Imagino a una ginecóloga o un ginecólogo amable, abierto de mente, que no haga presunción de heterosexualidad, que te pregunte si mantienes relaciones sexuales con hombres, con mujeres o con los dos. Que tenga una ligera idea de lo que hacen dos mujeres en la cama, y que actúe en consecuencia como profesional de la salud. Imagino a ese unicornio azul inclinándose entre mis piernas, haciéndome una citología con su cuerno salomónico, y mi entrepierna soltando purpurina de puro placer médico. Porque precisamente eso es lo que son los ginecólogos comprensivos y con conocimiento de vida sexual más allá de sus horizontes heteronormativos: animales mitológicos, seres milagrosos que han traspasado las fronteras de la medicina peligrosamente machuna para averiguar que ahí afuera hay muchas mujeres que se acuestan con mujeres.
Para escribir este artículo entrevisté a más de 30 mujeres lesbianas o que habían tenido sexo con mujeres en algún momento de su vida y me contaron todo tipo de experiencias ginecológicas que iban de lo escabroso a la comedia más surrealista.
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Los primeros chapoteos en este pantano de ignorancia ya se viven en la propia carrera de Medicina. Macarena Navarro, lesbiana y residente de Ginecología en un hospital público de Madrid, recuerda que durante aquellos años de la carrera, la vida sexual lésbica era un fantasma. “En la carrera de Medicina, como en todo, sigue habiendo una visión muy patriarcal”, explica Macarena a Broadly. “Todo va dirigido a los hombres, y a los hombres la salud sexual de las lesbianas, así en general, les importa muy poco. No se difunden estudios científicos que muestren la prevalencia de las enfermedades de transmisión sexual entre las lesbianas. Solo lo he leído en un sitio: la última guía sobre patología cervical sí que hacía referencia, por ejemplo, a que la vaginosis bacteriana se da más en mujeres homosexuales, y ese es un dato importante que todos los profesionales de la ginecología deberían saber”.
Mientras me estaban haciendo una citología no paraban de insistirme ‘¿De verdad no has estado con ningún chico?’
“Supongo que en la carrera de Medicina o Enfermería dan por hecho que ya sabes lo que sucede en una relación sexual heterosexual, así que no van a explicártelo. Pero la mayor parte de la gente no sabe qué cosas hacen dos mujeres en la cama, y eso tampoco te lo explican”. La que habla es Sara, enfermera y lesbiana. Sara dice haberse visto varias veces en situaciones incómodas, incluso con compañeros de trabajo. “Una vez pedí que me hicieran pruebas de ETS en el centro en el que trabajo. El médico, que era colega y sabía que era lesbiana, me dijo que no era necesario, porque las lesbianas no contraíamos ETS. Cuando le dije que estaba equivocado, me contestó que le explicase cómo demonios iba a contraer una venérea. Me di cuenta de su nerviosismo, de que no tenía ni idea de que las lesbianas también intercambiamos fluidos, pero que tampoco le interesaba saberlo, y que, al sentirse amenazado e inseguro, actuaba de forma agresiva. Creo que hay gente que, para proteger su propio desconocimiento, prefiere pensar que las lesbianas somos una especie de monjas que vamos por la calle de la mano y nos damos besitos, pero nada más”, concluye Sara.
Esta idea de que “las lesbianas no tienen verdadero sexo” planea constantemente en las consultas ginecológicas. Zaida Carmona cuenta que fue a hacerse una revisión y, al llegar la típica pregunta de qué tipo de anticonceptivo usaba, contestó que se acostaba con mujeres y que por eso no utilizaba anticonceptivos. “Pero bueno, ¿alguna relación sexual habrás tenido, no?”, le espetó la doctora. “Yo me quedé en shock y un poco paralizada”, explica Zaida. “¿De verdad esa señora creía que las relaciones con mujeres no son relaciones sexuales? No reaccioné como me habría gustado, pero después pensé en todas las respuestas que debería haberle dado”. La falta de reacción, el miedo a ser irrespetuosas o resultar incómodas ante un médico del que depende tu bienestar es una constante entre las lesbianas que visitan la consulta del ginecólogo.
