Salud

Así es experimentar la sextorsión de adolescente

O fată tristă

Artículo publicado originalmente por Broadly Estados Unidos.

El primero de octubre, Maryland se unió a un puñado de estados para criminalizar la sextorsión, o el acto de utilizar imágenes sexualmente explícitas de otras personas para chantajearlas. Bajo esta nueva ley, una persona hallada culpable por este tipo de acciones podría ser sentenciada a 10 años o más en prisión, con una multa de 10.000 dólares.

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Para los defensores que buscan lograr que más estados reconozcan la sextorsión como un crimen, la nueva ley de Maryland es un avance importante. Pero el acto continúa siendo un problema enormemente ocultado, a pesar de ser, de acuerdo con un informe de Brookings Institution, “notablemente común”. Como otras víctimas de abuso, las muchas personas que han sido obligadas a hacer algo en contra de su voluntad porque temían que contenido comprometedor fuera publicado, están muy avergonzadas o apenadas para denunciar.

De acuerdo a un informe de 2016 del Departamento de Justicia, la sextorsión es “de lejos la amenaza que está aumentando más significativamente para los niños”. Hasta hace muy recientemente, no era claro qué tanto prevalecía este tipo de abuso entre los menores o cómo ellos lidiaban con él; la investigación previa fue hecha retrospectivamente con adultos. Un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Sexual Abuse apuntó a abordar ese vacío en el conocimiento al preguntarles directamente a los jóvenes sobre sus experiencias.

Investigadores de la Universidad Florida Atlantic y la Universidad de Wisconsin-Eau Claire llevaron a cabo nacionalmente una encuesta representativa a adolescentes de los 12 a los 17 años viviendo en Estados Unidos en 2016. La encuesta les preguntó a los participantes si alguno había sido alguna vez “¿amenazado con exponer una imagen tuya para hacerte hacer algo o por otras razones como venganza o humillación?” y si alguna vez habían participado o no en esas amenazas.

Entre una muestra de 5.568 adolescentes, el cinco por ciento dijo que habían sido objeto de sextorsión; tres por ciento dijo que había sextorsionado a otra persona. Sorprendentemente, los chicos fueron “significativamente más propensos” a tener este tipo de experiencias, tanto víctimas y como perpetradores, pero también eran menos propensos que las chicas a decirle a algún padre o a otra figura de autoridad. Los adolescentes queer fueron el doble de propensos a ser chantajeados con una imagen sexualmente explícita que sus contrapartes heterosexuales.

Adicionalmente, la mayoría de víctimas dijo que conocía a su perpetrador, usualmente dentro del contexto de una relación romántica. Pocos reportaron la experiencia a sus padres u otras autoridades adultas. Haciendo eco a que otros sobrevivientes suelen compartir su racionamiento de no revelación, los autores del estudio escriben: “Además de una desconfianza general o falta de fe en los adultos y en varios profesionales, los adolescentes también temen a las represalias, luchan con la vergüenza, desean mantenerlo como un secreto, intentan minimizar el incidente, no saben realmente quién puede protegerlos, y usualmente no saben a dónde acudir”.


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El estudio también señala que la sextorsión es diferente al porno vengativo, pero que la “sextorsión podría evolucionar en porno vengativo si las imágenes obtenidas en confianza son después divulgadas públicamente”. Aunque ambas son formas de abuso sexual que incluye contenido íntimo, el porno vengativo tiende a ser público con el fin de de humillar a una persona, mientras que la sextorsión es usualmente privada. Mientras que el porno vengativo ha obtenido mucha atención de parte de legisladores en años recientes —la mayoría de estados han presentado legislaciones para reconocer este crimen— la sextorsión aún no ha recibido un escrutinio público similar.

Sameer Hinduja es un profesor en la Escuela de Criminología y Justicia Criminal en la Atlantic University, codirector del Cyberbullying Research Center, y uno de los autores del estudio. “Nuestra meta general”, le dice a Broadly, “es reducir la vulnerabilidad entre la juventud—lograr hacer que se detengan antes de que se involucren en ciertos comportamientos que posiblemente podrían convertirlos en más vulnerables a la victimización”.

A pesar de que unos pocos casos de sextorsión de alto perfil han sido reportados por las noticias en años recientes, en los que extraños hackearon y robaron las imágenes de las víctimas, la investigación muestra que la mayoría de incidentes ocurren después de que una víctima comparte voluntariamente una imagen de él o ella misma a alguien en quien confían. “Es realmente difícil deducir en quién se puede confiar cuando se trata de relaciones románticas, especialmente cuando se trata de la primera relación romántica de uno” dice Hinduja. “Uno no tiene un punto de referencia. Uno no sabe qué es saludable y no sabe qué es disfuncional”.

Por supuesto, añade, una persona “puede hacer todo bien y aún así joderse, lo cual es infortunado y deprimente de imaginar. Siempre debemos recordar que tenemos algún nivel de agencia y autonomía para protegernos en ciertas formas. Mientras eso no le da a uno perfecta tranquilidad, sí lo ayuda a lidiar con el hecho de que está ejerciendo diligencia”.

Hinduja agrega que es importante quitar el estigma y la vergüenza asociada al hecho de ser una víctima. “Necesitamos metas para continuar y denunciar y hablar y superar los sentimientos de vergüenza, para prevenir que una victimización similar le suceda a alguien más. Definitivamente estamos apuntando en esa dirección”.