El problema de la vivienda en España entra por los ojos, sobre todo si vives en Barcelona o Madrid. Un paseo por cualquier web de las muchas agencias e inmobiliarias que existen basta para ver fotos de pisos enanos, desvencijados, sin luz o sin ventilación con una cifra descomunalmente alta a su lado. No hace falta leer la descripción para saber nada más.
Por eso los arrendadores, que no son tontos, invierten cada vez más en fotógrafos profesionales para hacer que sus cuchitriles parezcan palacios (o al menos, lugares habitables por seres humanos). Por poner un ejemplo, en la web de AirBnB podemos encontrar todo un apartado dedicado a dar recomendaciones de cómo fotografiar un inmueble e incluso te dan la posibilidad de contratar fotógrafos profesionales a través de la empresa. “Las fotos son una de las principales razones por las que los huéspedes deciden reservar un alojamiento”, dicen. Pero la cosa no queda ahí y lo siguiente que dicen es: “muchos anfitriones pueden permitirse aumentar el precio por noche tras mejorar sus fotos”, sentenciando que el alquiler puede aumentar un 26% si las fotografías son profesionales. Idealista da consejos en la misma línea.
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“Al llegar me di cuenta de que en la casa habían instalado unos cristales por los que pasaba la única luz que entraba en todo el día a esa hora exacta, por lo que tenía que hacer las fotos lo más rápido posible antes de que se fuese. Es algo que tenían bastante pensado”
En unos años en los que España vive los peores momentos en cuanto a especulación inmobiliaria se refiere, con un aumento del alquiler del 18,6% en los últimos cinco años, de 2013 a 2018, hablar de “permitirse” aumentar el precio de una vivienda solo porque un anuncio cuente con un par de fotos extremadamente calculadas es la guinda del pastel.
Pero la guinda también tiene su lado amargo (al menos para algunos) y muchas veces estos fotógrafos tampoco escapan a la precariedad generalizada que caracteriza a nuestra época. Muchos de ellos son jóvenes que, como tantos otros, siguen sin mucha motivación con un trabajo que en su momento buscaron por necesidad.
Cuando hablo con Sergio* me dice que esa misma tarde ha fotografiado un piso a las 12 porque era la única hora en la que entraba luz. “Al llegar me di cuenta de que en la casa habían instalado unos cristales por los que pasaba la única luz que entraba en todo el día a esa hora exacta, por lo que tenía que hacer las fotos lo más rápido posible antes de que se fuese. Es algo que tenían bastante pensado”.
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Embellecer los pisos, quitar manchas de humedad, tapar desperfectos o hacer que parezcan más grandes son algunas de las principales tareas, aunque Sergio dice que él confía en los propietarios y en las inmobiliarias y cree que repararán los desperfectos antes de alquilarlos y que al final su trabajo solo proyecta la imagen final que esos pisos aún no tienen. Mientras hablamos, sigue editando fotografías aunque sea un viernes a las siete y media de la tarde porque, como él mismo me cuenta, no puede sacar otro hueco durante la semana y todos los días trabaja desde primera hora de la mañana.
Lucía*, por su parte, es mucho más cínica (o realista, según cómo se mire) respecto a la gente que la contrata. Probablemente por las situaciones en las que se ha encontrado. Como por ejemplo, según cuenta, un día llegó a una cita sin conocer el lugar, en Nou Barris, un barrio a las afueras de Barcelona, y apareció en un geriátrico “con los señores mayores paseando por allí”. La página para que la trabajaba quería alquilar una habitación a algún estudiante.
“En caso de que haya algo mal, directamente no le hago zoom o no lo saco mucho”
Aunque este tipo de cosas iban en contra de lo que pensaba realmente, aceptaba siempre hasta que su hastío por la falsificación del espacio le llevó a no editar los vídeos que la empresa le pedía a todos los empleados. “Debíamos aparecer en ellos, supongo que por un tema de marketing, y tuve problemas con ellos porque no me exponía como tal, sino que hacía los vídeos grabando el espacio. Además, no editaba los vídeos, cogía la GoPro y los enviaba tal cual, con los errores que tuviera”, dice.
