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El templo Shaolin de los Estados Unidos tiene su sede en Broadway, en Manhattan. El local, ubicado en el corazón de Nueva York, abre cada día a las 11:30 de la mañana. Dos estudiantes están ahí y entran de inmediato; pronto se escucha el amitofo por el altavoz. Subiendo las escaleras que hay al lado de la puerta, uno se encuentra de frente a un pequeño mural de un monje en una pared amarillenta.
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Un poco más allá, una chica rubia gira el rostro mientras se ata los cordones de sus botas negras. Una nube de alcohol la sigue por las escaleras como si de un fantasma empalagoso se tratara.
Más lucha: Los oscuros orígenes de las artes marciales Shaolin
En la calle hace frío. Corinne necesita una taza de café para sacudirse la resaca de anoche: estuvo despierta con el Maestro Shi Yan Ming y con el rapero RZA tomando vino en copas de vidrio. Justo antes de que la oscuridad la arropara, el maestro le ofreció un tatami para que se recostara. Corinne despertó con la llegada los primeros dos estudiantes y el amitofo y pensó que ya era hora de ir saliendo de allí.
“El maestro no regresará hasta más tarde”, me dice su discípula Han. Salgo con Corinne para buscar una bebida caliente y discutir sobre monjes borrachos… y sobre lo que pasó anoche.
La mayoría de las historias sobre Shi Yan Ming involucran a RZA, al alcohol… o a ambos. Yan Ming es un monje Shaolin con una historia de vida de película y una pared llena de fotografías con los personajes más destacados de Nueva York. Algunas de estas fotos son con RZA, incluyendo una de 1995 con la frase “la energía positiva activa la constante elevación”. Jackie Chan y Jet Li están ahí, así como el resto del Wu-Tang Klan, Andre 3000 y otros famosos que no reconocí. También estaba Eva Mendes.
En cada fotografía, los ojos de Shi Yan Ming brillan con su energía vital interna —qi, también transcrito como chi— como si estuvieran a punto de atravesarte con rayos láser. Esa mirada es conocida en el mundo del Kung Fu como ‘眼神’ —yanshen, literalmente “ojo espíritu”— y se dice que un poderoso artista marcial tiene un “ojo espíritu” tan poderoso que puede matar:
眼神有杀气!
“¡Hay ojos que matan!”, dice la famosa frase china, muy común en el mundo de las artes marciales. La mayoría de los luchadores del gigante asiático aspiran a reunir un qimuy poderoso: es el punto de inicio para poder entrenar artes marciales con plenitud. En ese sentido, Shi Yan Ming es un guerrero clásico, porque mantiene que la cultivación del qi debe ser una meta verdadera.
Los monjes guerreros como Shi Yan Ming siguen los pasos de los primeros monjes salvajes al tambalearse borrachos por el bosque y desmayarse en la puerta del templo más cercano. Siempre ha existido un yin y un yang entre los ríos y lagos del mundo fuera del templo; no es raro que en China los tranquilos esfuerzos de la tradición Zen se asocien con la violencia del Kung Fu.
La lucha antigua está tremendamente arraigada en la cultura china. Los luchadores sin conexión con ningún templo aún utilizan la terminología budista, veneran la figura de Buda y participan en sesiones de rituales de bebida. Para los guerreros chinos, poder beber toda la noche y luego levantarse y entrenar todo el día, o al menos levantarse y ocuparse de sus asuntos diarios, es una señal de un qi fuerte, una mente disciplinada y un cuerpo poderoso. Hay otra frase antigua para estos tipos: 酒肉和尚, literalmente “monje de vino y carne”.
El concepto “monje de vino y carne” describe al luchador tan avanzado en el camino de la cultivación propia que puede beber casi cualquier cosa y no importará, porque es en su corazón donde lleva siempre a Buda. La historia mítica clásica de Ji Gong, el monje indigente que comía carne y escupía palomas, es el modelo del monje errante que está más en sintonía con el camino verdadero de lo que los demás pueden imaginar.
Corinne está contenta de oír que los monjes salvajes tienen una antigua tradición y que desmayarse en casa de tu maestro no es un tabú en China —sino un rito de paso. Calmada tras la revelación, la chica se dirige a su trabajo practicando brujería para mujeres deprimidas y hombres gays irremediablemente románticos.
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Regreso al templo más tarde y me encuentro con que Shi Yan Ming no ha regresado. Se lleva a cabo una clase infantil, dirigida por Han, y me quedo a verla. Cuatro niños, dos de cada sexo, queman la energía en el templo en Broadway ante las fotos de los ojos salvajes del Maestro Shi Yan Ming y cientos de celebridades. Repasan las formas, patadas altas, algunos golpes desde la guardia… una de las niñas da vueltas de carro sin manos repetidamente; el crío de menor edad, un niño de cinco años llamado Milo, grita mientras corre arriba y abajo en el tatami. Su niñera lo mira para sonreír. La maestra Han presiona a sus pupilos para que doblen las rodillas un poco más, estiren más las piernas y extiendan bien la mano al lanzarla.
Nueva York tiene una habilidad sorprendente para ayudar a criar niños incluso aunque el abismo les aguarde en cada esquina. Estamos en un espacio cuyo acceso requiere subir una escalera aterradora; un lugar donde ayer mismo un rapero de Staten Island, un monje renegado y una bruja de Brooklyn participaron en una ceremonia bajo la mirada vigilante de dragones pintados y de Zhong Kui, el rey chino del inframundo. De los muros cuelgan martillos enormes y espadas con grabados antiguos; sobre las mesas hay innumerables figuras budistas.
Es un lugar seguro y salvaje a la vez, protegido desde arriba y expuesto a la locura de la mayor jungla de cristal del mundo. Aquí hay yin y yang, manchas de alcohol e incienso, ojos de muerte y sonrisas luminosas. Así es el templo Shaolin de Nueva York.
Todas las fotos son de Sascha Matuszak.
Sigue al autor en Twitter: @SaschaMatuszak