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A veces la depresión es no sentir absolutamente nada

No estás feliz, ni triste. Sólo no sientes nada.
ER
traducido por Elvira Rosales

Nunca me di cuenta de lo poco que sabía sobre la depresión hasta que tuve depresión. Por ejemplo, no sabía cómo ésta puede acabar con tu deseo sexual, dejándote apenas —e involuntariamente— asexual. No sabía que la depresión afecta tu capacidad de atención, tu energía y tu capacidad para terminar las cosas. Durante un reciente episodio, me costaba acabar de leer artículos de revistas y ver películas enteras. El número de correos que mandaba se desplomó. Las actividades cotidianas eran como tareas hercúleas.

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Pero quizá lo más sorprendente de todo fue la insensibilidad emocional. Nada que hayas escuchado sobre la palabra "depresión" te prepara para tener un contacto visual con tu sobrina de dos años que sabes debe derretir el corazón, pero no sucede. O para acompañar a un amigo a un funeral y sentarte, rodeado de suspiros y llantos, preguntándote con una mezcla de culpa e inquietud, por qué no sientes nada.

Durante mi episodio depresivo, experimenté este tipo de insensibilidad por semanas. Las noticias políticas que antes me hacían enfurecer me dejaban frío. La música no generaba grandes efectos más allá de recordarme alguna sensación pasada. Las bromas no me causaban ninguna gracia. Los libros no eran interesantes. No se me antojaba comer. Me sentía, como expresó Phillip Lopate en su extraordinario y acertado poema, "Numbness" (Insensibilidad) "precisamente nada".

Y todo esto era nuevo para mí. Porque si bien había entrado y salido de la depresión antes, como mucha gente, seguía sin comprender una enfermedad que afectó a 16 millones de estadounidenses en 2015. (Eso es más que las poblaciones de Nueva York, Los Ángeles y Chicago juntas.) "Está en todas partes", el autor de The Noonday Demon: An Atlas of Depression, Andrew Solomon, me cuenta. "[Y no obstante] me parece que el público no la comprende del todo".


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El Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders dice que para que una persona pueda ser diagnosticada con un Trastorno Depresivo Mayor, necesitan experimentar "Un ánimo deprimido la mayor parte del día, casi todos los días" o "una clara disminución del interés o placer por todas las actividades diarias, casi todos los días" por un periodo de dos semanas. Pero esto sólo es un punto de referencia. Para realizar un diagnóstico, la persona también debe reportar al menos cuatro síntomas adicionales de una lista que incluye importante pérdida o aumento de peso, una incapacidad de dormir o somnolencia excesiva, cansancio, agitación o lentitud física ("agitación o retraso psicomotor", en términos clínicos), fatiga frecuente o pérdida de energía, sentirse inútil o sentir culpa excesiva, indecisión o poca capacidad de concentración y pensamientos suicidas o sobre la muerte recurrentes.

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"Es realmente sorprendente, entre más experiencia tengo, más manifestaciones de la depresión encuentro en el cuerpo humano", dice Jennifer Payne, profesora de psiquiatría y directora del Women's Mood Disorders Center en la Escuela de Medicina Johns Hopkins. Estas señales pueden variar desde dolores de cabeza hasta problemas gastrointestinales o varios síndromes más; la depresión también puede exacerbar enfermedades preexistentes, como la diabetes o la hipertensión. "Si llevas a dos mujeres con el mismo cáncer de mama, una con depresión y la otra no, la paciente deprimida tiene dos veces más probabilidades de morir víctima del cáncer", dice Payne.

En mis conversaciones con Payne y otros expertos médicos, comencé a comprender qué tan vasta y multifacética puede ser esta enfermedad. La depresión puede ser visible o invisible ante los seres queridos de una persona. Puede durar semanas, años o incluso décadas. Puede afectar el sueño, la concentración, el apetito, la energía, la memoria, el movimiento y —como pude comprobar al tratar de escribir con depresión— el manejo del lenguaje de una persona.

"Todos estamos cómodos mientras se hable en pasado sobre enfermedades mentales"

Un aspecto particularmente espantoso es que la desesperación y la impotencia son síntomas de la enfermedad. David Spiegel, profesor de psiquiatría y ciencias del comportamiento y director del Centro de Estrés y Salud de la Universidad de Stanford, me explica que la depresión es un trastorno mental común y tratable, pero la gente afectada puede culparse a sí misma por cosas absurdas. "Y entonces, la gente deprimida a menudo se siente culpable por estar deprimida y no hacer sus actividades como deberían", afirma. "Y eso es parte de la enfermedad… les impide encontrar una forma de salir, o conseguir ayuda para salir de ella".

