Hace unas semanas en la alcaldía de Viena tuvo lugar la versión 22 del Life Ball, un evento para recaudar fondos para la investigación y la concientización sobre el VIH/SIDA. Las entradas súper caras te permiten disfrutar de un espectáculo circense muy chic, que incluye los discursos de los miembros más destacados del mundo LGBT, así como asistir a una fiesta fantástica que dura hasta altas horas de la noche. El ambiente en general de todo el evento es a la vez Disney y salvaje. Yo fui uno de los pocos periodistas presentes en el evento. Sabía lo que me esperaba, porque de alguna manera sobreviví la edición del año pasado.
La invitación aconsejaba vestir un traje oscuro o un disfraz travesti, y el tema de este año fue “El jardín de las delicias”, lo que para muchos significó llenarse el culo de escarcha y disfrutar de momentos de lujuria estilo Poison Ivy.
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Entre los momentos más memorables del Life Ball me gustaría incluir una perfecta Courtney Love caminando en la pasarela con un vestido de Vivienne Westwood del que se le salían las tetas y un concierto de Ricky Martin lleno de movimientos pélvicos. Al final incluso me las arreglé para stalkear/hacer amistad con Amanda Lepore. A las cinco de la mañana, mientras esperábamos un taxi para llevarnos a casa, le ofrecí mi chaqueta para mantenerla cálida. Al final nos decidimos a esperar el amanecer y desayunar juntos, ya que el autobús para el aeropuerto nos recogería a las siete y media.
Una vez en el aeropuerto, incluso le llevé el equipaje. Al pasar el control de pasaportes se parecía a la versión real de Jessica Rabbit. Fuimos los últimos en abordar.
Un Xanax y un Bloody Mary más tarde me desperté en Nueva York. El Life Ball me había dado la vida, la muerte y luego me hizo resurgir. Nunca me sentí más gay.
















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