Música

Recordando a Els Masturbadors Mongòlics

Tiempos de profundas convulsiones, los vividos en España a partir de la muerte del dictador en 1975; convulsos en lo político y lo social, por supuesto, pero también en lo cultural, una esfera imposible de desligar de las dos primeras, más aún después de haber estado cuatro décadas ceñida hasta la atrofia muscular por la compresiva férula del pensamiento único franquista. Aún daría el perro rabioso algunos mordiscos –cinco ejecuciones ese año: dos militantes de ETA y tres del FRAP, el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota– pero su declive era evidente y hacía tiempo que su nivel de vigilancia había disminuido. Gracias a esto había podido surgir en España, a principios de la década, un tardío, algo despistado equivalente de las contraculturas norteamericana e inglesa; un movimiento cuya dieta con base de rock progresivo, hippismo, el libro rojo de Mao, Crumb, porros y LSD –si había suerte– daba a mediados de la década signos de estancamiento.

La revista Star, nacida en Barcelona en 1974, trajo algo de aire fresco a un panorama cultural que se debatía entre la cerrazón y el despiste. Para empezar, era posiblemente la primera que se fijaba más en lo que sucedía fuera de España que dentro, llevando a un público más amplio que el de los típicos humanoides peludos con camiseta de “Haz el amor y no la guerra” un menú en el que tanto tenían cabida los Freak Brothers, Ginsberg y Michael Moorcock como Lou Reed, Stooges, Philippe Garrel, Harlan Ellison, el S/M y, un poco más tarde, casi al mismo tiempo en que nacía en Inglaterra… el punk.

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Xavi Cot en su estudio en el barrio de Gràcia. (Foto de Alejandra Núñez)

“Ahora todo el mundo sabe lo que es el punk, pero en aquella época los artículos sobre el tema eran minoritarios y a veces para reírse de él. ¡En una revista salió un artículo diciendo que los punks eran fascistas! Luego se dieron cuenta de que no tenía que ver con el fascismo sino con el anarquismo y rectificaron”. Pintor, fotógrafo, ocasional cineasta y archivista de materiales de la época (“Básicamente música, revistas, cómics… Desde los 70 hasta 1985, los años en los que yo me moví”), Xavi Cot vivió de primera mano aquellos tiempos de novedad y turbulencias. No en vano fue, como miembro de la asociación Cuc Sonat –Gusano Chiflado, en catalán– el organizador de los primeros conciertos punk en Barcelona y, por extensión, en España. “Yo ya había montado varios conciertos de rock progresivo y, además, iba bastante a Londres. Viví allí un año y medio”. Es de suponer que toda esa experiencia le serviría de impulso para animarse, con Cuc Sonat, a organizar a finales del 77 el Festival Punk de l’Aliança del Poble Nou, que fue “no sé si el primero que se hizo en España, pero sí el primero que utilizó la palabra ‘punk’”.

Uno de los grupos que optaba a tocar en el festival, aunque finalmente no lo hizo por carecer de suficiente repertorio –solo tres canciones tenían entonces–, era uno de reciente formación y nombre voluntariamente ofensivo: Els Masturbadors Mongòlics. Y de eso, de ofender, sabía mucho su creador y cantante; un torpedo juvenil, un concentrado de agresividad hormonal, un cartucho de dinamita con la mecha muy, muy corta llamado Lluis Miracle. Dibujante de estilo hiperbólico y feísta hasta lo distorsionado, Miracle se había dado a conocer en las páginas de Star, siendo precisamente una de sus historietas la causante de que, en 1976, el todavía activo aparato censor heredero del régimen franquista cerrara la revista durante un año (por segunda vez; ya lo habían hecho en 1975 a causa de una historieta de Fritz the Cat). “Miracle era muy bestia dibujando y siempre acababa mal. No le publicaban las cosas, le echaban de todos los sitios”, recuerda Xavi.