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Las causas pueden ser tan variadas como los síntomas. Nadine Kaslow, profesora de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad de Emory, dice que en algunos casos la depresión es una cuestión más genética, mientras que otros la experimentan como una reacción externa al estrés. Kaslow repasa una larga lista de circunstancias que pueden disparar la depresión: la pérdida de un ser querido, perder el trabajo o la identidad; eventos que puedan generar sentimientos de fallo, vergüenza o humillación; un desastre natural que trastorne tu vida, como los recientes terremotos en CDMX, Puebla, Oaxaca, Chiapas y Guerrero; o los huracanes en Puerto Rico, Cuba y Florida; dificultades económicas y ansiedad; abuso infantil; violencia doméstica.

También sabemos que la depresión puede ser impermeable a los sucesos felices. Quienes leyeron Darkness Visible: A Memoir of Madness de William Styron, quizá recuerden la descripción que hizo cuando recibió un premio literario en París (un cheque por 25,000 dólares) y el reconocimiento de sus anfitriones, mientras experimentaba una sensación como "pánico… dislocación y una sensación de que mis procesos de pensamiento estaban envueltos por una marea tóxica e innombrable que borró cualquier respuesta agradable hacia el mundo vivo".


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Entre más avanzaba en mi investigación, también quedó más claro qué cosas no eran depresión. No es culpa de la persona afectada, no necesariamente tiene el control de "salir de ella"o "levantarse por fuerza propia". (Realmente estos puntos no pueden enfatizarse demasiado.) Y obviamente no sólo se trata de sentirse triste. "Las personas que nunca han tenido depresión piensan, 'O sea, yo me recuperé solo después de una época dura' y no comprenden la intensidad física, la inmediatez y lo controvertida que es la enfermedad", opina Solomon. Es tentador imaginar la depresión como el extremo de un espectro de estados de ánimo, añade, pero en realidad es un colapso del espectro. La palabra que a menudo utilizaba fue un sentimiento de "nulidad". Y en su TED talk sobre la depresión, repite la oración, "Lo opuesto de depresión no es la felicidad, sino la vitalidad".

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El autor británico Matt Haig tuiteó hace poco, "Todos estamos cómodos mientras se hable en pasado sobre enfermedades mentales". Yo mismo admito que es más fácil escribir este artículo cuando ya pasó mi último episodio depresivo. Cuando comparto mi experiencia con personas que conozco, puedo decir sinceramente, "Me siento mucho mejor ahora" y ahorrarnos una conversación incómoda. Pero salir del hechizo de la depresión (por lo menos hasta ahora; tengo pocas dudas de que regrese) también me permite ofrecer una perspectiva periodística interesante.

Un punto que vale la pena subrayar —y digo esto como una persona casi nada religiosa— es que las emociones son sagradas, algo milagroso. Te das cuenta cuando las pierdes. No creo que me haya sentido tan feliz de enojarme como hace poco que, después de leer una nota política horrible, comencé a sentir el primer ataque de rabia en meses. Me sentía ofendido otra vez y fue hermoso. Después, sucedieron otros sucesos reveladores, como cuando los electrodomésticos se encienden después de un corte de luz: el regreso de un nudo en la garganta durante las películas sentimentales; la risa espontánea cuando escuchas una broma. Hace pocas semanas, volví a casa después de un encargo y me quedé en el auto durante un minuto sólo para disfrutar la vieja pero al mismo tiempo nueva alegría mientras escuchaba una canción que había descubierto.

Mantente al tanto del compañero de trabajo que parece "como si la luz de sus ojos se hubiese apagado". Quédate al tanto de ellos, llámalos, visítalos.

Pero incluso ahora cuando estoy saliendo de mi último episodio depresivo, sigo atento a las personas que están ahí. Sé lo que significa sonreír para una foto y sentir que estás mintiendo. Sé lo que significa sentir una vaga sensación de tristeza por no sentir tristeza. Sé lo que significa explorar internet en busca de un video, un artículo o un libro que explique lo que sucede en tu cerebro. Conocer la depresión es familiarizarse con sus paradojas: la sensación de que te estás perdiendo la experiencia humana completa es gran parte de la experiencia humana.

En este punto es donde los amigos y familiares pueden ayudarte. Lo más probable es que conozcas a alguien que ha estado o estará deprimido en algún momento. Y ser un amigo o un miembro de la familia vigilante significa estar atento a la persona que es cada vez menos activa en la sociedad. Mantente al tanto del compañero de trabajo que parece, como un experto me dijo, "como si la luz de sus ojos se hubiese apagado". Quédate al tanto de ellos, llámalos, visítalos.

El cerebro es un órgano complejo y crucial que representa la mayor ventaja evolutiva sobre otros animales, me dice Spiegel. Y a veces tiene problemas para trabajar. Cuando esto ocurre, no depende de la razón de la persona afectada. "Es un problema que a menudo surge cuando intentas usar un órgano complejo para resolver los problemas complejos de la vida".

Es fácil arreglar una bicicleta o un auto cuando se descomponen, continúa, pero tu cerebro es complicado. "Entonces, busca ayuda profesional si no está funcionando bien".