Isabel Peraza, bisexual que actualmente tiene una pareja mujer, reconoce que “por muchos años que lleves fuera del armario, por muy segura que estés de ti misma, al poner tu salud en manos de un ginecólogo, temes que sus prejuicios y sus ideas personales acerca de la homosexualidad afecten al trato que te va a dar. El decirle al gine que tienes relaciones con mujeres es como la última puerta de salida del armario que hay que cruzar”, explica Isabel. “Llegas al hospital, te atiende un señor que lleva treinta años apoltronado en su consulta y que, para saber si tienes relaciones sexuales te pregunta si tienes novio, y decirle que te acuestas con mujeres te parece directamente un suicidio. Si ni siquiera contempla que una mujer pueda tener relaciones sexuales fuera de una relación, imaginarte comiéndole el coño a otra mujer ya le puede petar la cabeza. Así que a veces pasas de decir nada”, confiesa.
Este tipo de omisiones pueden conducir a un mal tratamiento, a una desatención peligrosa para la salud. Diana López, que solo ha mantenido relaciones sexuales con mujeres a lo largo de su vida, recuerda todas sus visitas al ginecólogo como algo verdaderamente traumático: “La primera vez, con 18 años, fui a un ginecólogo que fue muy amable hasta que le dije que solo tenía relaciones con chicas. A partir de ahí empezó a comportarse muy raro y casi no me hablaba”.
Una chica preguntó la ginecóloga si era muy común la transmisión del VPH entre bolleras y no le supo contestar
Con respecto a las enfermedades de transmisión sexual, el vacío casi da vértigo. Diana recuerda una ocasión en la que acudió a una presentación de un vídeo sobre VPH y las problemáticas de la vacuna. “Una chica de la sala aprovechó para preguntarle a la ginecóloga que estaba dando la charla previa si era muy común la transmisión del VPH entre bolleras, y no le supo contestar. Se omitió la pregunta y se pasó a otro tema”, explica Diana.
Si, dadas estas circunstancias, intentamos imaginar la cantidad de mujeres que quedan sin diagnosticar de VPH porque, al decir que son lesbianas, los médicos directamente dan por hecho que es imposible que tengan el virus, la situación se nos plantea realmente escalofriante. Diana tuvo VPH, y recuerda con horror la consulta en la que se lo diagnosticaron. “Mientras me estaban haciendo una citología no paraban de insistirme diciéndome ‘¿De verdad no has estado con ningún chico?’. No daban crédito. No querían hacerme la prueba de VPH, decían que no tenía sentido, y cuando me la hicieron y dio positivo, fliparon. En su imaginario, los tíos son portadores de la mayoría de ETS y nos las pegan a las tías. No ven más allá”. De hecho, muchas lesbianas se quejan de que los médicos no las informan sobre métodos de prevención de ETS en relaciones lésbicas. “Es muy fuerte que, antes de reconocer su propia ignorancia, prefieran poner en peligro tu salud”, se queja Diana.
Actualmente, la información con respecto a la protección de ETS en relaciones lésbicas parece ir abriéndose camino. Hace unos meses, la Fundación Triángulo publicó la “Guía de salud sexual para mujeres que tienen sexo con mujeres”. La publicación, disponible para descargar online, entra en ese terreno casi inexplorado e informa de las enfermedades de transmisión sexual más comunes entre mujeres, así como de los métodos de prevención. Hay una cosa clara, y es que las lesbianas se protegen menos de las ETS que los heterosexuales o los hombres gais. Por ello, esta guía incide sobre métodos de protección, como los dediles (unos “condones” de dedo que protegen de enfermedades que se pueden transmitir mediante tocamientos con la mano, como la Hepatitis C) y las barreras de látex (cuadraditos de látex para practicar sexo oral o tribadismo). Inciden además en factores que aumentan el riesgo de contraer VIH, como la menstruación, e insisten en poner especial cuidado en la utilización de juguetes sexuales compartidos. Todos estos consejos son un mundo desconocido para muchos de los profesionales de la ginecología, a los que no les vendría nada mal tener esta guía junto a su Vademecum de toda la vida.
