TEXTO DE PAPA DUPAU Y SPAZZFRICA EHD
Estamos en una base militar. Las fuerzas armadas nos informan de que está prohibido sacar fotos. Permanezcan todos sentad… ¡SEÑORA, SIÉNTESE!”. Así habló el marinero eunuco del Buque Alado que nos tenía que llevar al Nuevo Mundo con su acento a lo Pantoja de Puerto Rico. Henos ahí, aquellos a los que llaman Za!, atracando en una base castrense de las Azores. Se nos debió caer al vasto océano la pócima de Buen Pinta que, como humildes PachaMadreTierraNautas, habíamos recibido del viejo Capitán Morgan antes de zarpar. El motivo: un hombre anciano tuvo un breve encuentro con la muerte dentro del Buque Alado, por lo que la Pantoja de P.R. y su Troupe Chingona de American Airlines decidieron aterrizar en las Azores para que un matasanos lo salvara. Tras varios chequeos, decidieron dejar al anciano y a su esposa en la base militar, con sus maletas y su inglés de Mollet del Vallès. Gerontojackpot.
Estábamos a 20.000 yardas megalíticas de nuestro destino: el NUEVO MUNDO. Dicen de él que sus habitantes nos llevan lunas de ventaja, especialmente en el arte de ladear la gorra y en el de decir “Awesome!” sin creer para nada que algo sea “awesome” (como por ejemplo, pedir más pan y que la camarera te diga “Awesome!”).
Tras 13 horas de vuelo y un sencillo paso por la aduana (visado turista), topamos con la Gran Ciudad: ¡Nueva Yorkah! Nuestro enlace, Bernatov, nos llevó sin pausa a su epicentro, Times Square. Aquel baño de luz de LED, aquel despilfarro de electricidad a las 2 de la mañana (parecía de día), nos sirvió de bautizo de fuego para entender el Nuevo Mundo: todo a lo bruto. Los menús, los coches, las furgonetas, los edificios, los egos, las propinas… XXXL. Todo a lo bruto menos el salario de los conciertos y las pruebas de sonido, algo inexistente a este lado del Atlantis.
Dormimos en sofá-cama y partimos hacia Boston con el Fung Wah Bus, el primer autobús con Wi-Fi al que subíamos. Nada más salir de Nueva Yorkah, nos cruzamos otro bus de la misma guisa tumbado en medio del asfalto; luego supimos que habían muerto 14 personas. Subir al Fung Wah Bus conlleva peligro de muerte, pero, como mínimo, justo antes de morir puedes actualizar tu estado en Facebook.
Una vez en Boston, enteros, nos dirigimos al lugar donde realizaríamos nuestro ritual, una escuela para adultos donde se impartían cursos tan variopintos como “Thai Cuisine” o “Paint like Picasso”. Actuamos en un plató de televisión/escuela de imagen, amenizado por un presentador con una chaqueta de leopantera y mucha inteligencia emocional. Ahí compartimos ritual con los fluorescentes Streight Angular, los robustos Amoroso y los enigmáticos The I.O.A. (siglas que respondían a Intentamos Organizarnos Aveces). Corría la leyenda entre los bostonianos de que Thurston Moore podía aparecerse en cualquier momento, pero en su lugar apareció un espíritu más potente: el Jet Lag, que nos obligó a declinar ofertas de fiestas tardías y nos arrastró a casa del anfitrión, el Viejo y Barbudo Brendon del colectivo Devil Music, Aquellos que Hacen Hablar a los Que No Hablan.
Dormimos en colchón-sobre-suelo y el Fung Wah Bus nos escupió de nuevo a Nueva Yorkah, el Piercing Dorado y más brillante en el ombligo de PachaMadreTierraWah!, ahí donde los edificios siempre van al alza y donde los tipos con interés muy elevado menean su cartera de activos. Nuestro ritual se alojaría en Death By Audio, un templo regentado por los curas oscuros de A Place To Bury Strangers y que posee dos grandes dones: el don de poder fumar dentro, y el don de tener una tragaperras del Street Fighter original hecha a mano. 25 centavos la partida.
Tras dos horas de Street Fighter, compartimos misa con Black Crown Ceremony (franquicia de Zs), Noveller (empresaria emprendedora y vendedora de drones) y Extra Life (unos tipos con un interés elevadísimo en ellos mismos). El ritual generó alegría entre los presentes y nosotros bendecimos al Gran Inversor Ezer (ex miembro de la corporación post-rock Apse), que nos prestó a coste cero su batería y su amplificador. Jornada de beneficios y números verdes en la bolsa excepto para nuestro amigo Víctor, que perdió todas las partidas del Street Fighter, pese a recurrir a técnicas de confusión mental tales como insultar a Chun Li llamándola “chinita de mierda”.

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