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Esto lo detallé al momento de dar mi declaración. Justo después de presentar mis debidas credenciales como miembro de un medio de comunicación y mi credencial de periodista. Hubiera pagado dólares por haber podido grabar la palidez de la cara del secretario del ministerio público mientras le contaba que trabajo para un medio internacional.Para mi fortuna, dado que era hora de comida, la oficina se encontraba lo suficientemente vacía como para que no estuviera presente la Ministerio Público en turno, por lo que era su segundo al mando quien nos atendía: Un norteño de mediana estatura que creció muy cerca de donde yo, y que entendía perfecto mi acento y jerga.Y fue con ese mismo acento y jerga que me hizo a un lado y regañó en privado sobre cómo debo reaccionar ante situaciones como la de ese día, y sobre lo tonto que era al haberme expuesto así.Minutos después hubo una reprimenda similar para los oficiales que me habían presentado, la cual pude escuchar se aderezó con frases como "no sean pendejos" y "¿Qué le voy a decir yo a la ministerio, que se les dio la gana de levantar a alguien?"Después de esto, el secretario nos reunió a los tres y le pidió a los oficiales que me llevaran a casa. Estrechamos manos y saludos. Y de nuevo me subí a la patrulla. Esta vez con rumbo a mi hogar, todavía escoltado por un policía a mi derecha que insistía en que denunciara al teniente por corrupción y secuestro, mientras me aconsejaba que dejara de drogarme en la calle y que le hiciera como él, un periquito, una puta y un cuarto de hotel.Llegué a casa antes de que Pepino regresara de levantar la denuncia. Se sorprendió al verme de regreso en mi cuarto. "¿Qué haces aquí?", me preguntó. Solo pude responder: CHTM.—David, 32 años.