Datu Puti*. de 44 años, es de Manila y lleva 16 vendiendo todo tipo de productos de cannabis (hachís, hierba, CBD, comestibles, fármacos, cartuchos, etc.). La legislación filipina sobre el consumo, el procesamiento y el tráfico de drogas es de las más duras del mundo. Entre julio de 2016 y noviembre de 2018, el presidente Duterte ha librado una guerra contra el narcotráfico que, según los informes, se ha cobrado la vida de más de 5000 ciudadanos, si bien los grupos de defensa de los derechos humanos creen que la cifra se acerca más a los 12 000.
VICE: Hey, ¿estás por ahí?
Puti: Opo, Kapatid (sí, hermana). ¿En qué puedo ayudarte?
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¿Qué vendes y dónde lo vendes?
Vendo cannabis en sus muchos formatos en la ciudad o en envíos por el país. Importamos, elaboramos, cultivamos y suministramos a nivel local.
¿Cuánto llevas traficando y cómo empezaste?
Hace un par de décadas. En mi caso, la venta está ligada al consumo. Cuando empecé a consumir drogas más variadas (E, K, C, tranquilizantes, alucinógenos), amplié también mi oferta de productos disponibles, aunque ahora me lo tomo con más calma y solo vendo cannabis, que ya me da bastante trabajo.
¿Cómo contacta contigo la gente?
La mayoría son clientes de toda la vida, y los nuevos tienen que entrar recomendados. Primero me tienen que pedir permiso para dar mi número. La persona que lo hace es, hasta cierto punto, responsable del comportamiento de la otra.
¿Usas las redes sociales para vender?
En estos momentos no me expondría a vender a ciegas en Instagram. Cuando veo páginas de Facebook con fotos de droga o lo que sea, lo primero que pienso es que no van a durar mucho, y en muchos casos es así. Uso las redes sociales sobre todo para vender los productos medicinales, pero seguimos necesitando un proceso de criba cuando alguien contacta con nosotros por primera vez. Seguramente las use más en el futuro, pero por ahora no me gusta la proporción de riesgos / beneficios que ofrecen. Junto con Qatar, Filipinas tiene las penas más severas del mundo respecto a la tenencia y el consumo de cannabis, por lo que más vale ser precavidos.
¿Cómo ha afectado la administración actual a tu negocio?
El objetivo de la administración era el shabu (metanfetamina), pero sus esfuerzos no afectaron al coste o la disponibilidad, aunque ellos digan lo contrario. Sí que afectó, y mucho, al cannabis, ya que la producción de esta planta por parte de los indígenas se redujo un 90 por ciento. La administración ha encontrado al fin una forma de detener la producción de hachís en la Cordillera después de 50 años: destacar a los reclutas de la academia de policía en campamentos junto a las plantaciones. La falta de alternativas ha llevado a la gente del sector a recurrir a opciones de importación, y mucha gente ha empezado a importar hierba de California.
La lucha contra el narcotráfico de Duterte se ha cobrado muchas muertes en todo el país. ¿Cómo consigues que no te pillen?
Bueno, sí que me han pillado. Fue una mierda, pero podría haber pasado en cualquier otro momento, no solo bajo el gobierno de Duterte. Teniendo en cuenta el tiempo que llevo dedicándome a esto, una vez tampoco está tan mal. La mayor parte del tiempo soy un ciudadano visible y responsable. Intento parecer un tío normal que hace cosas normales para evitar problemas.
No conozco a nadie del mundillo que use protección [armas de fuego]. Un camión lleno de cannabis puede ir de los campos a los pulmones sin necesidad de armamento. Un traficante de metanfetaminas, en cambio, tiene que ir armado hasta los dientes para vender 10 euros de mercancía. Es una mentalidad diferente.
¿Qué relación tienes con la policía?
Nuestro socio de hace años era de la Policía Nacional de Filipinas. Me enorgullece decir que cuidamos de su familia, su salud y su aldea de una forma honorable. Sin embargo, hace unos años una tía que le daba a la metanfetamina y a la que no conocía demasiado me la jugó. Incluso le dije a mi mujer que aquel encuentro me daba mala espina. Tendría que haber hecho caso de mi instinto porque 20 minutos después, aparecieron seis tíos de la oscuridad y me llevaron a la comisaría, no para imputarme delitos, sino para multarme con 3400 euros.
Uno de los polis iba puesto de metanfetamina y estaba viendo vídeos porno (!) mientras me interrogaba, haciendo especial hincapié en “suelta la pasta o mañana amaneces en la portada de los periódicos” y en preguntas sobre pollas de tíos negros y con cuántas mujeres me he acostado. Fue muy incómodo. A la chica que me hizo la encerrona le clavaron un picador de hielo en el cuello seis meses más tarde. Me preguntaron si quería que la mataran, pero no quería malos rollos con el karma. Imagino que la tía hizo enfadar a alguien más.
Con toda esa violencia, ¿qué es lo que más te gusta de este trabajo?
Para mí es fácil demostrar amor y hacer feliz a la gente. Es fácil y barato enseñarles cosas que no han visto antes y me gusta compartir. El ámbito del cannabis es muy creativo y dinámico, pero su estatus jurídico exige a quien quiera dedicarse a ello estar al margen de la ley. Lo cual va conmigo, porque siempre he tenido problemas con la autoridad.
¿Qué piensan de todo esto tus familiares y amigos?
Obviamente, muchos disfrutan siendo conejillos de indias de los productos que hacemos. Me gusta cuidar de la gente cercana con nuestra línea de productos de cannabis terapéutico. Nunca cobro nada por ellos a las familias de las empresas afiliadas a nosotros y que tienen problemas de salud. Es poco frecuente que un traficante sea un héroe.
A mis padres solo les cuento la parte buena (la de los productos medicinales), pero mi mujer lo sabe todo y me ha apoyado en todo momento. Mi hijo de siete años ya ha estado en una plantación de marihuana y sabe la diferencia entre CBD y THC. Para mí ha sido muy satisfactorio poder usar mi trabajo para enseñar a mi hijo la diferencia entre ilegal e inmoral. Supongo que es como ser traficante de ron durante la ley seca: al final acaban validando tu trabajo.
¿Tienes algún otro trabajo? ¿Traficando ganas lo suficiente para vivir?
Trabajo en un centro de atención al cliente cerca de donde vivo, pero suelo estar ocupado una tercera parte del tiempo, solo. El resto lo dedico a “mi otro negocio”. Vendiendo probablemente gano el triple de lo que me pagan en la oficina, pero trabajo mucho, siete días a la semana, noche y día.
¿Las drogas siempre van a formar parte de tu vida?
No veo por qué no. Tengo otras capacidades a las que podría recurrir, pero ahora el plan es seguir montado en esta ola hasta la orilla.
¿Alguna anécdota interesante?
Hace unos meses mi sacerdote bendijo nuestra hierba. Cogió un cogollo y nuestro aceite, los puso en el altar de la capilla y los bendijo. Sabe que nuestra misión es ayudar a la gente, ganar dinero y estar a salvo. En todo caso, la nuestra es una misión de Dios. Además, le dejamos quedarse con la maría después de bendecirla.
Muchas gracias por tu tiempo, Datu Puti.
Gracias a ti.
*La entrevista se ha realizado mediante mensajes codificados y se han cambiado los nombres. Shirin Bhandari es una escritora independiente que vive a caballo entre India y Manila.
Este artículo se publicó originalmente en VICE AU.