A Carla Suárez se le revuelve el estómago al recordar una sus primeras visitas al ginecólogo: “Era un señor muy mayor. Cuando llegó el momento de hablar de las relaciones sexuales, le dije que me acostaba con mujeres. Entonces la consulta terminó bruscamente. Se puso de pie y salió de la sala. Reapareció para hacerme el chequeo, y yo ahí, abierta de piernas en la camilla, con ese señor que ni me miraba ni me hablaba, me llené de terror pensando en si su opinión personal influiría en la forma de auscultarme. Tenía miedo de que me tratase sin cuidado, de que me hiciese daño, porque se le veía claramente contrariado. Una pregunta sobre ETS, dada la situación, era directamente imposible “, concluye.
Marina Vera reconoce que su principal fuente de información sobre ETS que se transmitan entre mujeres y sistemas para evitarlas ha sido su sexshop de confianza: “Las dependientas saben mogollón, mucho más que el ginecólogo medio de la Seguridad Social, y te aconsejan de la hostia”. También las personas relacionadas con el pornoterrorismo, como Diana Pornoterrorista, se han convertido en fuentes de información para algunas mujeres, como Susana, ginecóloga en una clínica privada, que cuando estaba estudiando tuvo que preguntarle a ella sobre la eyaculación femenina. “Nunca nos habían hablado de esas glándulas, no se estudiaba en la carrera. Me sorprendió que ella, una artista de performance y activista del tema, supiese más que una ginecóloga”, explica Susana.
[La ginecóloga] Se sentía mal por no tener ni idea de que las lesbianas podemos usar dildos, arneses o meternos incluso una mano entera en el coño
El tema de la fertilidad y los embarazos en el caso de lesbianas también hace sumirse a los ginecólogos en un mar de dudas y confusión, que puede llevarles a meter la pata catastróficamente. Paula Baeza recuerda cuando le diagnosticaron ovarios poliquísticos: “Ahora tengo una ginecóloga encantadora, pero hace unos años, un señor deleznable me diagnosticó ovarios poliquísticos y me explicó que, como consecuencia, probablemente no podría ser madre. Ante mi cara de estupor y después de decirle que mi pareja era mujer, trató de tranquilizarme diciendo ‘Pero bueno, en tu caso, lo mismo te da, ¿no?”.
Después está el tema del espéculo. Carlota Mejías se ríe al recordar su situación con una ginecóloga. “Le dije que era lesbiana, y entonces me dijo que tendría cuidado y me auscultaría con los dedos o con un espéculo virginal, por si me rompía el himen o me hacía daño. Otra vez esa idea de la lesbiana como una monja asexuada. Que supongo que habrá lesbianas que no practiquen penetración, claro que sí, pero en mi caso no era así. Me eché a reír, le agradecí la delicadeza y le dije que me habían metido cosas más grandes que ese espéculo. Se quedó muy confundida. Se la veía claramente avergonzada de su ignorancia, lo cual me pareció una gran paso, dadas las situaciones horribles que se suelen dar. Al menos se sentía mal por no tener ni idea de que las lesbianas podemos usar dildos, arneses o meternos incluso una mano entera en el coño”.
Si atendemos a todos estos testimonios, el problema principal es un imaginario estrecho, amarrado a estereotipos absurdos, y una falta de interés y actualización de conceptos. También un miedo por parte de la paciente a desvelar sus intimidades a un profesional que quizás tenga los mismos prejuicios hacia el lesbianismo que mucha de la gente que se ha ido encontrando en la vida. Pero el mundo cambia, los comportamientos sociales cambian, la sexualidad de las personas es más diversa, y cualquier profesional de la salud que se precie debe mantenerse informado e ir cambiando sus protocolos. Si un señor o una señora que lleva cuarenta años ejerciendo la profesión y sigue aplicando los principios de cuando empezó, o un ginecólogo joven pero ajeno a cualquier sexualidad que no sea la que él mismo practica, se encuentra frente a frente con una lesbiana, el choque, tristemente, está anunciado.