Y no eran pocas las cosas que tenía que hacer para satisfacer a la empresa con la que ya no trabaja: “Nos pedían rellenar un formulario de 25 páginas con información del piso, un vídeo, las fotos y el plano, que teníamos que hacerlo nosotros”, señala. Cuando los fotógrafos se salían de este margen, eran rechazados de distintas formas. Por ello, Sergio acabó pensando que lo mejor era no molestarse en intentar crear la mejores versiones de las casas que visitaba y optaba por omitir espacios visualmente erróneos. “En caso de que haya algo mal, directamente no le hago zoom o no lo saco mucho. Si la mampara de la ducha está rota, no le hago zoom. ¿Para qué? Si la inmobiliaria después no va a querer esas fotos y no las va a sacar”, cuenta.
Estas tácticas de las que hacen uso para embellecer las fotografías y favorecer a las inmobiliarias son en muchas ocasiones impulsadas por los propios dueños, la mano en la sombra detrás de cada alquiler. A pesar de “no ser asunto suyo” (algo en lo que todos los fotógrafos coinciden), los dueños piden consejo a los fotógrafos en cada visita sobre cómo adecentar el piso y lo preparan para asegurarse de que todo sale como quieren que sea retratado.
Otras veces, son los propios fotógrafos los que se ocupan de prepararlo todo para facilitarse el trabajo. Carmen*, una fotógrafa de Castilla La Mancha, dice que a veces se siente como “un perro guardián”. “Me paseo por las habitaciones como un policía, vigilando que no haya manchas, ni nada fuera de lugar. Al principio me costaba más porque llegaba a la casa de las personas y le decía ‘señora, quítame esa silla de ahí’, ‘póngame eso allí’, en una casa que no es mía”, asegura.
Lo que Carmen llama “perro guardián”, a Lucía le parece que el asunto de vigilar tanto los detalles supone un esfuerzo mayor que eso. En su caso, de hecho, pasó de tener gestionar ese tipo de situaciones con un coordinador, que acudía con ella a las citas y solucionaban los problemas, hasta que su empresa los liquidó, substituyéndolos por un bot con el que tenían que hablar digitalmente.
“Me paseo por las habitaciones como un policía, vigilando que no haya manchas, ni nada fuera de lugar. Al principio me costaba más porque llegaba a la casa de las personas y le decía ‘señora, quítame esa silla de ahí’, ‘póngame eso allí’, en una casa que no es mía”
En otro punto de toda esta historia, encuentro a Mario*, que lleva trabajando diez años con la misma empresa, a pesar de su desinterés por el trabajo que desempeña. Me sorprende la frialdad con la que puede hablar del tema, porque acaba riéndose con todo lo que cuenta. A la vez, es un claro ejemplo de en lo que desencadena este tipo de trabajos. “Es como las primeras fases del enamoramiento, que dura poco”, dice.
Sus métodos son directos y sentenciadores, casi parece que quiera boicotear a la misma empresa internamente, aunque nadie parece darse cuenta. Siempre ha accedido a fotografiar todos los pisos que le ofrecen, pero no necesariamente porque se encontrara una mansión, sino porque no quiere contribuir con el espíritu comercial y que se venda algo que no es. “Trato de no intervenir demasiado, de no falsear la realidad. Si alguien tiene el piso hecho un asco, mi interés va a ser parejo y el vídeo será funcional y sin pudor. Si el piso está cuidado y preparado, pongo más empeño. Cada piso tiene lo que se merece”, cuenta.
Pero eso no quiere decir que no siga usando el objetivo angular y el efecto HDR, que, según su criterio, ofrece una imagen muy alejada de la realidad, pero son esenciales. “En mi caso no es muy exagerado, pero ves fotografías en las que el efecto es muy acusado y la geometría del espacio se ve bastante alterada. Al principio esto generaba decepción al posible visitante, pero ahora ya se ha interiorizado que la expectativa está muy lejos de la realidad”.
Por otra parte, Mario no ve otra respuesta a que todo esto suceda, “la fotografía inmobiliaria es foto de publicidad, no es nada que deba extrañarnos. Todos sabemos que las modelos no lucen en la vida real como lo hacen en las portadas, que los productos alimentarios no tienen el aspecto que se nos muestra en las fotos publicitarias, así que no debería extrañarnos que suceda lo mismo con los pisos”.
