más extremos desenvolvían sus máquinas y apartaban lugar en las largas mesas de un enorme salón con el internet más rápido que mi laptop de mierda haya experimentado jamás: 300 Mb de bajada y 180 de subida. Estas mesas poco a poco se irían llenando hasta el punto en que para encontrar lugar sería necesario pasar sobre personas dormidas en el piso, montañas de cajas de pizza y máquinas impresoras 3D. Un futuro extraño pero acogedor.

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El evento está básicamente dividido en dos partes (sin contar el área de camping, a la cual prensa no tiene acceso, pero en donde me cuentan que "pasan cosas"): Hackaton Arena y Campus Experience. La primera se trata de una enorme sala con decenas de mesas de trabajo con enchufes y cables ethernet que rodean el OVNI —como se llama el centro de control encargado de proveer internet para los miles de asistentes—, una especie de corazón electrónico con arterias de metal que bombea energía para todo este organismo digital. Las mesas son ocupadas por equipos de campuseros que instalan máquinas futuristas construidas por ellos mismos para jugar, trabajar, modelar, programar y presumir. Aquí también se encuentra el escenario principal, #FeelTheFuture, en donde los principales ponentes se presentan para un público que vino desde todas partes del país: Beakman (de El increíble mundo de Beakman), José Gordon, Woz, y decenas más, como Jorge Vergara, el dueño de las Chivas.

En la otra sala —más grande, más ruidosa, y con más máquinas que la primera— se desarrolla Campus Experience. Aquí se encuentran los stands y las activaciones de marcas como Xbox, Ghandi y el gobierno de Jalisco, así como diferentes escenarios con temáticas como el Internet de las Cosas, Marketing, y Tecnologías para desarrolladores. Pero eso no es nada. Hay una zona de tecnologías emergentes, una zona de realidad virtual, una de gaming, una de marketing interactivo, una zona de inteligencia artificial y robótica, una zona para niños y una jaula de drones. Todo lo necesario para hacer del tiempo espuma y donde la única limitante es la energía de tu cuerpo para seguirla cotorreando.

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Pero Campus también se puede dividir en tiempos: mientras que en el día las actividades se centran en las conferencias, talleres y activaciones, de noche todo se pone de cabeza. Durante un recorrido que hice la noche del viernes o la madrugada del sábado (la verdad me he sorprendido varias veces diciendo que es un día que no es o una hora que no existe), pude ver cosas dignas de un sueño febril: un juggalo cibernético con ojeras del infierno de Diablo III, campuseros dormidos sobre sus teclados, concursos de baile frente a un pequeño ordenador, cuerpos humanos tirados en el piso rendidos por el cansancio, un grupo de nativos de internet cantando rancheras alrededor de una guitarra, gente corriendo y gente brincando, una persona haciendo música electrónica conectado a un monitor sin una sola persona presente, carreras de Mario Kart en la pantalla de un escenario, todo cobijado por la incesante respiración del OVNI.

Cinco días parecen suficientes para conocer una sala de exposiciones, pero en este futuro el tiempo no cuenta y perderse en la infinidad de actividades es tan fácil como confundir dos gotas de agua. Quizá por eso el número de campuseros crece año con año, como también el número de marcas que quieren asociarse con el evento. En las más de cien horas de esta octava edición, estas son algunas de las cosas que pude hacer: aprender a dibujar con una pluma que pinta en 3D, manejar un robot ochentero, ver peleas de sumo de robots y de robots destruyéndose, comer pizza, ver cómo Beakman fabricaba una nube adentro de una botella, escuchar una conferencia de José Gordon sobre la literatura y el universo, tratar de unirme a la religión Pastafari, presenciar carreras de drones, ver como se destruye un dron cuando choca, luchar contra una horda de zombis en realidad virtual, recorrer un museo inflable y ver una proyección wirarika, jugar carreritas en Xbox, me gané una playera gratis y conseguí un cubo spinner, vi a una botarga de dinosaurio y a una botarga de vaca competir en una batalla de baile, vi una computadora de agua y aprendí que el universo está hecho de cosas que no podemos entender, como la gravedad y los cíclopes.

Es domingo 9 de julio a las 12PM. Lo sé porque Steve Wozniak está sobre el escenario principal y el programa señala que esta es la conferencia que dará fin a esta edición de Campus Party. Casi no quedan personas en las mesas; todas están mirando al escenario o alguna de las pantallas que transmiten en vivo la ponencia de Woz. La gente está cansada y con ojeras, algunos sin bañarse y otros arreglados como el primer día, pero todos miran en silencio a este ingeniero que hace décadas convirtió una idea en la compañía de tecnología más importante del momento. Lo miran con atención y algunos toman apuntes; parecen entender que más que los drones y los robots luchadores, el futuro está en desarrollar esas ideas innovadoras que por el momento solo parecen existir en esta sala de conferencias.