En Cheam —una extensa población que empieza en el punto en que se encuentran el Gran Londres y Surrey— hay una iglesia que recibe su nombre de San Dustan.
El templo fue construido en 1864, si bien su emplazamiento ha sido un lugar de culto desde tiempos de los anglosajones. En 2011, fue noticia en todo el país por ser el lugar en el que William Lambert, exsoldado encargado del mantenimiento del templo y fundador de un club juvenil llamado The Shed (el cobertizo), abusó de menores en una cabaña desvencijada del interior del recinto. Si bien la choza ya no está allí —la quemaron hace tiempo—, en el lugar perviven recuerdos dolorosos.
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Lambert declaró ser un brujo capaz de transmitir sus poderes a los niños de los que abusaba a través del sexo. Durante un juicio celebrado en 2011, Lambert refirió al tribunal cómo violó a una niña sobre una lápida para conferirle el poder del “monje negro flotante”, cuyo fantasma, según decía, vagaba por la iglesia. En otra ocasión, una menor le confesó su preocupación porque sospechaba que estaba embarazada. Lambert la coaccionó para que mantuviera relaciones sexuales con él asegurándole que si lo hacía, dejaría de estar embarazada. Sus víctimas tenían entre 11 y 15 años de edad. En mayo de 2011, a los 75, Lambert fue condenado a 11 años de prisión.
Dunstan, el santo anglosajón que da nombre a la iglesia, es conocido por sus enfrentamientos con el diablo. Según los escritos religiosos, Dunstan, nacido en Somerset en el año 910, recibió una visita del diablo, quien pretendía que se uniera a su causa. Dunstan lo ahuyentó con unas tenazas. En la vida real, sin embargo, este edificio sigue mancillado por pecados cometidos en el pasado. Su cementerio ha sido excavado dos veces en años recientes. La primera en 2012, entre junio y septiembre, y nuevamente en abril del año siguiente. Y es que se cree que este camposanto es el lugar donde se encuentran los restos del estudiante desaparecido Lee Boxell.
“Lee era nuestro primer hijo”, cuenta hoy su padre, Peter. “Para mí, su llegada fue un sueño hecho realidad. No veía el momento de volver a casa para pasar tiempo con él. Era muy buen niño. No destacaba en el colegio, pero tenía muy buenos amigos. Mostraba interés por una chica que vivía cerca y muchas veces sacaba a pasear el perro de una vecina como excusa para verse con ella. Le encantaba la música. Una vez lo llevé a un concierto de Shakin’ Stevens y le encantó. Siempre estaba llamando a emisoras de radio para participar en concursos sobre música pop. Y grababa en cintas las canciones que le gustaban de la radio. Era un niño tranquilo. Educado. Considerado. Sensible. Posiblemente demasiado confiado y no muy despierto. Lo echo de menos”.
Cuando Lee Boxell desapareció, hace casi 31 años, él tenía 15. La última ocasión confirmada en que se le vio fue el mismo día de su desaparición, el sábado 10 de septiembre de 1988.
“Era un día cálido y soleado”, recuerda Peter. “Mi mujer, Christine, iba a visitar a la abuela de Lee. Mi otra hija fue a ver a una amiga y yo fui a hacer la compra. Recuerdo que esa mañana bajó de su habitación, todavía en pijama, y se sentó en un sillón. Le pregunté qué planes tenía ese día. Masculló algo, medio dormido. Como vi que no se había acabado de despertar aún, no quise volver a preguntarle. Nos marchamos todos. Esa fue la última vez que vi a mi hijo”.
Sabemos que, después de que la familia saliera de casa ese día, Lee se puso unos vaqueros negros, zapatos de ante marrones, un reloj Swatch y una camiseta blanca con un estampado de los Picapiedra delante. Se dirigió a Sutton para encontrarse con su amigo Russell. Los dos muchachos estuvieron paseando un rato y se separaron a las 13:00. Lee, que era un gran aficionado al fútbol, dijo que quizá iba al estadio Selhurst Park, del Crystal Palace, para ver un partido. Su equipo, el Sutton United, jugaba en Lancashire. Lee veía fútbol donde fuera y cuando fuera. “Era un enamorado del Sutton United, Lee”, señala Peter, “y muchas veces se iba en el autocar de los hinchas a ver los partidos que jugaban fuera; pero no se habría ido tan lejos, y menos a última hora”.
