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Seguí los consejos de varias instagramers adolescentes durante una semana

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Se ha hablado mucho ya de las enormes diferencias que hay entre millennials y miembros de la Generación Z. Se les analiza constantemente por aspectos como el uso que hacen de las redes sociales y la tecnología o su actitud ante los acontecimientos mundiales. A menudo me pregunto dónde encajaré yo, que he nacido muy cerca de la línea que divide ambas generaciones.

Parece que existe una norma tácita que obliga a los miembros de una generación a despreciar a los que vienen después. Pero yo, por mucho que quiera cagarme en los hijos de la Generación Z, no encuentro motivos suficientes para hacerlo considerando que solo nos separan dos años de edad.

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Es verdad que se aprecian pequeñas diferencias, como la rapidez con la que se adaptan a las nuevas tecnologías, que están 10 veces más guapos que yo a su edad y que parecen tener más seguidores en Instagram que el resto del mundo. ¿Han nacido molando más o siendo más listos que nosotros? ¿El hecho de que se desenvuelvan tan bien con las redes sociales y los smartphones los hace mejores o peores que los millennials? Decidí buscar respuestas a todas estas incógnitas sumergiéndome de lleno en la cultura de la Generación Z. Esto implicaba, por supuestísimo, usar la nueva función de hilos de comentarios de Instagram.

Esta función sería, básicamente, el hijo que tendrían Ask Reddit y Tumblr si se lo montaran. En ella, los adolescentes de Instagram publican sus consejos sobre cosas cotidianas: trucos para perder peso, temas de conversación para una primera cita o historias del día en que perdieron la virginidad. Estas publicaciones son capturas de pantalla de hilos de Twitter que ellos mismos han escrito.

“¿Han nacido molando más o siendo más listos que nosotros?”

Este sistema es muy similar al que las generaciones anteriores usaban con J-14 y Tiger Beats, pero sin las fuentes creíbles, los hechos corroborados ni la ortografía cuidada de estos.

Como estoy un poco obsesionada con los rincones menos transitados de las redes sociales y una parte de mí todavía desearía ser una adolescente, me propuse seguir tantos de esos hilos de comentarios de Instagram como pudiera durante una semana.

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En un primer vistazo a estos hilos, me doy cuenta de que, además de un montón de modelos delgadísimas y fotos extremadamente estudiadas, hay varios temas recurrentes: el cuidado personal, las relaciones y los trucos para salir perfecta en Instagram. Pan comido.

Escojo unos cuantos hilos que parecen factibles y me pongo manos a la obra.

En primer lugar está el October Confidence Challenge, una lista de mantras diarios seleccionados por una usuaria llamada @selfcaresis. A la mañana siguiente, después de levantarme, me miro en el espejo y digo: “Me encanta mi personalidad”. Me hace sentir bien inmediatamente.

Después, voy a intentar oler superbién todo el día. A ver, yo procuro lucir superbién siempre, pero lo de oler bien a todas horas ya es otro tema. Entre los consejos de este hilo estaban el de ducharse a diario (guay), usar vaselina para que el perfume dure más y aplicarse loción y un montón de productos para el pelo a la vez. También se menciona que la vainilla te sube el atractivo, así que me pongo kilos de crema corporal de vainilla y todos los demás productos a cascoporro. A las 8 de la mañana he conseguido mi objetivo y huelo como una bebé prostituta.

En el trabajo, cada hora compruebo si sigo oliendo como al principio del día. Horas después, le pregunto a una compañera si nota que huelo distinto. Ella se inclina para olerme y luego se encoge de hombros. “Sí”, dice. Me quedo sorprendida de la respuesta, pero me anoto el primer éxito. A ver si al final estos consejos van a funcionar de verdad.

Durante la semana, envío mensajes privados a varias de estas cuentas para conocer a las personas que las llevan.


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Acabo chateando con Emi*, una joven sueca de 14 años cuya cuenta tenía más de 1800 seguidores. La primera se la abrió a los 10 u 11 años, pero cuando este verano empezaron a popularizarse los hilos de comentarios, se subió al carro. Ahora dedica dos o tres horas al día entre semana, y cinco los fines de semana, a gestionar la cuenta.

“La mayoría de las cosas se me ocurren a mí sola. Simplemente pienso en cosas que me gustaría leer a mí”, me cuenta. “Si hago un hilo basado en hechos, primero busco la información y luego miro si es correcta en varios sitios web”.

Otra chica con la que hablé me dijo que ella lleva su cuenta de casi 1300 seguidores “casi como si fuera un negocio”. Se pasa horas intentando conseguir nuevos seguidores mediante las tácticas de follow-for-follow (fff) y story-for-story (sfs). Sin embargo, cuando le pregunto de qué fuentes obtiene la información, me bloquea.

Un poco preocupante, aunque no me sorprende, ya que lo de bloquear cuentas y el ghosting se han convertido en el nuevo “no” de su generación y la mía. Al menos me sirve como recordatorio de que debo coger con pinzas los consejos de estas cuentas. No digo que lo que pongan no sea cierto, pero os puedo asegurar que no es tan efectivo, como demuestra mi siguiente tarea.