Un ejemplo perfecto del arte gráfico del dibujante y cantante Lluis Miracle (1976)

Echando la vista atrás, no cuesta entender (o sí) las iras de la censura: en la historieta, cuyo punto de partida era una parodia de La naranja mecánica –película de la que ni siquiera se sabía aún en España– se mezclaban sin manías la ultraviolencia, las drogas, la doble moral burguesa, el fascismo, la homosexualidad y, toma guinda del pastel, un incesto padre-hijo. ¡Gran escándalo! “Miracle era un agente provocador y, como tal, se metía en lo que hiciera falta”, dice Xavi. “Por eso se dejó arrastrar por la onda punk. Él fue de los primeros en vestir de negro y con cadenas para ir por la calle. Y dejó de hacerlo cuando los demás empezaron a ir así. En el último concierto de Masturbadors Mongòlics salió a actuar con una camiseta blanca, medias rojas y unas bragas”.

El recién nacido punk le dio a Lluis Miracle la oportunidad de aberrar en público y a tiempo real, canalizando su agresividad y gusto por la provocación en un ámbito vivo y nuevo y sin el estatismo del tablero de dibujo. Cara a cara. Y a menudo partiéndose la cara, con el público o con los demás grupos. “Miracle no es que fuera un tipo peligroso; en algunos aspectos era hasta tímido”, aclara Xavi. “Si tenía que discutir o enfrentarse con alguien, lo hacía, pero no iba buscando bronca por la calle. A Miracle le pasaba lo mismo que a mucha gente cuando sale al escenario, sobre todo si subes colocado: que aparecía otro personaje, que era el que lo daba todo e iba a por todas”. Sin duda. Masturbadors Mongòlics sólo duraron, como grupo, un año, y los conciertos que ofrecieron se cuentan con los dedos de una mano; casi cada concierto suyo se define por su correspondiente trifulca, eso sí, y el eco de su comportamiento anfetaminoso y alcohólico llega hasta hoy.

We’re gonna have a real good time together: Els Masturbadors (Miracle es el tercero por la izquierda) posando en 1978 delante del club La Orquídea. (Foto de Flowers)

A finales de 1977, Masturbadors Mongòlics instalan su local de ensayo en La Orquídea, mítico (y ya desaparecido) bar-discoteca del barcelonés barrio de Gràcia y, en esos tiempos, lugar de atmósfera, digamos, tensa: punto de reunión de pandillas de distintos barrios, alguien murió allí de un balazo y el bar fue clausurado. El 21 de enero de 1978, Masturbadors Mongòlics actúan en la fiesta de reapertura del local en el que sería su primer concierto oficial; más allá de haber “mucho caos y mucho ruido”, no se distinguiría por nada especial. Todo lo contrario que el siguiente concierto del grupo, también en La Orquídea, unos meses después: Miracle, ya en su papel de destroyer a toda costa, saldría completamente desnudo y acompañado de un perro pastor alemán. Le dio tiempo a cantar unos cuantos temas antes de acabar en el suelo del local, forcejeando con un miembro del público por razones desconocidas. Party, la primera revista de contenido gay aparecida en España –en una época en la que seguía vigente la Ley de Peligrosidad Social, que penaba la homosexualidad con la cárcel–, publicó una crónica con el título “Los Masturbadores Mongólicos cantan en pelotas”. Prometedor, ¿no?

La revista gay Party reseñó uno de los (pocos) conciertos de Els Masturbadors Mongòlics. Por razones obvias.

La siguiente actuación, en una discoteca de la cercana localidad costera de Castelldefels, se convirtió en una genuina batalla campal apenas transcurridas dos canciones. Paco Martínez, guitarrista del grupo, lo explica: “Era una sala de barrio típica de la época, con música de baile y mucho quinqui machote vigilante de sus chicas. No era nuestro público, pero el DJ paró su música y empezamos a tocar. Había tensión y, antes del segundo tema, Miracle me dijo que había una tía que le estaba mirando mal y que la iba a montar. Cuando yo iba a hacer un solo de guitarra, él bajó del escenario, se acercó a la chica y le apagó un cigarrillo en la cara. Casi no le hizo nada, pero se lió bien gorda”. Xavi Cot lo recuerda: “El novio de la chica se puso a pegarse con Miracle, se unieron los amigos del novio, bajaron los del grupo y esa noche Miracle acabó en la cárcel Modelo de Barcelona”. El siguiente concierto del grupo, dentro de un festival organizado por Cuc Sonat, se celebró en un cámping cercano a Barcelona y, para no perder la costumbre, Miracle apareció en el último momento, con la camiseta manchada de sangre y diciendo que se había estado peleando en uno de los bares del recinto.

