Ñom Ñom: Al Rashid, el amor casero de la comida libanesa

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Comida

Ñom Ñom: Al Rashid, el amor casero de la comida libanesa

Platillos suaves, fritos, coloridos, abundantes y acompañados con una dotación infinita de panes árabes.

La autora con su kibbeh bola.

La primera vez que probé la comida libanesa fue hace cinco o seis años, cuando llegó a México el esposo de mi tía, un hombre alto, con nariz grande y barba abultada, originario del Líbano. Se ofreció a preparar la cena de Navidad para toda la familia con la condición de que fuera una cena tradicional de su país. Nunca voy a olvidar ese sabor tan fuerte de la primera vez que comí tabule o la asquerosa apariencia del famoso kibbeh o quipe.

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Con el tiempo me fui acostumbrando al sabor y a los condimentos y ahora la comida libanesa es de mis favoritas. Pero después de comer platillos hechos en casa con tanto amor, las cadenas de comida nunca me dejaban conforme.

Llena sí, pero nunca conforme.

En la universidad conocí a una chica mexicana de familia libanesa que nos contaba maravillas de su cocina tradicional y tras mucho insistir, nos llevó a mí y a muchos compañeros a Al Rashid, un lugar que la dejó impresionada por su sabor auténtico a pesar de ser tan pequeño en comparación con los restaurantes libaneses más famosos de México.

Años después —como mis tíos ya no me hacen de comer— decidí regresar a este lugar en la colonia Moderna, a dos cuadras del metro Viaducto, en la Ciudad de México. Es fácil de ver porque tiene dos letreros grandes color naranja (¿o café?) con su nombre y la imagen de un camello.

La fachada del lugar.

Como ya dije, el sitio es pequeño y hay que tener suerte para alcanzar lugar. Afortunadamente, el día en el que fui el lugar estaba libre y era todo para mí. El menú es muy variado y empecé a ordenar como si no hubiera un mañana. Creo que lo más recomendable es ir con amigos porque las porciones son algo grandes y vale la pena probarlo todo.

Plato libanés.

Primero pedí el plato libanés que incluye hummus (que es puré de garbanzo con limón, semillas de sésamo y aceite de oliva), baba ganush (que es puré de berenjena con semillas de sésamo y aceite de oliva), tabule (una ensalada de trigo con perejil, jitomate, lechuga, cebolla y aceite de oliva) y labneh (lo que en México conocemos como jocoque), y viene acompañado de pan árabe.

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Tabule.

Después, como plato fuerte, pedí una orden de hojas de parra, que vienen rellenas de arroz con carne y acompañadas de jocoque y más pan árabe. Quería probar de todo como la vez que fui con mi amiga y otras diez personas, pero era imposible por el tamaño de las porciones, así que me decidí por uno de los platillos base de la comida libanesa: el kibbeh. Y fue kibbeh bola porque me gusta su forma. El kibbeh también viene acompañado de jocoque y pan árabe.

Hojas de parra rellenas de arroz con carne y jocoque.

Aunque comí todo lo que pude, no logré terminarme todo y tuve que pedir el resto para llevar. Al platicar con Marta, la señora que nos atendió (muy linda, por cierto), me di cuenta que había un platillo que se llama "plato caliente" e incluye poquito de todo: calabazas con carne, hojas de parra y una bolita de kibbeh. Así que, si van solos, no cometan el mismo error que yo. O mejor sí.

Kibbeh bola.

La señora Marta se sentó a platicar conmigo y me contó que el restaurante abrió hace 9 años y que su dueño, el señor Taleb, llegó del Líbano a México hace 10 años. También me contó que es tradición tomar café turco o árabe acompañado de los postres clásicos, como los dedo de novia, el pay de dátil o el nido de pistache, y después, leer el café. Descuiden, ella puede guiarlos en el proceso.

Charola grande de postres.

La mejor manera de terminar la comida es pedir un dedo de novia (hecho de queso, pistache y nueces) o un pay de dátil. La verdad es que yo no pedí postre porque creí que iba a morir si comía un bocado más, pero me llevé suficiente comida como para invitar a cenar a alguien —con apetito normal— y no pasar hambre.

No sé cuándo vuelva a pasar una Navidad cenando cosas libanesas en Querétaro con mis tíos, pero al menos ya tengo dónde comer un jocoquito casero hecho con amor.