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Cultură

Asesinaron al mejor guardia de mi prisión

"La mayoría de los guardias simplemente tratan de sobrellevar un trabajo estresante y poco apreciado en un lugar horrible", cuenta el reo Christopher Dye.
Ilustración de Dola Sun.

Para efectos de transparencia: he vivido en prisión desde 1996, cumpliendo varias cadenas perpetuas por crímenes de los que soy culpable. Soy responsable de eso.

He estado en confinamiento solitario desde 2010 por matar a otro preso que me apuñaló durante mis oraciones matutinas. (Bajo la ley de Texas, un reo puede ser procesado por homicidio cuando mata a otro prisionero, aunque sea en defensa propia.) Probablemente voy a morir en una celda de aislamiento algún día; también soy responsable de eso.

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De lo que no soy responsable es de la muerte de uno de los mejores guardias de mi prisión.

El martes 14 de julio de 2015, el oficial Davison me escoltó desde la sala de estar hasta mi celda. Acababa de visitar a sus hijas en Chicago, y estaba muy feliz. No paró de hablar sobre qué tan buena fue la visita. Sin embargo, no pudieron asistir al festival anual Ribfest, ya que él tenía que regresar al trabajo.

Fue asesinado al día siguiente.

Debido a que el sistema penitenciario de Texas tiene un problema crónico de falta de personal, Davison y sus compañeros trabajan "horas extras obligatorias". Y ya que a los guardias que llevan más tiempo ahí se les permite transferirse a puestos menos estresantes, los guardias de nuevo ingreso —mal equipados y muchas veces con un entrenamiento inadecuado— a veces acaban por realizar tareas de segregación administrativa, donde están en contacto con reos que tienen la reputación de ser "lo peor de lo peor".


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Al igual que muchos guardias novatos, Davison fue colocado en la unidad de segregación administrativa.

Me dijo que sólo lo hacía por el sueldo, lo cual es cierto para muchos empleados de la prisión que he conocido en las últimas dos décadas. La mayoría de los guardias simplemente tratan de sobrellevar un trabajo estresante y poco apreciado en un lugar horrible, para mantener a sus familias. (Y la mayoría de los prisioneros sólo tratan de sobrevivir a ese lugar, para regresar con sus seres queridos).

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Pero Davison era incluso más amable que la mayoría de la gente que he conocido, a ambos lados de los muros de la prisión. Lo vi resolver asuntos dietéticos, de plomería y sobre las pertenencias de varios prisioneros. Él nos calmaba con su perpetua sonrisa a pesar de todo lo que estaba pasando en su vida personal, que guardaba para sí mismo: un divorcio, la muerte de su madre.

Supe del asesinato de Davison después de terminar de correr en el patio, lo cual hago dos veces por semana. (Cuatrocientos vueltas equivalen a ocho kilómetros. Lo sé porque he medido cuidadosamente una vuelta con una hoja de papel.)

Después de ducharme, volví a mi celda y me puse a contestar a mi correo. Poco después hubo un "conteo" especial y "actividad suspendida". Me puse los audífonos y escuché varias estaciones en mi radio AM/FM que compré en la tienda de la prisión, en caso de que algo importante hubiera ocurrido en las noticias.

Lo que escuché me cayó como un golpe a la barbilla: "Matan a guardia en prisión del noreste de Texas". El nombre "Timothy Davison" fue pronunciado. Debe ser otro Davison, pensé.

Timothy. Su primer nombre era Timothy. No lo sabía. Podemos meternos en problemas por usar el nombre de pila de los guardias, supuestamente por razones de seguridad. Pero creo que la falta de nombres sólo alimenta la tensión entre nosotros y los guardias.

Sin duda, no debía tratarse de él, a todos les caía bien Davison. Pero entonces lo oí: "Timothy Davison, divorciado y padre de dos".Sentí como si hubiera dejado de respirar.

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Al parecer, Davison había escoltado a otro preso desde la sala de estar hasta una celda.


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El prisionero de alguna manera se había logrado soltar de las esposas detrás de su espalda, luchó con Davison hasta que lo tiró al piso, agarró la barra de hierro que se usa para abrir las ranuras donde se introduce el alimento en las puertas de las celdas, y la usó para golpear a Davison hasta la muerte.

Es probable que las hijas de Davison nunca sepan lo feliz que fue durante el tiempo que pasó con ellas en su última visita a Chicago.

Es casi seguro que nunca se enteren que Davison hubiera "conducido hasta Siberia" para sentir el abrazo de su hija menor y escuchar de nuevo la frase: "te amo".

Y definitivamente nunca sabrán que cuando nos contó esa historia, una luz brilló a través de este lugar oscuro y agobiante.

Christopher Dye es un reo de 53 años de la prisión estatal Unidad Telford en New Boston, Texas, donde cumple cadena perpetua por un asesinato que cometió mientras estaba en prisión. Su condena original en 1996 se debió a múltiples agresiones sexuales.

Ilustración de Dola Sun.