Según un nuevo estudio publicado el pasado mes de agosto en el Journal of Health Psychology (Diario de psicología de la salud), las personas que prefieren no pasar el tiempo pensando tienden a ser físicamente más activas que quienes disfrutan ejercitando el cerebro.
Los investigadores hicieron un seguimiento de la actividad física de 60 estudiantes universitarios tras dividirles en dos grupos: los que tenían una elevada necesidad de cognición (NDC) y los que la tenían baja. Los autores del estudio definen la NDC como la “tendencia a iniciar y a disfrutar de actividades cognitivas que requieren un esfuerzo”.
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Por ejemplo, las personas que disfrutan descifrando acertijos complicados tienen una NDC elevada, afirma Todd McElroy, profesor en la Universidad de la Costa del Golfo de Florida y uno de los autores del estudio. Y quienes prefieren hacer tareas banales que no estimulan la mente tienen una NDC baja, explica a Broadly.
Durante una semana, los sujetos llevaron un dispositivo similar a un Fitbit que medía sus movimientos físicos cada 30 segundos. El estudio generó aproximadamente 20.000 puntos de datos procedentes de cada persona, indica McElroy. Cuando compararon los niveles de actividad (o de la falta de ella) en los dos grupos, los investigadores descubrieron que la diferencia era sustancial: el grupo con una NDC baja se había movido mucho más todos los días durante aquella semana que el grupo con NDC elevada. Las lecturas correspondientes al fin de semana, sin embargo, revelaron una diferencia menor.
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Tras leer la investigación resultaría fácil aceptar los viejos estereotipos del “deportista bobo” y el “tío listo siempre con la cabeza metida en un libro”, pero la relación entre la cognición y la actividad física es más complicada que eso. Tal y como señala el diario Independent, la necesidad de cognición no sirve como medición de la inteligencia: “Las personas con un bajo CI pueden disfrutar de una vida contemplativa y de un buen desafío cognitivo, por ejemplo. De forma similar, muchas personas con un CI elevado odian usar su cerebro de forma complicada”.
McElroy afirma que la motivación también puede ser un factor que determine la actividad física de las personas. Por ejemplo, una persona puede realizar actividad física durante períodos más prolongados de tiempo para evitar afrontar una tarea mentalmente complicada. Personalmente, afirma McElroy, cuando se tiene que enfrentar a poner nota a una montaña de exámenes o a trabajar en un modelo estadístico especialmente complicado, a menudo se pone a hacer tareas domésticas o sale a dar un paseo.
Aparte de eso, una de las conclusiones más importantes que se extraen del estudio es la percepción negativa que tiene estar sentado sin hacer nada. “Solo porque parezcas perezoso o porque hagas cosas que la gente calificaría como vagancia”, indica, “no significa que quizá en realidad no estés inmerso en algún tipo de pensamiento elevado”.
Por supuesto, las personas pensativas e inteligentes a menudo son muy conscientes de los riesgos que la vida sedentaria conlleva para la salud. “Lo saben muy bien”, afirma McElroy, “pero por esa regla de tres, cuando estás inmerso en tus pensamientos y en actividades que requieren pensar, normalmente no te estás moviendo”.
McElroy dice que ya está en marcha un estudio futuro que profundizará más en lo que hace realmente la gente cuando se está o no se está moviendo.