Durante aquella época, El Palace y el Charlton compartían campo. El partido que ansiaba ver Lee era el Charlton-Millwall. Tras revisar exhaustivamente vídeos de seguridad del público asistente al partido, se llegó a la conclusión de que Lee nunca llegó a acudir al estadio. Un testigo afirma que lo vio a la puerta de un supermercado TESCO (hoy ASDA) en Sutton High Street a las 14:30, por lo que no pudo haber llegado a Selhurst Park a tiempo para el partido.
Los Boxell empezaron a sospechar que algo iba mal alrededor de las 17:00, hora a la que terminaban los eventos futbolísticos del día. Si Lee no regresaba a casa directamente, siempre llamaba para informar. “Siempre lo hacía”, recuerda Peter “Siempre encontraba una cabina, y eso que muchas estaban destrozadas”.
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“La madre de Lee me llamó por la noche y se asustó cuando le dije que Lee no había vuelto”, prosigue Peter. “Cogió un taxi a casa. Contactamos con los amigos vecinos y familiares de Lee. Llamamos a los hospitales de la zona por si lo hubieran ingresado tras un accidente. Nadie conocía el paradero de Lee. Yo sabía que Anthony, uno de sus amigos íntimos, se había ido a la costa con sus padres. Vivían cerca, así que esperé a que volvieran pensando que quizá Lee se hubiera ido con ellos. Anthony llegó por la noche, tarde, pero sin Lee. Entonces llamé a la policía. Me dijeron que seguramente aparecería”.
Pero no apareció. Las horas se convirtieron en días, los días en semanas, las semanas en años… Pese a todos los programas especiales, los llamamientos por televisión del futbolista del Wimbledon John Fashanu, las fotos de Lee en los cartones de leche e incluso la inclusión de su imagen en “Runaway Train”, el himno de los niños desaparecidos de la banda de indie rock Soul Asylum, la familia seguía esperando.
Hasta 2013 —año en que Lee habría cumplido los 40—, cuando una información obtenida como resultado de la investigación de Lambert indujo a la policía a pensar que Lee podía estar enterrado en el cementerio de St Dunstan, a poco más de un kilómetro de la casa de los Boxell. La hipótesis de que Lee hubiera acudido a The Shed, presenciara los abusos allí cometidos y muriera intentando detenerlos había cobrado fuerza nuevamente. Varios testigos aseguraban haber visto a Lee en el club de vez en cuando. “Yo sí creo que si Lee hubiera ido al club y presenciado abusos a un niño, habría acudido en su ayuda, porque era su carácter”, señala Peter.
Lo que vino después fue la mayor excavación arqueológica llevada a cabo por Scotland Yard. Se desplegó un radar del ejército capaz de rastrear bajo tierra. No hallaron nada. Un nuevo atisbo de esperanza para los Boxell apareció tras el arresto de tres hombres —de 78, 42 y 41 años— sospechosos de asesinato, obstrucción a la justicia y conducta indecente con menores.
La policía también arrestó a una mujer de 42 años por un delito de obstrucción a la justicia y de conducta indecente con menores. Sin embargo, todos fueron puestos en libertad sin cargos.
“Se han oído rumores de que Lee sigue vivo”, afirma Peter. “Me encantaría que fuera verdad, pero es muy improbable. Los únicos testigos que supuestamente han visto a Lee en los últimos años son personas relacionadas con el presunto asesino. Si Lee estuviera vivo, lo habría visto más gente…”.
“Solo espero que un día alguien haga lo correcto, dé la cara y revele el paradero de los restos de Lee”, dice Peter. “Necesitamos cerrar este capítulo después de 30 años viviendo en un limbo, sin saber qué le pasó a nuestro hijo. Necesitamos que esto acabe”.
Este artículo se publicó originalmente en VICE UK.
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