“Otra chica con la que hablé me dijo que ella lleva su cuenta de casi 1300 seguidores “casi como si fuera un negocio”. Se pasa horas intentando conseguir nuevos seguidores mediante las tácticas de follow-for-follow y story-for-story

Esta me hace especial ilusión, porque se trata de usar el elemento estrella del cuidado personal: las mascarillas faciales. Casi todas las cuentas que sigo tienen recetas para hacer mascarillas caseras, así que escojo una para minimizar los poros y otra de aguacate para el pelo.

Para elaborarlas, uso tres huevos en perfecto estado, varias cucharadas de miel, aceite de coco y un aguacate entero. Las recetas no dan muchos detalles sobre las cantidades, así que lo hago todo a ojo y el resultado no es para echar cohete. Varias veces me entran arcadas mientras me unto el pelo de engrudo de aguacate y la cara de claras de huevo.

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Las mascarillas dan bastante asquete y, por lo que a mí respecta, no son nada efectivas. En la ducha, mientras veo caer trozos de aguacate junto a los pies, empiezo a cuestionarme seriamente las decisiones que he tomado en mi vida y que me han llevado hasta aquí. Aguacate para el pelo y clara de huevo para la cara.

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Avocado for the hair and egg white on the face.

Para complementar mi rutina de “ wellness”, a la mañana siguiente me preparo un desayuno de yogur de esos tan fotogénicos, esperando que me salga mejor que las mascarillas de anoche. Os ahorraré los detalles: el resultado final no es ni la mitad de instagrameable que los de la foto, pero es el mejor desayuno que he tomado en toda la semana. Caro y elaborado, pero sabe a fresas dulces y a la ilusión de tener una vida en orden.

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Instagram’s vs. mine.

A estas alturas de la semana, estoy convencida de que tal vez no sea tan buena idea que la gente tan joven tenga tanto acceso a internet. No me imagino el infierno que habría supuesto para mi yo adolescente estar siempre al día con Instagram, que ya de por sí es una falsa realidad. Mientras me miro nuevamente al espejo, por cuarta vez en el día de hoy, y me digo lo increíble que soy, lo único que siento es agotamiento y ganas de terminar.

Ya estoy en la recta final de mi experimento y es hora de involucrar también a mis amigos y familiares.

Uno de los hilos que encontré al principio de la semana contenía 69 temas para romper el hielo; a mí me pareció el guion para la peor cita de mi vida o el catálogo más útil para conversar con gente rara.

Esa mañana selecciono varios temas para empezar conversaciones y los envío por mensaje de texto a varios amigos y a mi madre, sin contexto ni previo aviso. Todo el mundo responde sin problema y, sorpresa, las conversaciones fluyen agradablemente incluso después de revelarles mi experimento. Estoy disfrutando de esta tarea.

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The four different convos that I started.

Las cuatro conversaciones que empecé

Por la tarde, quedo en casa de unos amigos para tomar algo antes de un concierto. En el Uber, hago una lista de los inicios de conversación que quiero usar.

Media copa de vino más tarde, pregunto a mi amigo, como quien no quiere la cosa, dónde se haría una operación de cirugía estética si pudiera. Me contesta que en el pelo, para no quedarse nunca calvo, o en la mandíbula. Otro amigo se une con otra pregunta sobre el tema.

Me río para mis adentros pensando que acabo de dar pie a una conversación a partir de una cuenta de Instagram de una adolescente. Tal vez esto sea señal de que tengo que mejorar un poco mis temas de conversación, pero ya estoy demasiado borracha y me olvido de hacer más preguntas.

Es el último día de la semana y ha llegado el momento de dejar constancia de lo genial que creo que soy de la forma en que lo hacen todos los adolescentes: con una sesión de fotos para Instagram. Llevo toda la semana leyendo consejos de cómo posar, qué llevar en otoño y cómo hacer una sesión de fotos. Tras estudiarlos, le pido a un amigo fotógrafo que me haga una sesión en mi casa.

Sigo al pie de la letra todos los consejos para lucir mis curvas: girar el culo hacia la cámara y mirar hacia atrás por encima del hombro; cómo parecer más alta: hacer la foto desde un ángulo más bajo; cómo posar: juguetea con la chaqueta de la misma forma ridícula en que lo hace Gigi Hadid en sus fotos.

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Yes, I took this in my shower.

Cuando veo el resultado, me veo ridícula y se me quitan las ganas de volver a posar así, aunque logro lo que pretendo. Eso sí, me abstengo de subir las fotos a Instagram.

Tras reflexionar sobre la semana, llego a la conclusión, aparentemente contradictoria, de que los jóvenes de la Generación Z están a la vez obsesionados con la apariencia y tienen las cosas más claras que el resto. Es agotador y poco realista, pero no se aleja tanto de los consejos chorras que yo buscaba de adolescente. Por ahora, el único aspecto de la Generación Z del que me reiré es de que se pongan aguacate en el pelo en lugar de en el plato.

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Este artículo se publicó originalmente en VICE CA.