Hace algunas semanas me desperté con la noticia de un nuevo disco de Prince, Piano & A Microphone. Siempre se ha hablado de la famosa bóveda en casa de Prince; llena de horas y horas de música inédita. Y por esto no me extrañó en nada el lanzamiento del nuevo disco. Pero al darle play me asombró escuchar a alguien jugando con el piano y cantando algunas canciones de forma despreocupada. El disco es una grabación de un poco más de treinta minutos, hecha en un sótano de casa en 1983 con un piano Yamaha CP en una esquina y un micrófono AKG 414. Se me hizo rarísimo que algo así saliera bajo el nombre de Prince como un disco oficial y disponible en casi todos los formatos (vinilo, CD y digital).
Prince es reconocido por ser alguien perfeccionista. A veces rayando en la línea de la pesadez. Un obsesivo. Cesar Sogbe, (quien mezcló mi tercer disco y un par de discos de la estrella de Minneapolis) me confirmó esto hace años. Si bien no era alguien obsesionado con la pulcritud como John Fogerthy de Creedence Clearwater Revival, sí le gustaba supervisar todo el proceso de creación: desde la composición hasta la mezcla, y lo hizo en cada una de las grabaciones de su extensa discografía.
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Hasta hace dos años, si buscabas algún video de Prince en YouTube no ibas a encontrar nada porque él se oponía rotundamente a colocar cualquier material de su autoría en la plataforma. Incluso corría la leyenda que él mismo mandó a bajar un video de un bebé cantando una de sus canciones. Pero, a las pocas semanas de su muerte, ya estaban en la plataforma de streaming la mayoría de sus videos. Esto inevitablemente hace que me pregunte: ¿me molestaría que publicaran material de mi autoría sin mi permiso —y rompiendo lineamientos específicos que dejé en vida— después de muerto?
A mí no me gustaría que publicaran demos y cosas descartadas que me parecen pésimas. Si no las he borrado es porque pienso que en unos años puedo sacar de ahí una frase o algún acorde, pero no son cosas que se sostengan solas de ninguna manera. Igual, no es lo mismo una obra póstuma a un mamotreto que no es obra terminada y se hace pasar como tal. Recuerdo el libro 2666 del escritor chileno Roberto Bolaño. Salió luego de muerto, pero ya estaba listo desde antes. (Solo irrespetaron su deseo de que fuera publicado en cinco tomos). Por otro lado, sacar de la basura cosas incompletas o menores para crear un nuevo producto, es otra cosa, y creo que esto último es lo que pasó con Piano and A Microphone de Prince. Es algo más parecido a sacar dinero del legado de un artista súper importante para la cultura popular que respetar la obra del mismo. Y por esto, se hace importante saber distinguir entre obra póstuma y obra incompleta.
La primera vez que supe en mi vida de una obra póstuma fue con Franz Kafka, quien antes de morir había dado la orden de que tiraran a la basura toda su obra literaria. Pero imagínense: que varias generaciones conozcan a uno de los autores más importantes de la historia de la literatura y, culpable que exista el adjetivo kafkiano, es gracias a que alguien desobedeció el deseo del autor en vida y los publicó una vez muerto. Si esto no hubiese sucedido jamás hubiésemos conocido obras claves como El proceso o La metamorfosis.
Desobedecer el último deseo de un hombre moribundo, en el caso de Kafka es un mal menor, si lo comparamos con el beneficio que brindó tal decisión a millones de personas que ahora pueden disfrutar del trabajo de alguien tan importante como Franz Kafka. EMI le prohibió a los ingenieros de Los Beatles borrar cualquier cosa que grabaran; y Yoko Ono comentó en una entrevista que a John le preocupaba mucho que esas grabaciones salieran a la luz pública. El disco póstumo de Elliott Smith, Basement On The Hill, iba a ser doble. Pero cuando le preguntaron al productor del disco que por qué no había lanzado todas las canciones, respondió: “Ya Elliott estaba muy mal de salud esos días y no cantaba muy bien”. Creo que está bien sacar una obra póstuma, siempre y cuando el autor hubiera tenido la intención de hacerla y se cuida el nivel de calidad.
Me viene a la mente cuando hace años vi una exposición de bocetos del Guernica de Picasso en mi Maracaibo, Venezuela natal: me voló la cabeza. Los gestos descuidados pero expresivos del artista español me impresionaron incluso más que la obra terminada. Los demos de los Beatles en Anthology siempre me han parecido fascinantes; y particularmente he lamentado no tener lanzamientos similares de artistas latinos como Charly Garcia o Caetano Veloso. Para mí como artista, hay algo didáctico (y hasta terapéutico) en poder ver cómo se armó el proceso de un track que cambió mi vida.
Ahora bien, ¿es algo que realmente el gran público necesita oír? Frente a la salida en los años noventa de los seis discos que hicieron Anthology (una colección de demos y tomas raras de los Beatles), un pícaro Harrison comentó: “El próximo se llamará ‘Raspando la olla’”. ¿Son estos lanzamientos una honesta forma de que conozcamos otras facetas de la creación o un codicioso esfuerzo de los sellos para sacarnos más dinero? Opto por la segunda sin excluir del todo la primera. No es raro que en el mundo del arte que se expongan obras sin terminar, me atrevo a decir que cualquiera (incluso personas que no son artistas) pueden valorar una obra en proceso de construcción. Siempre es valioso ver a la obra en su forma desnuda. De a ratos hace que puedas entender o descubrir nuevos lugares y terminas conectando mucho más con ella.
Pero claro: no todo está tan bien. Están esas obras “re imaginadas”, como las que se han hecho recientemente de mano del Cirque du Soleil. Aunque tampoco cuentan con la aprobación directa del autor, de forma explícita estas obras no son discos nuevos de los Beatles ni de Soda Stereo. Y eso es un punto bastante importante y vital: que se declare claramente lo que es. Creo que el “raspar la olla” se justifica moralmente en artistas que tuvieron una muy breve obra en vida como Eduardo Mateo o Jeff Buckley, pero se me hace injustificado en el caso de Prince, que es un artista con una vasta obra que tiene muchos discos oficiales que respetan su ética artística.
Por todo esto, no me hace sentido sacar de forma rimbombante algo como Piano and A Microphone. Escúchenlo y, conociendo toda la obra de Prince, ¿ustedes creen que si estuviese vivo en alguna de sus mansiones hubiese dado el visto bueno para que se publicara?
Ulises Hadjis es músico y estrenó recientemente Dónde. Puedes escucharlo acá.