El ejército japonés de androides amables

Ilustración por Ole Tillman.

Hace unos meses Japón presentó su proyecto para hacer un sistema digital de asistencia a turistas. El plan, que comenzará a desarrollarse en 2016, permitirá a los extranjeros introducir información personal en aplicaciones de celular o computadores de los aeropuertos, que compartirán los datos con hoteles autorizados, restaurantes y otras organizaciones. Las autoridades esperan que los turistas acudan a este servicio y señalen información acerca de sus restricciones alimenticias, así como los idiomas que hablan y sus inclinaciones religiosas, entre otros. De esta manera, sin que los turistas tengan que decir una sola palabra, las empresas podrán eliminar el cerdo de la comida de los musulmanes o encontrar folletos en español y dejarlos bajo la puerta del hotel. El Gobierno quiere que el sistema esté funcionando en todo el país en 2019, justo antes de las Olimpiadas de Tokio 2020, que se anclarán en el concepto omotenashi.

Omotenashi es la tradición japonesa de anticipar las necesidades de los visitantes y superar sus expectativas. En 2013 un representante japonés lo convirtió en la piedra angular de un discurso que muchos creen contribuyó a la seguridad de los Juegos Olímpicos, y desde entonces el país ha estado obsesionado con el concepto.

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Como parte de la campaña, Japón formó un grupo de guías voluntarios y comenzó a repartir sellos omotenashi a las compañías “amigas de los extranjeros”. También ha lanzado proyectos más avanzados como la base de datos de turistas y los robots omotenashi. Este último proyecto incluye muñecas que mientras las abrazan escuchan las consultas de los turistas y arrojan información de una base de datos que está en la nube.

Ted Bestor, un profesor de Harvard de cultura japonesa moderna, cree que la población del país oriental, que está obsesionada con la automatización, va a adoptar estos sistemas. Sin embargo, el público internacional se ha mostrado escéptico frente a la “hospitalidad” deshumanizada y orientada a los datos. “Creo que va a ser una cuestión de si la cosa funciona o no”, dice Bestor. “Algo así como: ‘El bartender robot me hizo un martini tal como me gusta’ versus ‘No logré que la cosa de traducción en el taxi entendiera que quería ir a Akihabara y no a Sekihagara’”.

Probablemente Japón le va a dar la bienvenida a este referendo tecnológico. La población está decreciendo y el país le va a apostar a la automatización para mantener su posición en el mundo. Pero para planear un futuro tecnológico, tiene que asegurarse de que las máquinas puedan proveer su servicio insignia y que los extranjeros las van a aceptar. Para ver si funciona, seguro nos usarán de conejillos de indias en 2020