A punto de disolverse a causa del caos y de sus propias contradicciones internas, lo que queda del grupo (Miracle y el guitarrista Paco Martínez) decide concederse algo de tiempo extra al surgir la oportunidad de tocar en Canet Rock, entonces el festival musical más importante de Catalunya. La posibilidad de montar una gamberrada de las suyas, y de las más gordas, era demasiado atractiva, y a tal efecto organizaron en su local de ensayo (un húmedo sótano lleno de ratas cerca del Barrio Chino, al que sólo se podía acceder por una trampilla en el suelo) una rueda de prensa que, de haber salido como planeaban, es muy posible que hubiera provocado su ingreso inmediato en la cárcel. La idea era que el grupo tocaría un par de canciones para un grupo de periodistas invitados, largándose luego dejando a los periodistas encerrados 24 horas con un vernissage compuesto de tripas de cerdo y sangre con vodka… todo servido en platos y copas de plata. “A la hora señalada todo estaba a punto, pero no vino ningún periodista”, dice Xavi, “ya que a esa misma hora se había organizado la rueda de prensa con los grupos de fuera, Blondie y Ultravox”. Ya en el festival, recuerda Paco, “El alcohol y otras cosas fluían sin contención. Fue una noche larguísima en la que hubo de todo. Yo me enzarcé con los Ultravox porque se colaron en la cola del cátering. Los de seguridad nos tuvieron que separar”.

Más punk no puede ser un logo.

La historia de Masturbadors Mongòlics no dio para mucho más. Unas sesiones de grabación en los estudios del sello EMI quedaron archivadas, el grupo se disolvió y Lluis Miracle fue llamado a cumplir el servicio militar obligatorio. A su regreso había abandonado el punk, vestía túnicas y hablaba del Imperio Mediterráneo y de la cuna de la civilización; “Y claro, la gente no le hacía ni caso”, dice Xavi. “Aún no estaban del todo metidos en el punk y entonces aparece Lluis Miracle con una túnica poniéndose pesado con la estructura de la sociedad romana”. Tras una –poco fructífera– intentona con un nuevo grupo de muy corta vida, Olor a Tigre, Miracle aparcaría definitivamente la música para centrarse en su carrera de dibujante, trabajando entre otras publicaciones para la edición española de la revista Hustler hasta su fallecimiento en 2006 a causa de una enfermedad hepática.

El de Els Masturbadors Mongòlics ha sido durante más de treinta años un nombre que sólo los más acérrimos investigadores de la prehistoria del punk ibérico conocían, y más por su carácter de pioneros del género en España que por su música, que únicamente quienes vivieron en su época llegaron a escuchar. La publicación a cargo del sello independiente Munster Records de un vinilo recogiendo algunas de las canciones que el grupo grabó en EMI venía hace unos meses a cubrir este hueco y a atestiguar que, además de montar broncas, increíblemente los Masturbadors Mongòlics, sí, también hacían música. Esta, admitido queda, era correctita sin más: un hard rock’n’roll con tintes punk quizá no demasiado relevante hoy en día pero, eso sí, ejecutada con una pericia instrumental bastante más notable de lo que cabía esperar.

En realidad, ese disco, la música que contiene, son en última instancia lo que menos importa. Lo que de verdad cuenta de Masturbadors Mongòlics, ya en 1978 o en 2013, es que fueron en pleno post-franquismo el epítome de lo que a mi entender debería ser todo verdadero grupo punk: joven, escandaloso y efímero. Como dice Xavi: “Masturbadors Mongòlics estuvieron en el momento preciso”.

Autorretrete de Miracle publicado en Star (1976)

IMÁGENES DE ARCHIVO CORTESÍA DE XAVI COT Y MUNSTER RECORDS