Todos toman ‘vampiros’ en bolsita en la Ribera de Chapala

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Todos toman ‘vampiros’ en bolsita en la Ribera de Chapala

En San Luis Soyatlán venden litros de felicidad en bolsas de plástico. El vampiro es un cóctel de tequila tan delicioso que vale la pena darse la vuelta al Lago de Chapala, en Jalisco.

Al entrar en el pueblo rural de San Luis Soyatlán a la orilla sur del Lago de Chapala, el cuerpo de agua terrestre más grande de México, se ven docenas de personas caminando y cargando bolsas de plástico llenas de líquido escarlata, como si un vampiro empresario hubiese establecido una tienda para abastecer a sus hermanos con sus dosis diarias de sangre a un precio bastante razonable.

A mi llegada, un domingo abrasador por la tarde, ya hay casi 50 personas haciendo fila ansiosamente para obtener su dosis de bebida en un puesto al lado de la carretera. Solo hay una cosa que los hace detenerse en este pueblo insignificante: su estatus como el lugar de origen del vampiro, por mucho el mejor –y más grande– cóctel de tequila en todo México.

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Oscar Hernández prepara un vampiro. Todas las fotos del autor.

Óscar Hernández, un residente local corpulento con un rostro arrugado y cabello canoso, afirma haber inventado la bebida hace casi 40 años. Lo hizo cuando era su su turno al frente de la tienda a un costado de la carretera, vendiendo pepinos y jícama con limón y chile. "Solía prepararme estas bebidas para refrescarme del calor, pero los clientes llegaban y me preguntaban qué era", me cuenta. "Parece que estás chupando sangre cuando lo tomas, así que decidí llamarlos vampiros".

Los clientes de Hernández pronto empezaron a preguntar si les podía preparar una de sus extrañas bebidas rojas. Al principio decidió darlas gratis como oferta para mantener a sus clientes en el puesto de frutas. Muy pocos viajeros solían visitar el pueblo en ese entonces, explica, así que concibió los vampiros solo como un medio para mantener contentos a sus clientes regulares.

Entonces, a medida que las bebidas se volvían más populares, vió una oportunidad para comercializarlas.

"La gente empezó a beber dos o tres cada vez que venía, por eso decidí empezar a venderlas", dice Hernández. "Las vendía en vasos, pero se derramaban en los autos de la gente a causa del movimiento, entonces empecé a venderlas en bolsas de plástico. Es práctico y barato, y a nuestros clientes les gusta así".

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Hernández y su familia sirviendo los vampiros.

San Luis Soyatlán fue fundado por los indígenas chichimecas antes de la conquista española de México y es el hogar de 3,000 habitantes aproximadamente. Está rodeado por kilómetros de matorrales. Se localiza en la carretera entre Guadalajara, la segunda metrópolis más grande de México, y Mazamitla, un pintoresco retiro montañoso de fin de semana, donde muchos residentes de Guadalajara rentan –o poseen– cabañas asentadas entre los fríos bosques de pinos.

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Debido a la creciente popularidad de los cócteles mágicos de Hernández, el pueblo se ha convertido en un punto de parada casi compulsiva para refrescarse a mitad del camino y llegar más alegre a Mazamitla. "Los vampiros se han hecho muy populares en los últimos ocho años", comenta Hernández. "La mayoría de nuestros clientes son jóvenes que van camino a Mazamitla, incluyendo niños a los que les gusta tomarlos sin licor; los disfrutan porque son ricos y refrescantes".

Ahora muchos otros lugares venden vampiros, pero gracias al boca a boca, el puesto de Hernández sigue siendo el más popular del pueblo, quien hace mucho decidió no ponerle nombre al puesto, pero se puede encontrar entre las calles Aldama y El Retiro, en el costado derecho de la carretera, viniendo desde Guadalajara.

Hernández ha perfeccionado su receta a través de los años. Los vampiros se preparan con hielo; jugo de limón y naranja, ambos recién exprimidos; Squirt, una marca mexicana de refresco sabor toronja; sal; y sangrita casera. La sangrita es una mezcla deliciosa de jugo de naranja, jugo de jitomate, chile, limón, sal y salsa picante. Los compradores pueden añadir al vampiro el tequila de su gusto: Cazadores, Centenario, Herradura, Tradicional, Tequileño o Pueblo Viejo.

Mientras la fila avanza, los clientes pasan frente a diferentes miembros del equipo de Hernández, muchos de ellos son familiares cercanos y cada uno tiene la tarea de servir un ingrediente diferente en las bolsas transparentes, que se vuelven más pesadas y coloridas a cada paso.

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All photos by the author.

Las porciones más grandes se ofrecen en bolsas con capacidad de más de un litro, mientras que los precios van desde 30 hasta 80 pesos mexicanos (de $1.60 a $4.30 dólares) dependiendo del tamaño de la bolsa y si contiene tequila o no. Las bolsas se amarran alrededor de un popote (pajilla) para que puedas beber el contenido sin derramarlo.

Al terminar de explicar la historia de la bebida, Hernández me extiende un vampiro embolsado con una mirada seria en el rostro, la cual enmascara el orgullo que siente por su creación. Lo pruebo. Es una bebida inmensamente gratificante: dulce, ácida y salada, como una ligera sacudida. Perfecta para un caluroso día de verano en la ribera del Lago de Chapala.

¿Qué mejor manera de hacer visible tu pueblo natal?

Sigue a Duncan Tucker en Twitter: @DuncanTucker