La casa del Tri y de las Águilas del América es el gran orgullo de todo aficionado al futbol en México. Un sitio sagrado donde la selección nacional no puede y no debe perder jamás.
También, alrededor del mundo, el Coloso de Santa Úrsula es visto como uno de los estadios más míticos de la historia. Ahí han jugado muchos de los futbolistas más grandes y se han escrito notables leyendas alrededor de ellos. En el Azteca se consagró un joven Pelé, vimos el ‘Juego del Siglo’ con un fracturado Beckenbauer y Maradona alcanzó el mito de Dios gracias a su mano y al mejor gol en la historia de las Copas del Mundo.
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La construcción de inmueble corrió a cargo del Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez junto al Arquitecto Rafael Mijares. Su construcción duró cuatro años y fue una obra sumamente difícil de edificar ya que en el lugar se encontraban residuos de piedra volcánica que dejó la erupción del volcán Xitle. De hecho, para poder construir el Estadio Azteca, tuvieron que retirarse 180 millones de kilos de piedra. La última vez que el Coloso sufrió una remodelación fue en el año de 1998, previo a la Copa Confederaciones que se dio un año más tarde.
Hay realidades que hacen del ‘Monstruo de 105 mil cabezas’ un lugar sagrado. Jugar ahí no es sencillo y los visitantes lo saben. La presión de la afición mexicana se combina con la gran altura del Distrito Federal, la contaminación que hay en la ciudad y el fuerte calor que se siente a determinadas horas. Eso ha hecho que México pierda contados encuentros en ese lugar y que el mito se acrecente cada vez que algún rival pisa su césped.

Foto: Estadio Azteca
Pero más allá de esos retratos conocidos, hay cuentos paranormales que se platican de voz en voz alrededor del Coloso.A las leyendas deportivas, se suman vivencias que se han tenido en las gradas y en el centro del campo. Otras que datan de la construcción del inmueble, o más allá del nacimiento de la gran urbe que hoy tiene la capital mexicana.
Cuentan tres historias maléficas alrededor del Estadio Azteca. La primera, se dice que para que una edificación dure y persista con el paso de los años, las estructuras tienen que estar bañadas por sangre. Y en la construcción del Coloso en el año de 1966, varias personas perdieron la vida derramándola en los cimientos del estadio.
Ninguna obra está excenta de tener accidentes, mucho menos con una de la magnitud que tuvo la del Azteca. Mientras se colocaban las varillas y cuando se hacían los rellenados de cemento, diversos albañiles cayeron en los pozos perdiendo la vida. Otros más, yendo a trabajar, nunca volvieron a sus casas y sus cuerpos nunca fueron encontrados.
A partir de ese momento, en distintos tuneles del Azteca se oyen gritos y lamentos. La frialdad y oscuridad de la enorme obra hace que suenen golpes, como martillazos en las paredes de los palcos del estadio, además de fuertes caídas, asemejándose a gente que cae desde espacios muy altos.
El segundo rumor es el conocido niño del centro del campo. Un intento de salida por parte de aficionados, desató una avalancha humana que culminó con gente atorada en los largos tuneles que conectan al campo de los ingresos del Azteca. Ahí, se dice, un niño fue aplastado y perdió la vida intentando encontrar a su padre.

Foto: Estadio Azteca
Desde aquel momento, el alma de ese niño pena en el estadio Azteca. De acuerdo a versiones de gente que trabaja en el Coloso, cuando los partidos acaban y poco a poco se apagan las luces que iluminan la grada y el césped, un niño camina en el centro del campo del lugar.
Se le ha llegado a ver en los tuneles, sentado en la grada o corriendo entre las butacas. Un niño que ríe y que llora, que no encuentra descanso y que sigue buscando a sus padres tras aquella tarde de horror donde perdió la vida.
La tercera leyenda alrededor del Coloso de Santa Úrsula es la más compleja que hay. Antes que existiera la gran urbe que hoy se conoce, se dice que el territorio donde se encuentra el estadio está situado en lo que un día fue un cementerio azteca y por ello, hay gritos y llanto cuando pocas personas están ahí.
A los constructores se les pidió que no profanaran ese lugar de descanso de nuestros antepasados, pero poco les importó realizándose la obra del Coloso. Se culpa de las muertes y de los ruidos que hay, a ese desacato por parte de la constructora del Azteca.
Lo cierto, es que más allá de una u otra leyenda, cuando la gente deja el estadio, se siente un clima frío y truculento. Cuando las luces se apagan, más vale emprender el largo camino hasta la calle o el estacionamiento. Si no, los espiritus de los trabajadores muertos y que derramaron su sangre en los cimientos se podrá aparecer, o bien, desde la lejanía, se podrá convivir con la figura del niño que aparece en el centro del campo.
En muchas ocasiones, estas historias se disipan con la realización de algún ritual religioso que ayude a las almas que penan para que puedan encontrar un mejor destino, sin embargo, en el Azteca, esto no ha funcionado ya que, el lugar ha sido sede en distintas ocasiones de misas papales, dos para ser más exactos, con la figura de Juan Pablo II.

Misa de Juan Pablo II en el Estadio Azteca. Foto: ABC.es
Un estadio como el Azteca es parte de la historia del futbol mundial y de la cultura del mexicano. No hay manera que no emocione el ir a ese lugar, no hay forma que uno no conecte con la historia del dos veces mundi–alista Coloso de Santa Úrsula. Al inmueble le quedan muchas historias por contar, ya sean mitos o leyendas, de actividades deportivas o paranormales.
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