La relación de la expectativa con la realidad de la que hablaba Mario me hizo entender por qué alguien podía comparar visitar un piso para fotografiarlo con el horror de buscar un alquiler digno y encontrar cosas que literalmente te espantan. Nos hemos acostumbrado a vivir en las peores situaciones normalizándolas, ya sea porque no podemos encontrar un trabajo mejor y hay que “permitirse” algo aunque atente contra nuestra ética o porque asumimos que los pisos que vemos, por bonitos que sean, no son más que zulos bien encuadrados.
“Todos sabemos que las modelos no lucen en la vida real como lo hacen en las portadas, que los productos alimentarios no tienen el aspecto que se nos muestra en las fotos publicitarias, así que no debería extrañarnos que suceda lo mismo con los pisos”
Sin embargo, todos estos detalles no son suficientes para que el trabajo fotográfico convenza, por lo que las sanciones se generalizan en todas las empresas. Pueden llegar por varias motivos: por ejemplo, entregando unas imágenes que a los dueños no les gusten demasiado o si se niegan a realizar algún trabajo, por el motivo que sea. Lucía cuenta que si la empresa estaba en desacuerdo con el método utilizado no le pagaban la sesión, la penalizaban o directamente, la rechazaban.
La consecuencia directa de todo ello es en primer lugar, la no facilitación del trabajo por parte de estas empresas y en segundo, un problema posterior que se podría convertir en el despido o si tienen la suerte de seguir contratados, subir o bajar en un ranking —de forma literal—. De hecho, Carmen descubrió que en su empresa tenían un ranking interno de fotógrafos según las reseñas que los inquilinos les enviaban. Dejaban comentarios sobre la simpatía o sobre la profesionalidad, incluso llegaban a amonestar a los empleados si las fotografías no eran de su gusto. “Un día un promotor me dijo que si estaba allí, en esa cita, era porque estaba la primera en el ranking, si no, hubiera seguido yendo su sobrino”, apunta.
Sospechosamente, estas condiciones recuerdan a otros polémicos casos de “economía colaborativa” en España. La realidad de los trabajos que se basan en la asignación de citas para rellenar un calendario con la disponibilidad de los trabajadores a los que envían a localizaciones al azar, “aunque en ocasiones las asignan sin darte opción a aceptarla o rechazarla”, da razones suficientes a los empleados para pensar que, como señala Lucía, “tienen unas condiciones de trabajo que pueden ser ilegales y quizá no lo puedan hacer”. De hecho, Lucía ha denunciado a la empresa para la que trabajaba y lo hizo amparándose en las sentencias contra Glovo.
Además, también parecen compartir el salario siempre cerca de lo ilegal. Lucía afirma que en un listado de precios que sigue guardando junto al contrato ya extinto, el precio oscila entre 35€ por sesión si el piso cuenta con una habitación y 15€ más si tiene dos. Aunque las cifras no varían mucho si se comparan cada una de las páginas, Mario resulta ser el mejor parado, cobrando 40 por foto. Unas cifras que difícilmente le daría a ningún autónomo para mantenerse además de tener que cumplir una cláusula en la que prohibían cualquier tipo de relación laboral con ciertas empresas del mismo sector que figuraban en una lista.
“Un día un promotor me dijo que si estaba allí, en esa cita, era porque estaba la primera en el ranking, si no, hubiera seguido yendo su sobrino”
Con esto parece que no seamos los únicos engañados de este negocio, los trabajadores también salen perdiendo en todas las situaciones y aún así tienen que “hacer de fotógrafo, de arquitecto, de agente inmobiliario”, según comenta la misma Lucía.
Las mismas empresas que se benefician de la burbuja de los alquileres son las que se han dedicado a extender estas prácticas, ya sean los consejos de AirBnB o los de Idealista, provocando también una excitación por mostrar los alquileres más bonitos de lo que realmente son: la especulación con el derecho a la vivienda.
*Los nombres han sido cambiados a petición de los entrevistados.
Sigue a Cristina en @cristinaprz.
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